por Herbert Mujica Rojas
Nada menos que el presidente Alan García, el mismo personaje político que años atrás sostuviera con pétrea convicción: “en política no hay casualidades”, enunció ayer frente a cámaras y ante todo el país un llamado a San Dionisio Romero Seminario en tema de pequeñas empresas. Como nadie puede afirmar que fue un hecho fortuito, hay que entender que este asunto puede tener dinámicas y “espacios” (para emplear el lenguaje huachafísimo de la rabanería caviar) ya interactuados y concordados. ¿Es San Dionisio el cambio responsable?
¿Es San Dionisio, como lo bautizara el amigo y colega, entre travesuras de su pluma paisana (piurano como aquél) y hoy por desgracia, ausente en la prensa nacional, Ricardo Ramos Tremolada, un personaje cualquiera? ¡De ninguna manera! ¡Es el banquero de los banqueros! ¡Su autoridad crematística yugula destinos, fabrica liderazgos, apadrina revoluciones dinerarias y marca, a sangre y dólares, el horizonte de muchos gobiernos, entre ellos el delincuencial de Kenya Fujimori y sus apariciones constantes en el resto a la fecha! Jamás él por iniciativa propia, siempre aguardando que los inquilinos de Palacio o le nombren o inviten para ser parte de sus festivales de burlas e impunidades ante 28 millones de habitantes. Es importante, porque la historiografía tiene que ser exigente y no amnésica, recordar que San Dionisio es el que se reía a mandíbula batiente con el capitan traidor Vladimiro Montesinos Torres y negociaba el porvenir hazañoso de sus empresas y negocios mil. Demás está decir que no leían la biblia juntos.
Pero los miedos de comunicación no se atreven a cuestionar a San Dionisio. Es tanto su poder que compra conciencias al peso, impone publicidad y maneja un poderosísimo departamento de imagen (cierto que a punta de mentadas de madre todo el día, ¿no Alvarito?) que se da el lujo de exhibir abogángsteres dando instrucciones de cómo “juzgarle”, qué “preguntarle” y con tribunales llave en mano. Es obvio que él tiene las claves de esos candados societales que engrilletan a periodistas corruptos que están en su rol de pagos cada mes y con muy copiosos dólares. No debemos dejar de decir que no hay recibos, nunca facturas, ni validos interpósitos, pero sí hay autos nuevos, viajes al por mayor y préstamos con líneas de crédito muy vigorosas.
No extraña entonces que muchos mafiosos de todo el escalafón científicamente corrupto que impera en el Perú, estén, en lugar de habitar la cárcel, ocupando puestos de responsabilidad. Verbi gracia, el otrora poderoso padre de la mafia en Torre Tagle, Alfonso Rivero Monsalve, representa en la Santa Mafia en el Vaticano al Perú. En Justicia hay individuos vinculados a sonados casos de narcotráfico, ejerciendo puestos de alta responsabilidad. En DEVIDA un grupo de vendedores de calaminas tiene la confianza del gobierno. En Defensa hay un hombre de ignorancia monumental y regalona contra el país y sus límites como Allan Wagner Tizón que nombra a un traidor, Fabián Novak Talavera como segundo de a bordo y acaba de retornar a los pagos públicos, vía la expresión de nada menos que el primer mandatario, San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros, el comparsa reilón de Montesinos.
Preguntémonos de nuevo: ¿es San Dionisio el cambio responsable?
Sólo tontos o cómplices pueden hacerse de la vista gorda. Pero en Perú aquello forma parte de la sagrada carta de comportamiento de quien quiera vivir tranquilo, sin inquietudes y con sueldos asegurados: ver, oír y callar. Un pueblo “educado” en esta trilogía estúpida, sólo puede aspirar a seguir siendo esclavo de pasiones innobles y bajezas oprobiosas. ¿Ha visto alguna vez que ONGs, de derechos humanos o de lo que fuere (los pretextos son varios para conseguir dólares), cuestionen la acción depredadora de los derechos humanos y sociales de los peruanos en que incurre a diario San Dionisio? Testigo ha sido el país de acciones legislativas que en singular empujaron hombres valientes. Pero el manto y toneladas de concreto mediático ya han enterrado sus esfuerzos.
No extrañe que San Dionisio o el entorno de cogotudos que recibe sus directivas, empiecen a aparecer con mayor frecuencia en los próximos días. Es que en política no hay casualidades.
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