Por Herberth Cuba García
Un rediseño con perspectivas humanistas
Las normas que ha aprobado el Congreso de la República con relación al diseño organizacional de la salud, han planteado en los actores involucrados en el quehacer sanitario una serie de tareas que implican cambios de paradigmas. Como sabemos, una de las normas se refiere al fortalecimiento de la rectoría del Ministerio de Salud (Minsa) no solo de su propio sector, sino también del Sistema Nacional de Salud. Y la otra establece la conformación y funcionamiento de las Redes Integradas de Salud.
El paradigma que impera es en general crítico frente a la capacidad de la ciencia, de la medicina y a la noción de salud. Ivan Illich ha pretendido unir estos conceptos al poder político con la finalidad de demostrar que “los daños que produce la medicina clínica son superiores a sus beneficios”. Es decir, que el ser humano sobrevive a pesar de la medicina y los médicos; que la medicina esconde y disfraza “las condiciones políticas”, económicas, sociales y culturales “que dañan la salud”, y por último “expropia el poder del individuo para curarse a sí mismo y para modelar el ambiente”*. En otras palabras, se niegan la interculturalidad y los recursos comunitarios para la salud. Este paradigma ha sido abrazado con mucha simpatía y hasta se ha llegado al extremo de crear movimientos sanitarios antimédicos y hasta contrarios a la ciencia.
Sin embargo, como es conocido, la ciencia no es ni buena ni mala. Permite describir, explicar, aplicar y predecir la realidad. El objeto de estudio, el ideal explicativo, el método y el lenguaje científico dependen de cada ciencia en particular. Por otro lado, la medicina aplica las diversas ciencias para resolver las necesidades de salud de la población. Es obvio que la aplicación o no de las ciencias sí tiene una fuerte connotación ética y moral. Valga la aclaración: si bien es cierto que la ciencia es neutra frente al poder político, no lo es en su aplicación u omisión. Entonces, la ciencia avanza en modo cada vez más rápido y, por lo tanto, la formación de los profesionales de la medicina está obligada a seguir ese paso. La omisión en la aplicación de los últimos logros de la ciencia genera prejuicio en la población. Es decir, lo contrario a la creencia vigente.
La mirada científica de la medicina sobre la salud no se reduce a una ciencia en particular. Es la conjunción de una serie cada vez mayor de ramas de la ciencia, que abordan los diversos aspectos de la complejidad de la vida humana, y que aportan la visión holística sobre el ser humano. La vida mística, la vida religiosa, las costumbres, las mentalidades, las creencias, las culturas, entre otros, son abordados con el rigor de las ciencias que se dedican al estudio de esos comportamientos. Porque no se trata de cuestionar sus fundamentos, sino de describir, explicar y comprender el comportamiento humano en su contexto, para fortalecer el cuidado y la protección de la salud, en el marco de sus usos y costumbres, en modo intercultural. En consecuencia, nada se esconde; al contrario, la medicina desnuda los determinantes económicos, sociales y culturales que dañan la salud.
La participación de la gente en la protección y cuidado de su propia salud es inevitable. El proceso de salud/enfermedad ocurre en el individuo, en su familia, en su comunidad; es decir, en la sociedad. El dato importante es si su participación se alinea en favor de su propia salud o en contra. Entonces, el rol de la medicina es capital para comunicar y dotar de información y educación con la finalidad de cambiar los comportamientos nocivos a la salud y promover estilos de vida saludables, con el respeto irrestricto de sus usos y costumbres. Es imposible expropiar el poder de curarse. Al contrario, es necesario aumentar ese acceso a la salud a través de la ciencia y tecnologías modernas, sin dejar de lado “los recursos y capacidades históricas de los pueblos para sanarse”.
La ciencia, la medicina y la salud son esenciales para el desarrollo económico y social. Por ello, los modelos de diseño organizacional deben ofrecer todas las potencialidades de la ciencia y la tecnología, con métodos muy simples, asequibles, amigables, comprensibles y que respeten los usos y costumbres de los pueblos, de las comunidades.
Las dos normas aprobadas por el Congreso de la República implican ese rediseño, esa mirada nueva en el nivel local, a través de la medicina preventiva, la Atención Primaria de la Salud, la intervención en los determinantes económicos, sociales y culturales y, sobre todo, en la participación social. Es una compleja tarea para un país tan diverso.
Asociación Médica Peruana
7 de diciembre del 2018
* Destruyendo el concepto de salud: el humanismo radical de Iván Illich