En tiempos de virtualidad y portabilidad, las aplicaciones de aprendizaje de lenguas viven un bum que no ha parado de crecer. La app más popular de todas, Duolingo, ya supera los ochenta millones de usuarios activos cada mes. Los precios asequibles, la posibilidad de aprender desde cualquier lugar en un horario flexible, la comodidad y la experiencia lúdica que ofrecen son algunas de las causas de su expansión
Por motivos laborales, para comunicarnos con la familia de una pareja extranjera o para hacernos entender en algún viaje durante las vacaciones. Las razones para aprender nuevos idiomas son variadas y también lo son las formas de conseguirlo. Entre los métodos preferidos por muchos encontramos el aprendizaje a través de aplicaciones móviles como Duolingo o Babbel, entre otras muchas. Creadas hace unos años, todavía siguen sumando mayores volúmenes de descargas mes a mes, y tienen millones de usuarios en todo el mundo que practican sus ejercicios diariamente. Sin embargo, la gran pregunta es si estas apps de moda sirven verdaderamente para aprender una lengua, o si son un complemento al aprendizaje que no permite abandonar por completo la enseñanza tradicional.
El estudio de lenguas extranjeras ha seguido varias formas a lo largo de los años, apoyándose en la tecnología para ofrecer métodos de aprendizaje innovadores con mayor o menor éxito. Los programas para aprender idiomas por ordenador, los predecesores de las actuales apps, tienen el origen en los años setenta, cuando se utilizaban en las universidades y a escala muy limitada. Dos décadas más tarde, en los noventa, se produce un punto de inflexión con su comercialización. “En los años noventa se vive un bum de academias sin profesor, mayoritariamente para aprender inglés. En Cataluña tuvieron éxito algunas como Opening o Wall Street Institute, y que, seguro que mucha gente recuerda”, remarca Joseph Hopkins, director del Centro de Idiomas Modernos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). En un primer momento, estas academias ofrecían ejercicios por ordenador que solo se podían hacer desde el centro, pero poco después se empezaron a desarrollar programas parecidos en formato CD, de modo que se podía estudiar fácilmente desde casa.
En nuestros días, la expresión más innovadora que nos brinda el mundo digital son las aplicaciones móviles, altamente anunciadas como una forma de llevar la academia de idiomas en el bolsillo. Un argumento que parece haber servido para convencer a un buen número de personas en todo el mundo: los usuarios activos diarios de Babbel —uno de los servicios más utilizados— ascendieron a 750.000 en enero del 2022, mientras que la aplicación se descargó 966.980 veces en septiembre del 2023. La rumana Mondly, que ha ido adquiriendo notoriedad en los últimos tiempos, tuvo 1,28 millones de descargas en enero del 2023. La app más popular de todas, Duolingo, contaba con 83 millones de usuarios activos mensuales y 5,8 millones de subscriptores de pago a finales del tercer trimestre del 2023, un 57 % más que el año anterior.
Los precios asequibles, la posibilidad de aprender desde cualquier lugar en un horario flexible, la comodidad y la experiencia lúdica que ofrecen son algunas de las causas de su expansión. “El paso del ordenador al móvil es el cambio de formato más determinante de estas academias, porque implica ciertas cosas, como por ejemplo implementar la ludificación”, apunta Hopkins. “En este sentido, un elemento motivador de estas apps es que a medida que avanzas vas ganando premios e insignias. Es un recurso que mejora la experiencia porque, desde mi punto de vista, los ejercicios que ofrecen son, en general, bastante aburridos”, añade.
Ahora bien, la gran pregunta es si las apps pueden sustituir el aprendizaje tradicional a la hora de ayudarnos a dominar todas las facetas del idioma —la correcta comprensión, la conversación y la expresión escrita— desde la primera toma de contacto con la lengua hasta un nivel de cierta complejidad. “Desde el momento en que se empezaron a comercializar los CD para estudiar en casa, lo que realmente incorporaban los programas era una serie de ejercicios que iban muy bien, pero que al final eran lo que se conoce como workbooks digitalizados. Simplemente, en vez de tener que esperar a que un profesor los corrigiera, te daban la respuesta”, señala Hopkins. “El problema era que se vendía como el método para aprender el idioma, sin necesitar nada más. Y esto era mentida entonces, y lo continúa siendo ahora con este tipo de aplicaciones”, afirma el profesor.
Hopkins considera que las apps y sus ejercicios “podrían ser un buen complemento al aprendizaje en una clase más convencional, con un profesor”, pero subraya que el gran problema que presentan es que, desde un punto de vista metodológico, se basan en planteamientos “muy antiguos”, como por ejemplo “la repetición o la traducción”. De hecho, uno de los ejercicios que más se repiten en Duolingo es la traducción de frases del idioma nativo al idioma que se está estudiando. “Es como se enseñaban las lenguas en el siglo XIX”, bromea Hopkins, que apunta que la repetición “en la metodología actual de la enseñanza de lenguas se usa muy poco”.
Hoy en día, la investigación en educación valora otras cuestiones a la hora de enseñar idiomas. Hopkins destaca, por ejemplo, la metodología que se utiliza en la UOC, denominada task-based language learning (aprendizaje de idiomas basado en tareas), que no se centra en el estudio de la estructura de una lengua, sino en poner en práctica la comunicación a través de tareas que se implementan en las aulas virtuales de la universidad, y que fomentan los intercambios entre los alumnos. Ya sea de forma escrita u oral, en un foro virtual de debate o a través de vídeos pregrabados, siempre se busca establecer una conversación entre las partes. “Pienso que, hoy por hoy, para llegar a aprender correctamente un idioma no se puede eliminar por completo este intercambio entre personas”, dice, pero admite que “un reto que debemos resolver es introducir más elementos de ludificación en nuestros sistemas, para motivar a los estudiantes y prevenir el abandono”.
El futuro de las apps, ligado a la IA
A pesar de ello, para la mayoría de los expertos, las apps pueden ser un muy buen punto de entrada a un idioma. Permiten realizar ejercicios sencillos para principiantes y ayudan a tomar contacto y aprender algunas cuestiones básicas antes de un viaje, por ejemplo. “Después llega un punto en el que necesitas algo más, y su gran limitación en estos momentos es la producción”, afirma Hopkins. “Ahora mismo, tú no puedes escribir un texto en un idioma extranjero, enviarlo y que la app te haga llegar su retorno personalizado. Sí que puedes escribir alguna frase o rellenar un hueco, pero realmente no puedes comunicar. Todavía no pueden ponerse en práctica habilidades comunicativas”, valora.
No obstante, la próxima generación de aplicaciones de aprendizaje de idiomas se intuye muy cerca, y se fundamentará en los avances de la inteligencia artificial. “Hasta ahora se ha dado muchísima publicidad al hecho de que estas apps son interactivas, y lo son en el sentido de que te pueden decir si una respuesta es correcta o no. Pero no existe interacción a escalas algo más complejas, en cuanto a producción de textos o en la conversación, la interacción oral en la que la contraparte te responde”, dice. “Este es el gran reto de las aplicaciones y creo que, en un futuro no muy lejano, gracias a la IA, permitirán al estudiante comunicarse mediante la producción de un texto original y ofreciéndole una respuesta”, concluye, y vaticina que “quizás, en un futuro próximo podremos pedir a los estudiantes que practiquen algún ejercicio de este tipo con la máquina”.
Universitat Oberta de Catalunya