Ley N.º 29510. Ejercicio de la docencia de cualquier profesional sin formación pedagógica
 
PRONUNCIAMIENTO DE LA UNIVESRSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS - UNMSM – FACULTAD DE EDUCACION


¿En manos de quién estamos?, es una pregunta que surge de manera casi automática a raíz de la publicación de la Ley N.º 29510 que permite a cualquier profesional ejercer la docencia sin formación pedagógica.
 
En efecto, sorprende que las autoridades del poder político desconozcan la naturaleza de la profesión docente. Creen, erróneamente, que es suficiente el dominio de una materia para de hecho poder enseñarla un aprendiz.  Esto no es así, el dominio de una materia, es cierto, constituye una condición necesaria para enseñarla, pero no es condición suficiente.  Saber una materia es una cosa y saber enseñarla es otra.


El paso de la primera condición a la segunda requiere de una serie de factores que provienen, justamente, del dominio pedagógico y de una serie de otros factores docentes que proceden, por ejemplo, de su disposición para generar una atmósfera socio-afectiva que favorezca el aprendizaje tal como lo demuestran las investigaciones pedagógicas que se han llevado a cabo al respecto.  El docente recibe en “bruto”, por decirlo así, la ciencia ya hecha  y la transforma didácticamente, haciéndola asimilable a la mente del aprendiz, ya sea niño, adolescente o adulto.
 
Es misión del maestro hacer que una materia difícil se torne fácil para el alumno, transformar lo complicado en sencillo y comprensible para el estudiante.  Y esta tarea no es cualquier cosa, porque es fácil hablar en difícil, pero bien difícil hablar en fácil de lo difícil.   Esta dificultad la testimonia el gran pensador cristiano San Agustín, cuando en célebre frase dice: “Yo sé lo que es el tiempo, pero cuando me preguntan por él, ya no lo sé”, que pedagógicamente interpretada significa “cuando tengo que explicar a otro lo que es el tiempo”.  Si alguien que domina muy bien una materia no logra que el aprendiz la aprenda no es docente.  Podrá ser sabio pero no maestro.  Función del docente es producir aprendizaje, y no cualquier aprendizaje, sino uno crítico y creador, de tal modo que se logre el ideal pedagógico exigido por todos los grandes pensadores: formar personas que piensen por sí  mismas. Decía Pericles que un saber que no puede ser expresado con claridad no es un verdadero saber.  Y decía Ortega y Gasset, refiriéndose a las universidades alemanas de su época, que en ellas encontró muchos sabios pero pocos maestros.
 
Un ejemplo de lo que venimos diciendo lo proporciona el sabio Albert Einstein y su teoría de la relatividad.  Einstein expuso en 1905 la teoría de la relatividad restringida en una revista de física en un artículo de 25 páginas y que muy pocos lograron entender, incluyendo a no pocos especialistas.  Pero, con toda su genialidad pedagógica, el sabio necesitó cerca de 300 páginas de su libro La física aventura del pensamiento, para hacerla entendible al gran público.  Y eso no ha bastado, pues, se ha necesitado más trabajo pedagógico en libros, cursos universitarios, etc., para poder hacer inteligible la sabiduría del sabio.   En este esfuerzo destaca un peruano notable, el gran Oscar Miro Quesada de la Guerra (Racso), que el año 1939 divulgó, con genialidad didáctica, la teoría de la Relatividad y los Cuanta en las páginas del Comercio y que mereció el elogio del propio Einstein, dando lugar a un libro de 300 páginas.  Y no por casualidad la tesis de Racso para graduarse de Bachiller en la Facultad de Letras de nuestra Universidad trata sobre la formación docente (1908), lo cual explica su extraordinaria claridad para dejarse entender y  “llegar” pedagógicamente al lector.
 
El saber una materia ciertamente es valioso y es un recurso humano que hay que saber aprovechar.  Pero se requiere complementarse con una formación pedagógica, tal como lo hacemos en nuestra Facultad desde hace más de 20 años en el Programa de Complementación Pedagógica, donde se admite a graduados en otras carreras, recibiendo una formación de cuatro semestres académicos, que los pone en condiciones de enseñar aquellas materias que ya dominan.

Y si todo esto no fuese suficiente debemos recordar que un docente no es un mero transmisor de conocimientos (eso también lo puede hacer la máquina) sino un formador integral de personas, y eso requiere de una preparación.  Formar íntegramente una persona significa dotarla de valores morales que hagan de ellas personas honestas, solidarias, que busquen el bien, amen la verdad y la belleza, etc. Se trata, en suma, como diría Alexander Neiil, forman corazones y no sólo cerebros.
 

Debe quedar claro que todo lo dicho anteriormente no significa incurrir en un didacticismo, según el cual bastaría el dominio didáctico para enseñarla.  Esto no es cierto porque hasta ahora no se ha inventado didáctica alguna para enseñar a lo que no se sabe.  Es verdad que existe deficiencias en el área de dominio de materias de parte del Magisterio Nacional, pero es algo subsonable mediante Programas de capacitación docente.

Por otro lado, resulta contradictorio que se busque especialistas en determinadas materias para una estructura curricular escolar basada en áreas que tal como están planteadas requiere de generalistas (aquellos que saben de todo un poco, pero nada en profundidad, aquellos que navegan en un océano de conocimientos con un milímetro de profundidad), y no tanto de especialistas.  En efecto, cabe preguntarse si existe un especialista en física, química, biología y ciencias de ambiente, tal como lo demanda el área de ciencia, tecnología y ambiente, de acuerdo al currículo de educación secundaria.  Hay que reformar el currículo basado en áreas de formación que han empobrecido el nivel de enseñanza de los curso en el Perú. 


Finalmente, invocamos a las autoridades políticas de corregir la ley, exigiendo una preparación pedagógica a los profesionales de otras carreras que desean ejercer la docencia.

 Dr. Carlos Barriga Hernández

Decano