Salud también para el medioambiente
Por Rocío Ruiz-Calero (*)
Los grandes hospitales urbanos pueden generar más de dos millones de toneladas de residuos cada año y consumen una media energética que alcanza los 15 millones de euros. El problema derivado del manejo y la disposición de los desechos plantea la necesidad de centros que puedan gestionar sus residuos biosanitarios de forma autónoma, así como adecuar su actividad a prácticas de eficiencia energética.
En la mayoría de las clínicas y hospitales, el tratamiento y la gestión de los residuos hospitalarios consisten en desecharlos todos juntos: papeles de la recepción, materiales de cirugía, medicamentos… para luego quemarlos en incineradores. La Agencia de Protección Ambiental de EEUU identificó este mecanismo de eliminación de desechos como principal fuente de emisión de toxinas, mercurio, plomo y otros contaminantes del aire que amenazan la salud humana y el medio ambiente.
Otros centros optan por disponerlos como residuos comunes, es decir, que se entregan a los servicios urbanos de recolección y acaban en vertederos abiertos, lo que pone en riesgo de contagio a las personas que buscan entre la basura.
La Unión Europea trabaja en una directiva sobre la emisión de gases procedentes de la incineración de residuos peligrosos a través del establecimiento de unos límites muy estrictos en cuanto al tipo de hornos y a la eficacia de los equipos de limpieza de gases. Para cumplir estos límites es necesario instalar incineradores de tecnología moderna, dotados de un hornoespecífico y de un sistema de lavado de gases de alta eficiencia. Una instalación técnicamente muy sofisticada que requiere una explotación y un mantenimiento especializados. La correcta gestión de los residuos sanitarios permite disminuir el riesgo hacia la salud y el medio ambiente pero resulta bastante más caro que la eliminación de los desechos comunes. Esta es una de las razones por la que los centros sanitarios deben plantearse la necesidad de minimizar la producción de residuos, y así disminuir los costes y optimizar los procesos.
El ahorro energético se ha convertido en otra de las prioridades de las Administraciones ya que tienen que cumplir la legislación vigente de eficiencia energética. Para ello, juegan un papel importante las nuevas tecnologías, los productos ecológicos y aquellos con un ciclo de vida más largo que están apareciendo en el mercado sanitario. Los LEDS, son un ejemplo. Un tipo de luz que consume cinco veces menos y dura 10 veces más que las halógenas, su reciclaje es una buena forma de eliminar las emisiones de mercurio y de reducir los residuos y la disposición de material tóxico. El uso de gas natural en vez de gasóleo, el aprovechamiento de la condensación de los equipos de aire acondicionado o la compra de equipos energéticamente eficientes, son otras de las prácticas ambientales que pueden llevarse a cabo en los centros hospitalarios.
Las decisiones de compra de los hospitales cumplen un papel muy importante, tanto manera directa como indirecta, en la salud ambiental. Estas decisiones influyen sobre la forma en que se producen los alimentos, la manera en que son empaquetados, consumidos y descartados. Es lo que se denomina la alimentación ecológica, que también se da en los hospitales, que respeta el medio ambiente, es viable a nivel económico y responsable a nivel social.
La política ambiental de hospitales, clínicas y centros de salud requiere de importantes cambios y la introducción de medidas para optimizar sus recursos y producir energías menos contaminantes. Minimizar la cantidad y toxicidad de residuos, reducir el consumo de electricidad y adoptar políticas para el empleo de productos, materiales y químicos más seguros es la garantía de un sector que no sólo vela por la salud de las personas, sino también por la del mundo en el que viven. Que el termómetro de mercurio deje paso al eléctrico.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.