Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

Estas destrezas facilitan actuar, en todos los ámbitos del quehacer humano, de manera eficaz con el propósito de combinar cualidades destinadas a escuchar, dialogar, estimular, delegar, analizar, juzgar y fomentar acuerdos. Engloban facultades transversales e incluyen el pensamiento crítico y la ética. Con frecuencia se confunde, desconoce o minimiza su real alcance y magnitud.

 

trabajo grupo

Observamos a cuantiosos profesionales abocados a la consolidación de sus aptitudes duras; es decir, dedicados a perfeccionarse en asuntos inherentes con su especialidad técnica y, por lo tanto, descuidan las excepcionales implicancias de las “habilidades blandas”. Contar con su sólida interiorización se asemeja a ostentar una maestría o doctorado: sin antagonismos será determinante en su crecimiento y evolución.

Es substancial afirmar que, en función de las tareas que cada uno cumple, estará definida la trascendencia de poseer estas prácticas. Por ejemplo, requieren exhibir solventes hábitos quienes trabajan en atención al público o interactúan con departamentos, proveedores y afines. Facilitará una mejor analogía interpersonal cualquiera sea el escenario, jerarquía o responsabilidad.

Es inequívoca su genuina implicancia: son altamente favorables para gestionar con convicción conflictos, desencuentros, negociaciones, discrepancias y reclamaciones; aseguran condiciones provechosas para el óptimo clima corporativo y la sana convivencia e integración; garantiza el íntegro cumplimiento de los objetivos y metas empresariales.

Cada vez es más usual en las evaluaciones de selección de personal. Para ello, se hacen preguntas, presentan casos, analizan el perfil emocional, entre otras maneras de indagar y descubrir el potencial del candidato en relación a éstas. Conozco expertos, de disímiles edades y peculiaridades, visiblemente frustrados por ser rechazados en entrevistas de trabajo o encontrarse estancados en su progreso laboral. En ocasiones omiten descubrir la razón: sus exiguas “habilidades blandas”.

Todavía constatamos la existencia de ejecutivos —de entidades públicas y privadas— renuentes a valorar y abordar esta temática. Recomiendo evadir omitir su auténtica influencia en sus subordinados. Jefes con tolerancia, empatía y autoestima sabrán enfrentar retos, problemas y vicisitudes con evidente asertividad. También, lograrán apuntalar su liderazgo, su capacidad de persuasión y el involucramiento de sus colaboradores en proyectos bajo su conducción, entre otros innumerables beneficios.

Estudios recientes a nivel mundial revelan sin ambigüedades la extraordinaria efectividad de las “habilidades blandas”. En tal sentido, exhorto capacitarse a los profesionales en este campo y desplegar programas de inducción y entrenamiento para garantizar su incorporación. Su aplicación posibilita el fortalecimiento de la interrelación, la actitud positiva, la creatividad, la integración y copiosas ventajas orientadas a afianzar la cultura organizacional.

Al respecto, las dos más exigidas son el trabajo en equipo y la inteligencia emocional. Por cierto, esta última es la convergencia de la inteligencia interpersonal e intrapersonal. Los elevados estándares de tensiones subsistentes en centros labores ameritan con inmediatez impulsar, con especial énfasis, estos talentos. Debiera ser una prioridad abordar este aspecto.

Del mismo modo, la importancia de las “habilidades blandas” radica en sus indudables repercusiones en la comunicación, la dirección de personas, la orientación a objetivos/resultados y la adaptación al cambio. Está demostrado que las áreas necesitadas, principalmente, de éstas son Recursos Humanos y Comercial /ventas.

Constituyen una oportunidad significativa para afrontar circunstancias de transformación en la organización, viabiliza una adecuada resiliencia, permite superar infortunios, hace más fluida, transparente y atinada la relación entre los trabajadores, influye en el estado anímico, representa un potencial para emprender retos y coyunturas inesperadas, hace atractiva la imagen individual, genera simpatía en el entorno y agrega valor a quien la posee.

“La combinación efectiva de las habilidades duras y las habilidades blandas, estaremos en capacidad de resolver determinadas situaciones sociales críticas o en capacidad de resolver problemas y alcanzar el éxito en las gestiones gerenciales en los ámbitos laborales, en incluso sociales y familiares. Reconociendo la importancia de las habilidades blandas, podemos referirnos a las ‘habilidades para la vida’. No pueden dejar de estar integradas”, afirma Edgar Eslava Arnao, doctor en psicología organizacional.

El mundo contemporáneo evidencia su vasta connotación. Es un componente cualitativo en la identidad corporativa y, en consecuencia, es imperativo considerar sus innegables repercusiones y observar su aporte en el contexto empresarial. Recordemos la aseveración del artista y cineasta chileno Alejandro Jodorowsky Prullansky: “Si a un huevo lo rompe una fuerza externa, se acaba la vida. Si lo rompe una fuerza interna, comienza la vida. Cambia desde tu interior”.

 

(*) Docente, comunicador y consultor en protocolo, ceremonial, etiqueta social y relaciones públicas. http://wperezruiz.blogspot.com/