General Donayre: "Perú vencerá a Chile"
El general Edwin Donayre aceptó responder una entrevista al diario chileno El Mercurio. Pero de fuentes bien informadas se sabe que en su edición de este domingo la han reducido en forma desmedida. Por la importancia de los planteamientos del ex Comandante General del Ejército sobre las relaciones peruano-chilenas es que la publicamos en su integridad. (NdR).
—¿Cómo fueron sus días después de dejar el cargo de Comandante General del Ejército del Perú?
—Los días posteriores a mi salida de la Comandancia General del Ejército fueron gratificantes porque recién tuve una idea clara o precisa del aprecio y afecto de mis soldados y también del pueblo peruano. Me di cuenta que ello era resultado de la política implementada de acercamiento directo de puertas abiertas del Ejército a la población a través del apoyo social, participación en actividades costumbristas, religiosas, folkloristas, trabajo cotidiano etc. Durante ese tiempo recibí muestras de apoyo de muchos hombres de uniforme y también de instituciones ediles, patrióticas, regionales, gremios laborales, sindicatos, entre otros que, a contracorriente de la campaña desatada en mi contra, me cursaron invitaciones de reconocimiento del más diverso tipo, en el entendido que es una muestra de gratitud a todos los miembros del Ejército, así como fueron también días dedicados al estudio de temas centrales que aquejan al Perú.
—Cuéntenos un poco de usted. Como así surgió su vocación militar. ¿Es una tradición familiar?
—No hay una tradición familiar. Mi amorosa madre fue una maestra que me inculcó la disciplina alemana –pues tiene esa descendencia—y la chispa italiana, porque también corre por sus venas sangre peninsular y romana. Mi padre era un productor agrario que tenía sus propiedades hacendarias en Ayacucho, la tierra del general Andrés Avelino Cáceres. Era un hombre conservador, austero y justo. Ese clima familiar me ayudó a esforzarme a ser un buen alumno que me permitió ocupar el primer puesto en los cinco años de la secundaria en mi tierra natal, Ayacucho. Como procedía, además, de un hogar muy católico, se me vino una súbita vocación confesional, por lo que estuve dos años de seminarista. Luego ingresé a la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, al programa de Ingeniería Química, donde estuve un tiempo similar. Eran años de gestación de la violencia terrorista por lo que el clima universitario y académico era irrespirable. Hasta que la tradición de guerreros ancestrales de los chankas, pokras, incas y breñeros de mi pueblo, que jugó un rol protagónico en la historia del Perú y América del Sur, me llevó a la Escuela Militar de Chorrillos, alma Mater del Ejército peruano.
—¿Cómo han sido sus días después del video que se difundió y cuyo contenido afectó las relaciones entre Perú y Chile? ¿Cómo se ha sentido?
—Antes quiero hacer un paréntesis. He aceptado esta entrevista para El Mercurio porque sé que es un diario serio, más allá de nuestras discrepancias históricas y del momento. Y le he aceptado a usted, señor periodista, en circunstancias que no estoy dando entrevistas, porque sé de su calidad profesional desde que fuera un cronista destacado en el Congreso de la República del Perú. Dicho esto voy a ser sincero con el público de El Mercurio sobre el vídeo colgado en YouTube, sin ánimo de abrir heridas, creo ya cicatrizadas, que pudieron producir un comentario en una reunión privada, íntima si cabe el término y en un ambiente informal y coloquial, es decir nada oficial. Sucedió en Arequipa, con mis paisanos ayacuchanos allí afincados, algunos contadores públicos, es decir no era una reunión castrense sino de puro paisanaje.
Pues bien, yo preguntaría a los militares de cualquier país, sobre todo de Chile, Ecuador y Argentina, ¿cuál sería su respuesta ante la interrogante de un hipotético caso de ser agredido o invadido su país?
En principio, debemos asumir que cada hombre responde desde su perfil profesional. Ante tal escenario, un diplomático, por ejemplo, dirá que se vería obligado a desplegar todos los esfuerzos en su campo para contener un eventual ataque; un sacerdote implorará ante Dios y moverá cielo y tierra en el Vaticano para evitar toda confrontación con tal de salvar vidas y almas… Pregunto, ¿cuál sería la respuesta, sin ir muy lejos, de un militar chileno en un escenario similar donde el agresor hipotético fuera el Perú? Y en mi caso, siendo militar y jefe del Ejército peruano, ¿qué querrían que respondiera, en un contexto informal, coloquial, privado y de ambiente jocoso, en circunstancias en que el Perú presentó la demanda del diferendo marítimo en La Haya, que propició que políticos de ambos países intercambiaran expresiones de grueso calibre y más aun en forma pública?
Dejémonos de tanto escándalo. Y es que para nosotros, los soldados del Perú, que vivimos años de violencia y conocemos de cerca lo que significa el dolor, sufrimiento y angustia que acarrea un conflicto, sería insensato embarcar a nuestro pueblo -que amamos—en una aventura bélica. Sin embargo ello no significa caer en la ingenuidad, ser incauto ni mucho menos ser tomado como una debilidad, pues lamentablemente ningún país que ha tomado por la fuerza ha sido disuadido con argumentos de la justicia.
—¿Después del incidente logró comunicarse con sus colegas militares chilenos? ¿Recibió algún comentario de ellos, del general Izurieta, o de algún militar chileno amigo? Se informó que usted les envió una carta ¿Qué les dijo? ¿Qué le dijeron?
—Se conoce oficialmente que envié una carta al general Izurieta y todo lo que expresé es de conocimiento público.
—¿Es consciente de que sus dichos difundidos lastimaron las relaciones con Chile? A nivel de gobierno y diplomático estas no se han reactivado todavía al 100 por ciento. Teniendo en cuenta el liderazgo que usted ejerce en su país, ¿Cómo puede contribuir usted a que eso se revierta?
—El mismo hecho de que haya aceptado esta entrevista para la prensa chilena contribuye a aclarar y superar un impasse intrascendente. Le diré una gran verdad: si salieran a luz lo que hablan los militares de todo el mundo, sobre sus amigos y enemigos, sobre aliados y países “suecos”; lo que —no me cabe duda—hablan coloquialmente por separado jefes árabes e israelíes, talibanes y norteamericanos, por poner ejemplos extremos, con seguridad que ya se habría declarado la tercera guerra mundial.
Lo que quiero decir es que este vídeo es un incidente sobredimensionado por intereses políticos y mediáticos. Es un tema adjetivo frente a temas sustantivos que tienen que ver con el avance, en medio de la complejidad de las relaciones peruano-chilenas, hacía una buena vecindad y una región más integrada.
Eso tiene que ver también, aunque no nos guste, con una suerte de calentamiento de este último foco de tensión geopolítica de América latina que viene del siglo XIX. Me refiero a la frontera tripartida entre Perú, Chile y Bolivia. Esa lógica se reaviva al margen de un vídeo y tiene que ver con el diferendo limítrofe por el Mar de Grau y el contencioso que está en la Corte Internacional de La Haya, amén de otros problemas trabajados en “cuerdas separadas”.
—¿No considera perjudiciales los nacionalismos excesivos o enfermizos en cada país? ¿No cree que le hacen daño a las relaciones?
—El sentido común señala que todo en exceso es dañino. Los nacionalismos desmedidos llevan al chovinismo y a las guerras. Por lo que debe quedar en claro que tampoco soy chovinista. Yo simplemente soy un peruano auténtico como todos los peruanos, que, al margen de toda prédica de amistades y hermanamientos, también tiene en claro ese aserto de que los países no tienen amistades sino intereses. También tengo bien en claro que "los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla", así como aquel país que prefiere la deshonra o el deshonor, se condena a sí mismo a ser esclavo y reconocer a tener amos.
—¿Cree que el hecho de que haya tantos peruanos viviendo y trabajando en Chile y tantas inversiones chilenas en el Perú, debe dar paso a una nueva era en las relaciones, superando las diferencias?
—Cierto. Pero aquello es apenas parte del problema, que es definitivamente integral, que puede ayudar a superar lo que alguien llamó la difícil vecindad entre Perú y Chile. No olvidemos que en 1998 en Lima y Santiago se definía que las cuestiones pendientes eran la ejecución del Artículo 5to del Tratado de 1929, la cuestión de la delimitación de la frontera marítima, y la atención, a petición chilena, de llegar a un acuerdo sobre protección de sus inversiones en el Perú.
La vergonzosa “ejecución” del referido artículo 5to ya es historia, pero es bueno recordar, a quienes lo firmaron, que el muelle no está dentro de los 1575 metros de la bahía de Arica como dice el Tratado del 3 de junio de 1929 y no ha sido refrendado por el Congreso peruano. La delimitación de la frontera marítima se ha convertido en un contencioso que está en el Tribunal de La Haya. La petición austral del resguardo de sus inversiones toma forma de un TLC que empezará a regir el 1 de marzo, aunque el Congreso peruano tampoco lo haya aprobado.
Pues bien, sin hablar del acta de ejecución del Tratado de 1929, debemos ser conscientes y realistas que los problemas de la difícil vecindad se viabilizarán cuando se solucione el diferendo marítimo en La Haya y cuando exista equidad en las relaciones económicas, financieras y comerciales, porque es cierto que este tipo de relaciones fomentan la paz sólo cuando son simétricas que generan interdependencias y ventajas mutuas; caso contrario son motivo de controversias, disconformidades y desacuerdos. En esta perspectiva, el problema migratorio es un ítem, importante por cierto, pero una parte de la agenda bilateral.
Los problemas peruano-chilenos empezarán a solucionarse cuando las dos partes eviten resbalar por la fácil e irresponsable pendiente de los histerismos, de los videítos para las campañas mediáticas, de las ridiculizaciones y racismos que en nada benefician a ambos países. En perspectiva más amplia, digamos histórica, peruanos y chilenos nos veremos como hermanos cuando en el Mapocho haya una conciencia mínima de lo que en verdad fue la guerra de agresión contra el Perú en 1879, muy diferente por cierto de lo que se enseña en la historia oficial chilena.
Cuando eso suceda, porque hacia eso marcha buena parte de la opinión pública en Chile, sobre todo la juventud, incluido peruanistas famosos de vuestro país y el Comité “Devolvamos el Huáscar”, el Perú –donde evoluciona una lógica parecida—solo esperará satisfacciones, tal vez sin llegar a lo que los juristas llaman reparaciones, como ha sucedido en toda sociedad civilizada, siendo el ejemplo más evidente la Europa de post guerra que ejecutara los acuerdos de la Conferencia de Postdam.
Cuando ese día llegue, los problemas de la devolución del monitor “Huáscar” y de los libros peruanos de la Biblioteca Nacional que tomó Chile como botín de guerra serán tomados como gestos que ayudaron a solucionar una controversia histórica. Sólo así se superará paulatinamente el sentimiento antichileno de vastos sectores peruanos alimentado por los políticos cuando se caen en las encuestas, como también sucede al otro lado de la frontera. Y viceversa, sólo así será superado en Chile el odio anti-peruano retroalimentado por los sectores más xenófobos, chovinistas y belicistas, que, como señala el historiador chileno Sergio Grez Toso, han encontrado en los peruanos avecindados en el país del sur un chivo expiatorio para que la gran masa de chilenos descargue en ellos sus frustraciones y sus neurosis.
—¿Cómo evalúa la demanda peruana presentada ante La Haya? ¿Cree que le será favorable al Perú?
—Hay un equipo que viene tratando el tema. Cada país tiene una lectura de los antecedentes y documentos oficiales de esta controversia. Obviamente espero que el fallo sea en estricto apego a la legalidad internacional, a la justicia y a la equidad.
—¿Considera prudente una homologación de gastos militares entre Chile y Perú? ¿Es factible?
—Claro que sí, pero depende de la voluntad política de ambos Estados y sus gobernantes. Del lado peruano hemos visto iniciativas que han llegado hasta el desarme unilateral en el gobierno del doctor Alejandro Toledo. Esas buenas intenciones no han tenido su correlato en el Palacio de la Moneda. Repito, todo depende de la voluntad política, sobre todo del lado chileno, porque si no somos consecuentes con lo que decimos pensamos y actuamos, definitivamente estaríamos perdiendo el tiempo y frustrando nuestros sueños de paz y hermandad.
—¿Qué opinión tiene de Chile? ¿Perú sigue viéndolo como un potencial enemigo o viceversa? ¿Cree que en algún momento se podrán superar las diferencias?
—Sobre la superación de nuestras diferencias ya lo he expresado en pregunta anterior. En la actualidad Chile se ha abierto un espacio en el concierto latinoamericano y mundial con grandes expectativas. Pero como soldado siempre veré con recelo toda carrera armamentista, venga de donde venga, más aun desde que un alto jefe chileno dijera en pronunciamiento oficial “que el Perú no requiere ser invadido si podemos comprarlo”; o aquel otro comentario para el que “los intereses de Chile van más allá de sus fronteras, y si nos crean problemas, para eso están las fuerzas armadas".
Al margen de estas altanerías y bravuconadas de corte provocador, los dos países desde hace décadas nos encontramos en una emulación económica, unas veces sana y otras no. Pero emulación al fin, lo que es bueno. Y debo decir, con legítimo orgullo, que el Perú ganará la emulación económica, no sólo por los diez años de impactante y continuado crecimiento económico, al extremo que el Perú moderno poco tiene que ver con el retrasado Perú tradicional, sino porque es un país de ingentes riquezas que no existen en tal magnitud en otros países limítrofes.
Lo pondré de otra forma: un periodista peruano dice que al sur Chile tiene la Patagonia gélida y los pingüinos; al este a una Argentina que no la quiere; al oeste el océano Pacífico donde están los tiburones, prestos y boquiabiertos. ¿Hacia dónde entonces debe virar su desarrollo ulterior? ¿Será al Perú, es decir al norte, donde hay agua, gas, selvas inconmensurables, un mercado en crecimiento, Machu Picchu, gastronomía mundialmente reconocida, gente amigable y noble? Pues bien, si hay reciprocidad, bienvenidos, pero sin altanerías, sin carrera armamentista, sin asimetrías, sin complejos de superioridad, en la perspectiva de la solución definitiva de nuestros diferencias históricas, en un clima de paz, solidaridad y hermandad SINCERA Y FRANCA. Yo apuesto por esta senda.
—¿Tiene proyectos políticos a futuro? ¿Cuáles son? Se comentó que podría ser candidato al congreso, a un gobierno regional e incluso en alguna plancha presidencial. ¿Le interesa participar en política?
—Para servir a su país, uno no requiere necesariamente un cargo político sino una conducta sencilla y humilde, con sacrificio y responsabilidad, anteponiendo el interés del pueblo y la satisfacción de sus necesidades.