Balada de la bicicleta

Cerezos en flor
Primavera

Por Ángel Pasos

Descendemos un puerto de montaña. Hay algo especial en el ambiente, los días se alargan, se vuelven perfectos… Es primavera. Todo mi ser grita a mi corazón que quiere resurgir. El corazón responde como un animal en celo. Se agita el alma. Es la vida que todo lo impregna. Es la vida que se abre paso a través de cada poro de la piel. Mi cerebro se prepara para esta magnífica eclosión. Millones de neuronas explotando en un inmenso espectáculo de química perfecta. Las cosas vibran y lanzan su mensaje al viento.


Ahora no hay tiempo para el sueño. Cada minuto cuenta. Los locos y los genios se agitan impacientes, los hombres y mujeres luchan por su felicidad, los escritores, los artistas, los músicos, los sabios de este mundo, sueñan en sonidos y en silencios.

Toda la intensidad, el fragor de la naturaleza y de la vida se despliegan ante mis ojos asombrados. Es el comienzo de un ciclo, el deshielo de la razón, el canto al genio y a la locura. La hipotermia de lo insignificante, sensato y racional.

El rito de la naturaleza ha comenzado. Todo florece. Le crecen a la vida sus hombres, sus mujeres; arden sus rostros de pasión y en sus ojos, sus manos, sus gestos… En cada pequeña curva de sus cuerpos, encuentra cada ser humano, en otro, una respuesta. La vida se agita y se estremece, vibra y pugna por escapar, sentir, crecer, volar, saberse viva.

El alma pugna por alejarse de lo trivial y cotidiano. Es la llamada de la naturaleza. La riada anual que nos arrastra, el ciclo interminable, el volcán ancestral, la aurora perfecta de la creación. Hay un sonido, un color, un sabor, que impregnan cada sentimiento. Nada escapa a esta fascinante primavera. Todo está tan cargado de vida y belleza, todo es tan perfecto e intenso, que produce un dulce dolor.