Machu Picchu: Una de las maravillas de la humanidad

machupicchu maravillasTurismo y dignidad nacional

Se acaba de reconocer en Suiza a Machu Picchu como una de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo, resultado que culmina una intensa campaña —en la que no estuvo ausente el gobierno peruano— encaminada a conseguir en internet el mayor número posible de votos a favor de nuestra ciudadela incaica. Terminó todo y Machu Picchu obtuvo su lugar, junto con la Gran Muralla China, las ruinas de Petra (Jordania), entre otras.
Ante la algarabía que causa la noticia, es pertinente formularnos algunas preguntas: 1) ¿Este concurso ha tenido carácter oficial, ha estado respaldado por alguna institución internacional apropiada para el caso o por un equipo de especialistas? La respuesta es no. Se trata de algo extraoficial. Además, Machu Picchu ha concursado con construcciones modernas, como la ópera de Sideney o el Cristo de Brasil. 2) ¿Y si la votación internacional no alcanzaba el porcentaje que se consiguió? Pues entonces, diríamos “Según la votación, Machu Picchu no alcanzó figuración alguna. ¡Qué pena!”; en otras palabras, se ha incurrido en la tremenda estupidez de someter a votación cosas que tienen un valor intrínseco y una presencia histórica imponente. ¡Un poco más y se somete a votación el determinar si el Perú está situado o no en América del Sur!

Beneficiados

Aunque los organizadores de esta votación pueden haber tenido la ingenua intención de otorgar un reconocimiento (diferenciado) a elementos exponentes de la civilización y cultura de diferentes países, los resultados son poco menos que insulsos, desde una perspectiva cultural e histórica. Sin embargo, desde el punto de vista comercial, una consecuencia será una mayor afluencia de turistas a los sitios históricos o monumentales que aparecen en los primeros puestos.
 
¿Necesita el Perú más turismo? ¿Necesitan Cusco y Machu Picchu más turistas? Por lo que sabemos, los turistas llegan al Cusco permanentemente y los restaurantes, hoteles y otros alojamientos no pueden quejarse de falta de clientes. Quien sí se queja es Machu Picchu: tan claro es esto, que se reconoce que la ciudadela no podrá resistir mucho tiempo más la depredación ambiental y el deterioro causados por la continua corriente de turistas.


Perlas

En un país subdesarrollado y saqueado como el Perú, el turismo representa un alivio, en la medida en que permite dar trabajo a buen número de personas; pero se le da demasiada importancia. Los sucesivos gobiernos del Perú, incapaces de resolver los problemas de tener más de la mitad de la población en estado de pobreza o indigencia, promueven el turismo para evitar que la gente reclame otras maneras de salir de su paupérrima situación. ¿Qué precio tiene esto? Un precio muy alto. Los turistas traen dólares necesarios para la economía del país, pero también han introducido y agravado el hábito de consumir drogas. Hay más.
 
El sida llegó al Perú procedente de otras latitudes, a través de turistas promiscuos. El turismo fomenta la prostitución, incluyendo la prostitución infantil. En este comercio venéreo tenemos el patético caso de las bricheras, especializadas en prostituirse con extranjeros (ellas lo hacen en busca de dólares y a veces entre sus clientes pescan marido y así hoy vemos felices parejas de peruanitas con su gringo); y los bricheros, que igual —mediante favores sexuales— consiguen dinero de una gringa o de un gringo (para ellos no hay diferencia, le entran a todo).

Construcción de imagen

Todos los peruanos respetamos el pasado incaico y preincaico, y es correcto que así sea; pero poner mucho énfasis en ello es reconocer que los peruanos contemporáneos no somos capaces de mostrar al mundo algo que valga la pena, hecho por nosotros y no por nuestros antepasados. Es como si todo el tiempo estuviéramos mencionando el nombre de un antepasado ilustre, sin hacer nada por dejar de ser cada uno de nosotros un don nadie, un NN; o como en el fútbol, en que se sigue hablando de las glorias de la selección olímpica de 1936 cuando hace 25 años que no podemos clasificarnos a un campeonato mundial; o como algunos marinos que dicen ser herederos de Miguel Grau pero ponen en la Escuela Naval una efigie en bronce para honrar la infame memoria del delincuente chileno Arturo Prat.
 
No, señores, Respetar nuestro pasado, sí; pero también construyamos ahora algo que haga sentir orgullo a las siguientes generaciones. ¿Porque cuál es ahora la imagen internacional del peruano? Los peruanos que llegan a un país extranjero son vistos, en el mejor de los casos, como muertos de hambre dispuestos a trabajar en cualquier cosa, como menesterosos que alcanzan la gloria al conseguir un trabajo de sirvientas, mozos o albañiles; si no es eso, que es la mejor de las posibilidades, el peruano que va al extranjero es considerado posible ladrón o traficante de drogas, lo cual explica la seguidilla de maltratos y discriminaciones que sufren los peruanos en aeropuertos y pasos fronterizos. Hay que entenderlo bien: en el extranjero no nos quieren ni se conoce país alguno que quiera llenarse de peruanos. Ni siquiera en naciones que necesitan atraer inmigrantes para lograr el equilibrio demográfico nos quieren; porque saben que la prolífica peruana que fácilmente puede tener entre cinco y diez hijos es una mujer pobre cuyo estado físico actual es resultado de generaciones de familias desnutridas y con el potencial genético posiblemente dañado.

Como están las cosas, el Perú es una potente fábrica de producir pobres e indigentes en masa, a los que exporta como una forma de aliviar las presiones sociales. Los políticos se niegan a reconocer esta realidad y siguen haciendo girar el carrusel de pobreza, corrupción y engaño del cual no tenemos cuando salir.

Reciprocidad de trato

Conocidísimo es que en Europa, los Estados Unidos y muchos otros países ponen toda clase de requisitos y trabas para impedir que los peruanos ingresen a su territorio. De eso no podemos quejarnos, son libres de hacerlo y cada cual sabe a quién deja entrar en su casa. Dicho esto, debemos preguntarnos qué hacen las autoridades del Perú para enfrentar esta realidad. Respuesta: no mueven un dedo, no dicen “esta boca es mía”. Cierto es que ningún gobierno peruano puede dictarle a otro país las normas o requisitos que rigen para recibir peruanos; pero lo que sí puede y debe hacer el actual gobierno —si siente como propios los maltratos y vergüenzas que pasan los peruanos que viajan al exterior— es establecer una necesaria reciprocidad.
 
Esto significa, por ejemplo, que si Inglaterra, Dinamarca, Liberia, Francia o Birmania establecen tales y cuales requisitos que restringen la entrada de peruanos, el Perú implantará esos mismos requisitos y restricciones* aplicadas a los ciudadanos de Inglaterra, Dinamarca, Liberia, Francia o Birmania que deseen visitar el Perú. Además, si en cualquier país se niega el ingreso de un ciudadano peruano sin expresar el motivo, pese a que cumple los requisitos, el Perú se reservará el derecho de negar el ingreso a nuestra patria del próximo ciudadano de ese país que desee cruzar nuestras fronteras (por supuesto que se le negará el ingreso sin decir por qué).
Ya es tiempo de hacernos respetar y de dejar de abrir las puertas de par en par a cualquiera que llegue al Perú con algo de dinero. Como nos tratan en otros países debemos tratarlos acá. No por ser pobres valemos menos que ellos. Los que se benefician del turismo, algunos políticos corruptos y otros rateros disfrazados de funcionarios ministeriales dirán que la reciprocidad de trato va a espantar a los turistas, que más bien se les debe dar todas las facilidades aunque los ciudadanos peruanos sean discriminados y maltratados en el extranjero. No, mercachifles y corruptos, primero está el amor propio nacional, la dignidad de peruanos, el sentir que nos afecta personalmente el maltrato que sufren nuestros compatriotas en otras tierras.
Una sobrevaloración del turismo tiene otros efectos negativos, por ejemplo en la educación. Nos referimos a los “feriados largos” implantados por Alberto Fujimori y respetados con alegría por el actual gobierno, que con el pretexto de fomentar el “turismo interno” desea asegurarse de que los niños y adolescentes que estudian en centros educativos estatales pierdan horas de clase (¡total, si son hijos de gente pobre que pierdan clases por los feriados largos o por las huelgas del Sutep, qué importa!). Por supuesto que de estos feriados largos nada dicen ni el ministro de Educación, ni el Sutep, ni el presidente de la república. ¡Que siga la fiesta turística! ¡Que siga empeorando el nivel educativo de nuestra niñez y juventud!

Estamos seguros de que cuando asumiendo la vergüenza nacional de aceptar como algo normal el maltrato de peruanos en el exterior y reaccionando consecuentemente se implante la reciprocidad de trato, la situación del turismo no empeorará; al contrario, posiblemente mejore. Por ejemplo, veremos menos turistas mochileros, que vienen con poco dinero, menos sidosos promiscuos y menos adictos a las drogas que nos visiten; y posiblemente llegue a nuestra patria más gente adinerada que pueda superar los requisitos que selectivamente imponga el Perú. Aunque entre peruanos sabemos que unos valen más que otros y que el pobre, además de valer y merecer poco, casi no tiene derechos, al menos en lo referente a abrir nuestras puertas establezcamos las diferencias necesarias. ¡De puertas para afuera, un peruano no vale menos que un extranjero!

 

____________________

* Si en cualquiera de esos países al peruano ingresante toman sus huellas digitales y lo fotografían para hacerle su ficha, lo mismo deberá hacerse con lo ciudadanos de esos países que vengan acá. Si los peruanos viajantes aguantan todo eso, ¿por qué no ha de ser bueno ese mismo tratamiento para la gente de ese país que venga acá?