José Luis Ayala
¿Cuál es la responsabilidad histórica de los intelectuales peruanos frente a la posibilidad del triunfo del neofascismo? ¿A qué se debe el silencio mortal que resulta inaceptable, cuando es evidente la instalación de un gobierno de carácter cleptocrático, saqueo de riquezas naturales y control de un narcoestado? ¿Por qué no se pronuncian todos los intelectuales, ahora que todavía es posible conocer la opinión que tienen frente al avance de un movimiento político letal? ¿Qué programa propone el fujimorato frente al sistema educativo peruano? ¿Por qué no consigna la implementación de una política cultural y política para la cultura? La respuesta es que no toma en cuenta ni le interesa la función de la intelligentsia, es decir, el importante rol que tienen los intelectuales frente al Estado y la Nación Peruana.
Se llama intelectual a toda persona vinculada al desarrollo del intelecto y que, en consecuencia, es un analista disconforme frente a la realidad social. Se caracteriza por ejercer la crítica, el análisis, la reflexión y expresa su desencanto a través de sus ideas y opinión. Por lo general, propone un distinto sistema político debido a su sensibilidad, espíritu renovador y humanismo. De modo que no hay intelectual, ya sea novelista, poeta, narrador, crítico o periodista —menos artista, pintor, escultor, músico o persona vinculada al teatro— que no se sienta comprometido con la necesidad de cambiar la realidad, el modelo (más precisamente, el sistema).
Así, cuando los intelectuales no se pronuncian frente a la amenaza de la instalación de una tiranía fascista, resultan cómplices. Hay lecciones de la historia y ahora más que nunca es preciso recordar. El Manifiesto de la Alianza de Escritores Antifascistas para la defensa de la cultura, advertía:
“Se ha producido en toda España una explosión de barbarie en que las viejas formas de la reacción del pasado han tomado nuevo y más poderoso empuje, como si alcanzasen una suprema expresión histórica al integrarse en el fascismo.
Este levantamiento criminal de militarismo, clericalismo y aristocratismo de casta contra la República democrática, contra el pueblo, representado por su Gobierno del Frente Popular, ha encontrado en los procedimientos fascistas la novedad de fortalecer todos aquellos elementos mortales de nuestra historia, que por su descomposición lenta venían corrompiendo y envenenando el pueblo en su afán activo de crear una nueva vida española. Contra la auténtica España popular se ha precipitado para destruirla o corromperla, envileciéndola con una esclavitud embrutecedora y sangrienta, como la de la represión asturiana; este criminal empeño de una gran parte del Ejército, que al traicionar a la República lo ha hecho de tal modo que ha desenmascarado la culpabilidad de su intención, agravándola con la de traicionarse a sí mismo en la falsedad de los ideales patrióticos que se decía defender, sacrificando la dignidad internacional de España y ensangrentando y destruyendo el suelo sagrado de su historia. Y esto con tal ímpetu desesperado, demoledor, suicida, que la trágica responsabilidad delictiva de sus dirigentes lo ha determinado con características vesánicas de crueldad y de destrucción acaso jamás conocidas en España; en una palabra: fascistas”.[1]
Pero cuando España se vio asaltada por el general Francisco Franco y el fascismo fusilaba a intelectuales democráticos, muchos de ellos colaboraron con un silencio cómplice, ya sea como docentes, artistas, periodistas o simplemente callaron para no ser encarcelados o fusilados. ¿El fascismo tiene intelectuales? Por supuesto que sí: Martín Heidegger, Filippo Tommaso Marinetti, Louis Ferdinand Celine, Knut Hansum, Pierre La Rochele, el poeta Erza Pound, el músico Richard Strauss, etc. En la Argentina, Jorge Luis Borges y en Perú, José de la Riva Agüero. Basta, basta.
Entonces ¿a qué se debe que los intelectuales, particularmente escritores como novelistas, poetas, narradores, críticos y periodistas que tienen acceso a los medios de comunicación se callen? ¿Por qué no emiten antes que sea tarde un manifiesto advirtiendo la captura del poder por el fascismo hispano, criollo y achorado? La respuesta es por cierto temor que se traduce como laissez faire, laissez passer, expresión francesa que significa «dejen hacer, dejen pasar». En otras palabras, significa una evasión política y cálculo para no ser “marcado”, frente a la responsabilidad que debería asumir.
César Vallejo, al referirse a la función política del intelectual, aseveró que no se trata de interpretar el mundo sino de transformarlo: “Lo mismo puede decirse de los intelectuales y artistas. La función finalista del pensamiento sirve, en este caso, a los intereses de la mera conservación de las formas vigentes de la vida, cuando debería servir para transformarla”. Luego el poeta se pregunta: “¿Cuáles son la leyes que determinan y exigen esta acción intelectual transformadora y no ya simplemente interpretativa de la vida?” Vallejo encuentra la respuesta “en un cambio profundo en la política” debido a las contribuciones de Darwin, Marx y Freud.[2]
Los intelectuales tienen una gran responsabilidad histórica y no deberían evadir guardando silencio, callándose y no emitiendo una opinión tan clara, certera y valiente como histórica. No es la hora de quienes dicen defender la democracia y, sin embargo, votan por el fascismo. Es necesario que los intelectuales se pronuncien porque representan un poder así no lo quieran, una forma de pensar, aunque el Estado nunca los haya llamado para gobernar sino para servirse de ellos. ¿Cómo llegar a la conciencia de los intelectuales y escriban sin temor por ejemplo en las redes sociales? ¿Será posible saber si votarán para cerrarle el paso al más grave peligro político que asedia al Perú?
En lo que se refiere a quien suscribe esta crónica, en la primera vuelta votó por Verónica Mendoza, pero ahora no viciará ni emitirá un voto en blanco porque sería favorecer al fascismo. El domingo 5 de junio votará contra el autoritarismo de una agrupación que no le interesa el Perú, sino la acumulación de capital. Teniendo en cuenta una formación política dialéctica, siempre consecuente, no hay otra alternativa que votar por PPK. Ni qué hacer. ¿Qué dirán los intelectuales? Veremos.
[1] Manifiesto de la Alianza de Escritores Antifascistas para la defensa de la cultura. La voz. Diario Independiente de la noche. Madrid, jueves 30 de julio de 1936.
[2] César Vallejo. Artículos y Crónicas Completos II. Pontificia Universidad Católica del Perú. (reproducido de Mundial N.o 463. Lima, 3 de mayo de 1929). Pág. 733. PUC, 2002. Lima.