Narcisismo o inconsciencia, los motivos más habituales de no reconocer nuestra propia incompetencia. En las culturas patriarcales se observa más en el colectivo masculino.
Hay quienes, a pesar de no tener conocimientos bursátiles, se atreven a aconsejar sobre las acciones que debes comprar en bolsa. O que se ven superiores al resto de sus colegas de trabajo, aunque los resultados no les avalen. Hay quienes piensan que tienen un don para la comedia o que sus habilidades para el canto son extraordinarias cuando claramente no es así. Sufren el llamado efecto Dunning-Kruger, que consiste en no calibrar adecuadamente las habilidades reales, valorándolas demasiado positivamente. «En ocasiones somos felizmente inconscientes de nuestra incompetencia, lo que es una bonita manera de decir que vivimos felices sin saber la verdad», afirma Marta Calderero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Como explica la profesora de la UOC, fueron los psicólogos David Dunning y Justin Kruger quienes descubrieron que parece que nos convertimos en miopes cuando se trata de percibir nuestras limitaciones, un hallazgo que les valió el premio Nobel. Concretamente, en su investigación hallaron que hay personas que tienen una opinión desmesuradamente favorable sobre sus habilidades intelectuales y sociales. Y, al no tener ni idea de ello, no son capaces de actuar correctamente. «Esto nos hace entrar en un bucle sin salida: a medida que vamos actuando equivocadamente, vamos adquiriendo experiencia errónea, y eso nos lleva a hacer una tontería tras otra», señala Marta Calderero.
En el estudio, los investigadores norteamericanos encontraron que las personas que habían obtenido los resultados más bajos en pruebas de gramática y lógica sobreestimaron enormemente la percepción que tenían sobre lo bien que lo habían hecho, algo que explicaría casos paradójicos como por qué los españoles no se avergüenzan en exceso de no tener un buen acento en lengua extranjera, a pesar de que se sientan incómodos hablando otro idioma.
Error de calibración
Pero parece que es en el área social, en concreto, la humorística, donde peor medimos nuestras habilidades reales. Al menos ese fue el resultado de la investigación de Dunning y Kruger, en la que hallaron que el efecto bautizado con su nombre era aún más evidente al analizar el rasgo humorístico, como muestra el hecho de que las personas que no tenían ni pizca de gracia se autopuntuaban con un 6, recuerda la profesora Calderero.
¿Cómo puede ser que alguien crea que baila bien si parece tener dos pies izquierdos? ¿O que esté convencido de que es un gran conductor a pesar de que todos los pasajeros pisen imaginariamente el freno cada vez que el conductor debería hacerlo? La respuesta está en nuestro cerebro. «Parece que todo ello se debe a un error de calibración. A nuestro cerebro le cuesta ser preciso y no calcula bien el margen de error, es decir, cuando nos piropeamos a nosotros mismos no nos damos cuenta de si estamos pasándonos un poquito o un montón», explica Marta Calderero.
La pregunta, entonces, es por qué se da ese error de calibración, y en opinión de Mireia Cabero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, hay dos posibles motivos. «El sesgo cognitivo que nos lleva a sobrevalorarnos sin ser conscientes de nuestra ignorancia puede ser por motivos inocentes, como la falta de consciencia, o por motivos más personales y que necesitan ser reparados, como la inseguridad, la necesidad de demostrar o el narcisismo», advierte.
Según Cabero, esta es la razón por la cual, en las culturas patriarcales que han quitado valor a la mujer y han potenciado la valía del hombre, constan más experiencias de este tipo entre el colectivo masculino. Por el contrario, las mujeres suelen sufrir más el llamado síndrome del impostor, que se puede resumir en que hay personas que tienen dificultades para aceptar sus logros como mérito propio, por lo que los atribuyen a otros motivos y sufren un constante temor a ser descubiertas como una especie de impostoras.
Soluciones
En cuanto a lo que podemos hacer para deshacernos del efecto Dunning-Kruger y ser más realistas respecto a nuestras habilidades, los expertos afirman que no todo está perdido. Según Mireia Cabero, podemos cuestionar nuestra autopercepción tomando consciencia de nuestra definición personal y profesional y preguntándonos si tenemos razones reales para vernos de esa forma.
Así, podremos construirnos un autoconcepto real, basándolo en hechos, no en suposiciones o en sensaciones y emociones, para lo que recomienda escuchar los feedbacks que recibimos sobre cómo somos vistos por otros. «De esa forma, tendremos más información sobre nuestra imagen externa, siempre que tengamos claro el marco de la comparación con otras personas», recuerda.