Por Wilfredo Pérez Ruiz (*)
El tradicional Parque de Las Leyendas, una de las entidades más emblemáticas de la capital, inaugurado el 20 de marzo de 1964, celebra seis décadas de fundación. Su magnífica pluralidad arqueológica, botánica y zoológica, ofrece un conjunto singular de atractivos. Es uno de los espacios más visitado del país; millones de concurrentes atesoran incontables anécdotas y remembranzas. Sin duda, está posesionado en nuestra biografía colectiva.
A mi parecer, este representativo sitio constituye una ventana encaminada a percatarnos con detenimiento de las exuberantes manifestaciones culturales, ancestrales y ecológicas del Perú “de todas las sangres”, al que denominará el genial José María Arguedas como “hermoso, cruel y dulce, y tan lleno de significado y de promesa ilimitada”. Contemplar con espíritu reflexivo lo que brinda, contribuye a estimular el sentimiento de pertenencia. Es una forma de aprender a interpretar una nación observada con lejanía y frialdad desde su principal metrópoli.
En su gestación participaron cuatro peruanos en particular: el jefe de Estado Fernando Belaunde Terry, el conservacionista Felipe Benavides Barreda, el edecán de la Fuerza Aérea del Perú Enrique Barreda Estrada y la secretaria del despacho presidencial Violeta Correa Miller, quienes sumaron esfuerzos y voluntades para cristalizar un sueño integrado al desarrollo de la urbe. Conciudadanos poseedores de una trayectoria íntegra, virtuosa y enaltecida por impecables credenciales morales esenciales de imitar en estos días.
Sobre una extensión inicial de 24 hectáreas, cedidas por la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, comenzó la cimentación de su primera etapa (1963). Se compraron 84 hectáreas a la Pontificia Universidad Católica del Perú y se aceptó la donación de tierras de las haciendas Queirolo y Conchas. En 1966, se convocó al norteamericano Robert Everly -considerado una autoridad internacional en el diseño, construcción y mantenimiento de centros botánicos y zoológicos- para elaborar el Plan Maestro. En su honor se creó, durante la presidencia de Enrique Barreto (2004-2006), la Sala “Robert Everly” en la que se exhibieron planos, maquetas, fotografías y documentación histórica de la etapa naciente del parque. Las administraciones arribadas en décadas recientes desmantelaron esta ilustrativa exposición. Eso acontece cuando prevalecen la ignorancia y la apatía.
La relevancia del Parque de Las Leyendas no solo radica en su valor lúdico, sino en su influyente rol en la conservación de la fauna silvestre, la investigación científica, la educación ambiental y la actividad turística. Así lo aseveró Felipe Benavides, en su artículo “Función social de los zoológicos” (1971): “Casi no hay una capital o ciudad importante en el mundo que no tenga un zoológico. Los zoológicos son indiscutibles centros de unión de la familia; allí se juntan el anciano y los niños menores, promueve la salud y la felicidad del pueblo, ofreciendo, a la misma vez, una oportunidad visual de las riquezas naturales de la patria, del mundo y la forma de defenderlas. En pocas horas muestran al turista muchas de las tradiciones y bellezas que reúne el país”.
La biodiversidad de nuestro territorio se encuentra asentado en la Zona de la Peruanidad, constituida por la costa, sierra y selva. Una amplia área en donde el visitante logra tener un vistazo regional; además de la Zona Internacional. El Jardín Botánico -cuenta con certificación internacional- y una parte significativa del Complejo Arqueológico Maranga, brindan un alcance excepcional a su recorrido.
Asimismo, reúne un sinfín de sitios con insospechados entretelones. El Espejo de Agua es un paraje cuya portada está erigida con los adoquines de la fachada de El Panóptico (la antigua cárcel de Lima); la bolichera donada por el magnate pesquero Luis Banchero Rossi; una mina modelo que describe los procesos de la actividad minera; el bello mural en honor a San Francisco de Asís trabajado por los 25 años del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF); el atractivo Pabellón “Celestino Kalinowski” -edificado sobre la estructura metálica del stand de los Estados Unidos de la Feria Internacional del Pacífico- posee una muestra de aves disecadas por este afamado taxidermista y ornitólogo cusqueño; el bambú que puebla la selva fue trasplantado desde las tierras en donde se principió a erigió la Vía Expresa Luis Bedoya Reyes. Esto último por iniciativa de Enrique Barreto quien, además, esbozó, implementó y planificó la Zona Selva que lleva su nombre desde el 2023.
No obstante, el Parque de Las Leyendas ha sobrellevado la negligencia y codicia proveniente de disímiles esferas. Sus terrenos originales han padecido recortes debido a graduales invasiones; negociantes inescrupulosos pretendieron su concesión y/o privatización a fin de concretar proyectos ajenos a sus objetivos; los periódicos cambios en su dirección ha impedido la continuidad del Plan Maestro; la carente percepción de quienes lo han manejado en los últimos años, ha desvirtuado sus propósitos; presidentes, directores y gerentes habidos en practicar el ignominioso “diez por ciento” de comisión y una elevada plana burocrática han mermado su economía. Esta parte de su dolorosa y vergonzosa historia solo podemos describirla -con evidencias, agudeza y sin medias tintas- quienes hemos tenido un paso honorable y digno en el liderazgo del Consejo Directivo del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda.
Anhelo que los frívolos, pusilánimes e insensibles funcionarios públicos soslayen personificar un obstáculo para su evolución. Lamentablemente los oficinistas, enquistados en confortables despachos, están apartados del quehacer cotidiano del parque y, en consecuencia, permanecen exentos e indolentes frente a sus requerimientos. Se trata de una casta de cuello y corbata incapaz de ensuciarse los zapatos caminando por sus instalaciones con la finalidad de entender la real dimensión de su cometido. Este es el testimonio de las adversidades que debí derribar, superando intrigas y titubeantes actuaciones, para hacer realidad la misión que me impuse. En tal sentido, deseo que la transparencia, la probidad y la vocación de servicio inspiren a sus autoridades.
Mis mejores añoranzas están vinculadas a esta entidad -con la he forjado el más noble lazo emocional que pueda unirme con una institución- a la que arribé en 1984, al conocer a Felipe Benavides, ese personaje polémico, incomprendido, temperamental e impar. Fui testigo cercano de su incorregible empeño para lograr convertir el parque en una representación del Perú y, especialmente, como enfrentó y venció maniobras estatales, afanes mercantiles y la inopia imperante. Los innumerables recorridos por sus ambientes -durante tantos años- me evocan el esmero, constancia y entrega de sus artífices.
Rindo tributo a los legítimos y abnegados artífices de su crecimiento y esplendor: sus trabajadores, a los que llevo siempre en mis vivas reminiscencias con intenso afecto y reconocimiento. Tengo hacia ellos inequívocos sentimientos de gratitud y respeto. Este monumental reducto encarna nuestra compleja identidad y ofrece la oportunidad de contemplar, atesorar y apreciar un símbolo del patrimonio de la nación “que tiene escrito en el libro de su historia, un porvenir grandioso”, como anotara Antonio Raimondi.
(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda (2006-2007). http://fbenavidesbarreda.blogspot.com/