Herbert Mujica Rojas
En un ministerio tan importante como Relaciones Exteriores cuyo rol en la línea de defensa del país deviene estratégico, fundamental, delicadísimo, los yerros referidos a su personal más idóneo ¡son inexcusables!
Y toda la literatura no alcanza a cubrir lo garrafal en los errores cuando no se carece de los reemplazos más adecuados, muy superiores y probados en la ejecutoria pública de sus talentos. Ser embajador no otorga ¡ninguna! garantía exitosa, si el hecho no es inmediato y eficiente.
Conozco dos casos que resienten el buen servicio integral de Relaciones Exteriores.
Antonio González Norris es un experto en cooperación internacional, con alrededor de cincuenta años de actividad profesional en el rubro. Durante algo más de lustro y medio se desempeñó como director ejecutivo de la Agencia Peruana de Cooperación Internacional (APCI), organismo adscrito al Ministerio de Relaciones Exteriores.
Trece de los catorce cancilleres con los que tocó compartir roles a González, reconocieron sus altísimas calificaciones y preservaron el profesionalismo en la gestión de APCI manteniéndolo en esa función directiva.
Impugnar lo que trece titulares de Relaciones Exteriores, sin ponerse de acuerdo los unos con los otros, calificaron, sólo puede ser un ejercicio ocioso e improductivo.
Al señor González Norris le fue solicitada la renuncia “para nombrar en el cargo a un embajador”. Esa fue la razón esgrimida por el titular de Relaciones Exteriores, Javier González Olaechea.
Algo muy similar y no menos deplorable, ocurrió en el organismo internacional Plan Binacional de Desarrollo de la Región Fronteriza Perú-Ecuador, donde se ha dado por terminadas las funciones de Oscar Schiappa-Pietra, experto en desarrollo socioeconómico y relaciones internacionales con credenciales en más de cuarenta años de experiencia.
Paradójicamente en este caso, Schiappa-Pietra fue nombrado en ese cargo para remediar el caos generado por la altísima rotación de embajadores en el mismo puesto. Entre 2019 y 2021, desfilaron en la dirección ejecutiva del Plan Binacional, cinco embajadores distintos y el cargo permaneció vacante por más de diez meses, condenando a la institución a una total parálisis.
Despedir a Schiappa-Pietra tuvo una discutible razón: “un embajador es necesario en el cargo”. ¿Y qué pasa si ese diplomático no reúne, compila, ejerce o demuestra iguales o superiores habilidades y calificaciones que el señor Schiappa-Pietra?
El grado de embajador en el servicio diplomático no confiere per se méritos que hay que ganar, estudios que cursar, ni habilidades que caigan por gracia divina. ¡Eso es improvisación inaceptable en Cancillería!
Para afirmarlo, como lo hemos hecho cientos de veces y a lo largo de tantos años, no existe el requisito de ser embajador, sino el ser periodista con la sana costumbre de romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
El interés público es un concepto, el primero de los funcionarios al servicio del Estado vía sus distintos gobiernos. No hay otra motivación y si las hay no merecen estar en esos puestos y que se dediquen a otra cosa y allí les ajustaremos las cuentas.
Pero los riesgos de destruir los importantes avances logrados en años recientes en las gestiones institucionales de APCI y del Plan Binacional, no son circunstancias que abonen ¡en lo más mínimo! en puntos a favor de una gestión en Relaciones Exteriores.
Sería interesante que el ministro González Olaechea informe públicamente en torno a los avances de los equipos profesionales de ambas entidades y entonces se tomará conocimiento del porqué esos cambios tan sorprendentes.
Doyle ayuda al canciller: bajo la conducción de González Norris, APCI logró mantener los flujos de cooperación internacional hacia Perú, no obstante que somos ahora un país de renta media y que se han multiplicado las crisis humanitarias en el escenario mundial. Además, han mejorado muy sustancialmente los sistemas de información y de reporte sobre las inversiones realizadas con esos recursos.
En el caso del Plan Binacional Perú-Ecuador, Schiappa-Pietra, se hizo cargo de una entidad paralizada y desorientada por la altísima e ineficiente rotación de embajadores en el cargo de directores ejecutivos. Bajo su mandato, se adoptó un nuevo marco de gestión estratégica, se gestaron numerosos proyectos en educación, salud, ordenamiento territorial, desarrollo productivo, prevención de riesgo de desastres, desarrollo de capacidades entre las etnias awajún y wampis, y promoción cultural, entre otros, a través de los cinco departamentos de la frontera con el Ecuador.
09.01.2024
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