La “guerra contra las drogas” ha fracasado

Por Humberto Campodónico


Según lo que se escucha en estos días, la necesaria erradicación del narcotráfico pasa por una buena estrategia militar. Con un mayor presupuesto, mejor inteligencia, más helicópteros y tropas bien avitualladas con buenos fusiles, tendríamos lista la receta para el triunfo sobre el narcotráfico y los remanentes del terrorismo en el VRAE.

El problema es que esa estrategia parte de una caracterización errada del problema: que se puede ganar la lucha contra el narcotráfico con el llamado “enfoque de la oferta”, acuñado en EE. UU. hace más de 30 años. Este enfoque afirma que el problema principal no está en EE. UU. sino en los países productores. Por tanto, es allí donde se deben librar las principales batallas para ganar la “guerra contra las drogas”.

Dice el enfoque que al haber una menor oferta, el precio de la droga en EE. UU. se encarecerá (lo que inhibe el consumo), disminuirá su pureza (lo que afecta la salud y también inhibe el consumo) y que, al circular menos drogas, mejorará la seguridad ciudadana. Ese enfoque debe complementarse por planes de desarrollo alternativo en las zonas donde se cultiva la coca, para que esa población tenga otra fuente de ingresos. (Ver Hugo Cabieses, www.alai.org).
Para viabilizar la “guerra contra las drogas” se han gastado decenas de miles de millones de dólares y el fracaso es rotundo: el precio de la droga ha seguido bajando (salvo algunos picos temporales), su calidad se ha mantenido y la seguridad ciudadana no ha mejorado. (Ver gráfico).

La solución se conoce desde hace años: se trata de un enfoque de responsabilidad compartida, que ataque a la vez la oferta y la demanda. En el Perú esa doctrina se adoptó a fines de los años 80, pero fue rápidamente abandonada. El tema de fondo es que si la demanda —y los altos precios— continúa, nuevos carteles sucederán a los que sean abatidos, los que se encargarán de financiar nuevos cultivos (adiós desarrollo alternativo).

Con la llegada de Obama, pareciera que van a soplar otros vientos. Ha nombrado como nuevo Zar de las Drogas a Gil Kerlikowske, quien ha dicho en el Senado: “Habrá un nuevo enfoque en aquellas estrategias basadas en la evidencia para la reducción de la demanda de drogas, a través de la prevención y el tratamiento”. Su segundo es el psicólogo de la Universidad de Pennsylvania Thomas McLellan, considerado el investigador número 1 en tratamiento de la adicción.
Hillary Clinton ha dicho: “Nuestra demanda insaciable por drogas ilegales alimenta el narcotráfico” (Dallas Morning News, 25/03/09). Añade que EE. UU. es corresponsable de la situación mexicana “porque es incapaz de detener el tráfico ilegal de armas que mata policías, soldados y civiles”.

De su lado, la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia (integrada por Henrique Cardoso, Ernesto Zedillo, Mario Vargas Llosa, Moisés Naim, entre otros) ha dicho que “la violencia y el crimen organizado asociado con el narcotráfico son hoy problemas críticos de la Región. Enfrentados con una situación que empeora cada día, es imperativo rectificar la estrategia de ‘guerra contra las drogas’ de los últimos 30 años”. Se plantean varias alternativas, entre ellas “revisar críticamente las deficiencias de la estrategia prohibicionista de EE. UU. y los beneficios y de la estrategia de reducción de daños seguida por la Unión Europea”.

Lo dicho no sustituye el combate, eficiente, al narcotráfico y los remanentes del terrorismo. Pero sí lo pone en perspectiva: no hay salida puramente nacional al problema (no hemos tocado aquí los paraísos fiscales ni el necesario “ajuste” al sistema financiero que “cada día lava más blanco”). Es este un tema que debiera figurar en lo alto de la agenda de la próxima Cumbre de las Américas, para compartir cabalmente las responsabilidades.

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