Por Rocío Ferrel
La televisión peruana se ha empeñado en no producir verdaderos programas para los niños. No sólo eso. En horario de protección al menor se atreven a envenenar cada vez con mayor atrevimiento a los pequeños.
Un ejemplo es lo visto con asombro por muchos padres de familia (que nos han escrito cartas de queja) en Canal 6 (Plus TV), que a traición los sorprendieron con sus hijos menores, a los cuales los sentaron a ver un programa con un panel donde había niños, sin pensar en lo que vendría.
Los niños del panel tenían aproximadamente cuatro años de edad, y sin ningún respeto la conductora arremetió con un tema para adultos, o por lo menos para adolescentes: las relaciones de pareja y enamoramiento.
En su portal lo admiten: “¿Qué ideas manejan los niños sobre lo que es el amor o el tener una pareja?, ¿qué piensan ellos sobre las separaciones? Hoy escucharemos a nuestro panel opinando al respecto junto a Mercedes Cardoso y un invitado especial: el actor Gonzalo Torres.”, dicen en el link http://plustv.pe/Nota/lunes-1-conversaciones-de-amor/).
¿Qué es lo que buscan?
Los conductores de ese programa buscan despertar desde esa edad tan temprana los apetitos sexuales, sin importarles que los menores no hayan establecido diferencias claras en lo que es correcto e incorrecto, pues por ejemplo, pueden exponerse a las relaciones abusivas con mayores o toqueteos entre ellos, lo cual a sus pequeñas mentes les puede parecer adecuado.
En el mejor de los casos no tiene ningún beneficio tratar de formar “chiquiviejos” y agredir su inocencia, pues los pequeños a esa edad deberían tener otros estímulos y ocupaciones apropiados, como juegos y aprendizaje sanos.
Se ha llegado a casos extremos, como cuando a pleno mediodía un par de sujetos hacía apología de la homosexualidad en Canal 2 (Frecuencia Latina) haciendo menciones explícitas y anatómicas del acto de sodomía.
Todo esto sucede desde la época del fujimontesinismo, que buscó envilecer a los peruanos, sin que haya ninguna voz de protesta de asociaciones de padres de familia, del Colegio de Psicólogos, de la Sociedad de Psiquiatría ni del Colegio de Profesores, mucho menos de parte del Colegio de Periodistas.
Pero en esta comparsa de “veo y callo” también entran aquellos que deberían protestar por su autoridad moral, como los líderes religiosos. Sólo vemos silencio de los jerarcas de la Iglesia Católica, de los evangélicos, judíos y otras agrupaciones religiosas. Parece que en el Perú tampoco quieren causar la molestia de los medios “no vaya a ser que se venguen de ellos”, traicionando así a su deber por cobardía o conveniencia. Más parecen interesados en salir a declarar para temas sociales o políticos que la misma prensa pone en debate.
Salvo raras excepciones honrosas, como Canal 11 (RBC), Roy Morris y otros, la gente de los medios tolera y convive con esta mugre, no osa criticar la morbosidad.
Como los gobernantes suelen subir para saciar sus apetitos y no para buscar el desarrollo del Perú, los contenidos degenerados en los medios no les interesa, todo está bien si el respectivo canal de televisión habla en forma halagadora de ellos y estos contenidos podridos sirven de psicosociales. No quieren molestar a los medios para no ganarse represalias y así colocan el interés superior de la sociedad y los niños por debajo de los fines de lucro y control de masas con veneno mental que perpetran sin asco varios canales de televisión.
En esta tónica, el Gobierno está muy contento con que el único freno para protección de los menores sea la Anda, Asociación de Anunciantes del Perú, que cumple un rol bastante débil, tibio y permisivo. Son como un filtro con hoyos grandes, donde mucho de lo malo y podrido puede pasar.
Vemos hasta la saciedad también a la primera dama Nadine Heredia proclamándose defensora de la niñez, pero calla ante la agresión moral y mental que se perpetra constantemente contra la niñez. No es capaz de proponer soluciones a este cáncer que corroe a la sociedad en lo más valioso: los menores. Sus hijos deben estar protegidos de esta telebasura en su casa, pero no muestra interés en proteger a los demás niños, que en su mayoría tienen madres ausentes que están buscando el sustento diario y dejan a la TV de niñera.
El control de los excesos no debe quedar en manos de medios (el ladrón nunca admitirá que robó) ni de anunciantes, pues tienen sus propios intereses. Debe responder la sociedad organizada y funcionar como en Canadá, donde barbaridades como las que vemos son imposibles porque pueden ser debidamente sancionadas y prohibidas hasta con retiro de la licencia, pues la moral no es subjetiva, como pretenden cuestionados personajes como Rosa María Palacios cuando defiende a la telebasura sin control.
Personas como Palacios pretenden no saber lo que es obsceno y ofensivo a la moral, pero hasta las personas que no tuvieron oportunidades de educación entienden el Capítulo XI, Ofensas al pudor público, del Código Penal, por ejemplo,:
Artículo 183.- Exhibiciones y publicaciones obscenas
Será reprimido con pena privativa de libertad no menor de dos años el que, en lugar público, realiza exhibiciones, gestos, tocamientos u otra conducta de índole obscena.
Será reprimido con pena privativa de libertad no menor de tres ni mayor de seis años:
1. El que muestra, vende o entrega a un menor de catorce años, objetos, libros, escritos, imágenes sonoras o auditivas que, por su carácter obsceno, pueden afectar gravemente el pudor, excitar prematuramente o pervertir su instinto sexual.
2. El que incita a un menor de catorce años a la ebriedad o a la práctica de un acto obsceno o le facilita la entrada a los prostíbulos u otros lugares de corrupción.
3. El administrador, vigilante o persona autorizada para controlar un cine u otro espectáculo donde se exhiban representaciones obscenas, que permita ingresar a un menor de catorce años.
Siendo esto tan claro, ¿por qué nunca actúa para sancionar el Ministerio Público, si son evidentes las obscenidades en la televisión? No sólo ese ministerio, sino que tampoco hacen algo el ministerio de Educación, de la Mujer, la Defensoría ni otras instituciones del Estado.
La Constitución señala que los medios de educación deben colaborar con el trabajo educativo del Estado, pero no lo hacen, por el contrario destruyen la labor educativa estatal y de las familias.