Balada de la bicicleta
Siempre hay esperanza para ti
Por Ángel Pasos
Es tarde cuando llego al borde del acantilado. El sol se pone allá en el horizonte. Me siento junto a mi bicicleta y dejo que pase el tiempo. Algunas aves vuelan sobre el agua, parecen flo-tar en el silencio. Mi mente se va lejos mientras contemplo el mar. La noche cubre el mundo dulcemente. Todo a mi alrededor se encuentra en paz, y el firmamento, ahora, está cuajado de símbolos y estrellas. Contemplo su eterna inmensidad y dejo vagar libre mi mente para que mis pensamientos lleguen a mí, puros, sin turbulencias.
Evoco otros momentos de mi vida, otras personas que pasaron a mi lado dejando su presencia en mi. Pienso en mis esperanzas, en mis proyectos, en lo que deseé y en lo que he consegui-do. Me esfuerzo en recordar cómo fue mi camino y el modo en que lo caminé, y observo el fondo de mi alma buscando una nueva respuesta. Intento aprender de mis errores, perdonar-me a mí mismo, y luego intento perdonar también a los demás.
La noche avanza y miro el cielo: todos esos mundos tienen su magia y su sentido. Contemplo el firmamento, el mar, y siento que soy sólo un grano de arena en un desierto. Esta noche qui-siera fundir mi corazón con la naturaleza, sentir con toda mi alma su presencia, y, en medio de la noche, ver el mar y ser mar, y sentir en mi corazón ese agua misteriosa y fría, cubierta por la oscuridad.
¿Sabes, amiga bicicleta? Tal vez dentro de un tiempo seré capaz de comprender, que hasta este mar inmenso vive atrapado en su maravillosa inmensidad, y se siente solo y perdido igual que yo. Y que hasta el firmamento, también a su manera, anda buscando su sitio y su camino.
Aquí, sobre este acantilado, mi bicicleta y yo pensamos en el resto del mundo. Mi bicicleta di-ce: “no pienses más, tan sólo siente. Regresa a ti y recoge el equipaje de tu vida. Reúne todas tus experiencias y empieza a vivir como un ser nuevo. Haz esto cada día, a cada instante, y seguro que al fin comprenderás que, pase lo que pase, siempre hay esperanza para ti”.