¡Ataques de fe, determinación sin límites, entusiasmo arrollador!
por Herbert Mujica Rojas
¿Por causa de qué en Perú anemizan, aletargadas en el tiempo y la desolación, las más brillantes iniciativas inteligentes que casi nunca merecen el comentario periodístico o el análisis exhaustivo de la diminuta comunidad intelectual cuanto que científica locales? En no poco, semejante y nada envidiable circunstancia se debe a la poca fe que tienen sus propios creadores en lo que hacen. El qué dirán prima, el terror al rechazo o la superchería que da por derrotada la lid aún sin antes haber subido a la tarima a definir posiciones, es notoria. La urgencia de ataques de fe es una necesidad nacional.
por Herbert Mujica Rojas
¿Por causa de qué en Perú anemizan, aletargadas en el tiempo y la desolación, las más brillantes iniciativas inteligentes que casi nunca merecen el comentario periodístico o el análisis exhaustivo de la diminuta comunidad intelectual cuanto que científica locales? En no poco, semejante y nada envidiable circunstancia se debe a la poca fe que tienen sus propios creadores en lo que hacen. El qué dirán prima, el terror al rechazo o la superchería que da por derrotada la lid aún sin antes haber subido a la tarima a definir posiciones, es notoria. La urgencia de ataques de fe es una necesidad nacional.
¿Hay renglones entre el fanatismo y la determinación sin límites? Me temo que sí. Y este es un momento afortunado para decirlo. El sectarismo por definición es ciego. No discrimina ni tabula escalafones, arrolla por consigna, destruye a quien se oponga a su meta sin que ésta demuestre algún tipo de bondad. ¿Qué hace la prensa cómplice con sus enemigos?: los basurea, envilece ante la opinión pública y no ganan las ideas sino las arengas adquieren ciudadanía aunque carezcan de savia o zumo de sabiduría. En cambio, la determinación sin límites es la convicción pura, hasta romántica, pero bien pensada y constructiva de mejores y más caros destinos en la vida del país. Esta virtud marca la diferencia entre masas aborregadas en la entelequia de la estupidez y las ganas de edificar estados-naciones, maquinarias líderes con horizonte de revolución geopolítica al modo que las culturas preíncas e incas desarrollaron en sus amplios confines.
Deviene obvio que los ataques de fe deben poseer determinación sin límites pero nada de esto haría posible la presencia de estas virtudes si es que no tienen entusiasmo arrollador. De este catecismo simple carecen los líderes peruanos en casi todo orden de disciplinas y quehaceres. El burócrata sigue ordenanzas, el ejecutivo es parte de la cadena de mando y el gobernante administra el poder que nace en empresas que hoy se llaman de una manera y mañana de otra. No hay dueños con rostro conocido, las multinacionales han impuesto una dominación de mil caras y orientaciones diferentes.
No hay buenas ni malas masas, sólo hay buenos y malos dirigentes, aforismo político y que tiene validez en un amplio margen de actividades. Si los liderazgos no tienen fe en lo que hacen por no estar convencidos de su papel directriz y, para colmo de males, ni siquiera están premunidos de entusiasmo mueve-montañas, entonces el resultado es un país de desconcertadas gentes que no saben qué quieren porque desconocen su historia y aceptan acríticamente cuanto cualquier gobierno les “persuada” que hay que acatar.
En el Día del Periodista no son impropias estas reflexiones. Abundan en claves impresionantes sobre las que el ciudadano raras veces repara porque está acostumbrado a pensar en nada y hace economía cerebral porque todo está digerido por los miedos de comunicación a los que no interesa la verdad sino que los negocios marchen en la dirección que dé más ganancias. Y para eso botan a diario toneladas de mentiras bien dichas o correctamente redactadas. Los hombres y mujeres que navegan en el apasionante ejercicio periodístico debían preguntarse si hay motivos suficientes para la celebración a secas. O, de repente, hay segundos para romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz y rebelarse ante la dictadura empresarial, la voz del mandón, el látigo del depósito quincenal que compra silencios y satisface una que otra vanidad.
El problema del Perú no es económico. ¿No tenemos reservas por decenas de miles de millones de dólares? Pareciera que la bronca no va por esta vía.
Importa quebrar, y hacerlo definitivamente, los moldes plásticos y frívolos de una república de juguete que no sabe qué fue y por eso ignora también hacia dónde va. En esa tarea impostergable, los verdaderos periodistas tienen una tarea ciclópea.
Lea www.voltairenet.org/es
hcmujica.blogspot.com
Skype: hmujica
http://www.voltairenet.org/article158183.html
Deviene obvio que los ataques de fe deben poseer determinación sin límites pero nada de esto haría posible la presencia de estas virtudes si es que no tienen entusiasmo arrollador. De este catecismo simple carecen los líderes peruanos en casi todo orden de disciplinas y quehaceres. El burócrata sigue ordenanzas, el ejecutivo es parte de la cadena de mando y el gobernante administra el poder que nace en empresas que hoy se llaman de una manera y mañana de otra. No hay dueños con rostro conocido, las multinacionales han impuesto una dominación de mil caras y orientaciones diferentes.
No hay buenas ni malas masas, sólo hay buenos y malos dirigentes, aforismo político y que tiene validez en un amplio margen de actividades. Si los liderazgos no tienen fe en lo que hacen por no estar convencidos de su papel directriz y, para colmo de males, ni siquiera están premunidos de entusiasmo mueve-montañas, entonces el resultado es un país de desconcertadas gentes que no saben qué quieren porque desconocen su historia y aceptan acríticamente cuanto cualquier gobierno les “persuada” que hay que acatar.
En el Día del Periodista no son impropias estas reflexiones. Abundan en claves impresionantes sobre las que el ciudadano raras veces repara porque está acostumbrado a pensar en nada y hace economía cerebral porque todo está digerido por los miedos de comunicación a los que no interesa la verdad sino que los negocios marchen en la dirección que dé más ganancias. Y para eso botan a diario toneladas de mentiras bien dichas o correctamente redactadas. Los hombres y mujeres que navegan en el apasionante ejercicio periodístico debían preguntarse si hay motivos suficientes para la celebración a secas. O, de repente, hay segundos para romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz y rebelarse ante la dictadura empresarial, la voz del mandón, el látigo del depósito quincenal que compra silencios y satisface una que otra vanidad.
El problema del Perú no es económico. ¿No tenemos reservas por decenas de miles de millones de dólares? Pareciera que la bronca no va por esta vía.
Importa quebrar, y hacerlo definitivamente, los moldes plásticos y frívolos de una república de juguete que no sabe qué fue y por eso ignora también hacia dónde va. En esa tarea impostergable, los verdaderos periodistas tienen una tarea ciclópea.
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