¡Mariscales de escritorio!
por Herbert Mujica Rojas
¿Son las marchas más "legítimas" cuando cuentan muertos, hijos del pueblo, entre sus lamentables saldos o resúmenes? ¿cuántos mariscales de escritorio, generales de cuatro paredes o almirantes de tina, han caído o son "mártires" de estas jornadas inadmisiblemente violentas, de uno y otro lado? La respuesta es inequívoca y dramática: los humildes son carne de cañón. Los farsantes caminan con el pasaporte en el bolsillo y la agenda plena en números telefónicos de personajes influyentes ¡por si acaso!
¿Son las marchas más "legítimas" cuando cuentan muertos, hijos del pueblo, entre sus lamentables saldos o resúmenes? ¿cuántos mariscales de escritorio, generales de cuatro paredes o almirantes de tina, han caído o son "mártires" de estas jornadas inadmisiblemente violentas, de uno y otro lado? La respuesta es inequívoca y dramática: los humildes son carne de cañón. Los farsantes caminan con el pasaporte en el bolsillo y la agenda plena en números telefónicos de personajes influyentes ¡por si acaso!
Las protestas son legítimas, la evidente injusticia que la desigualdad ambiente en el país, desde siempre, justifica que la gente demande mejores reglas del juego. Es innecesario, hasta bastardo, emitir toneladas de palabras "doctrinarias" sobre el porqué se sale a protestar. Pero no hay legitimidad, sino crimen, cuando irresponsablemente se iguala: muertes con "éxito".
Dos son las condiciones fundamentales e irrecusables en las marchas. La primera: que los dirigentes convocantes, bajo promesa pública y sin ningún pretexto admisible, estén en primera fila, al frente de sus dirigidos. Segunda: que todos los que salen a marchar y protestar, vuelvan al final de la jornada, a sus casas, sanos y salvos. Si hay detenidos, los equipos legales tienen el imperativo deber de evitar el ensañamiento policial. Claro que si los apresados lo son en posesión de armas de fuego o artefactos extraños, esta circunstancia debe ser exhaustivamente investigada y determinada para yugular la creación de chivos expiatorios.
Por tanto, las muertes por violencia, de uno u otro lado, no se justifican y son de las peores aberraciones abominables que puedan existir en cualquier protesta. En Perú hay manadas de mercenarios elucubrando, via el ataque sañudo a las fuerzas del orden, la ocurrencia de víctimas. Ni la policía puede tener facultades criminales pero tampoco los protestantes pueden creerse en el derecho de hacer cuanto les venga en gana.
Razonemos con claridad: cuando algunos desadaptados destrozan pistas, postes, dependencias públicas o privadas, hay la perversa opinión que con ello se ataca al gobierno. ¡Error impresionante! Lo único que se hace es ocasionar daño al Estado que tendrá que reponer lo destruido. ¿Y con qué dinero? Con el que tributa el sufrido pueblo peruano, por tanto, a más daño, más perjuicio para el bolsillo del hombre común de la calle. Sabido es que a los grandotes importa un bledo que esto ocurra porque ¡o no pagan impuestos o los escamotean vía asesores contables ladrones que se encargan de manejar sus papeles! En esto son especialistas las organizaciones de nuevos gángsteres que tienen ¡doble contabilidad! y por eso defienden sus secretos rateriles.
Los protestantes tienen la obligación ineludible de exigir que sus líderes, conduzcan las marchas y que encaucen el esfuerzo constructivo y democrático cívico por las avenidas de la vida. ¡No puede existir, siquiera la premisa de muertos porque no estamos en guerra civil y la policía o las fuerzas armadas están integradas por hombres y mujeres del pueblo, también!
Es evidente que un gobierno que lanza leyes, que recula, que a posteriori deja la potestad de su aplicación a los gobiernos regionales, no hace sino protagonizar un ridículo estentóreo. Que la prensa complaciente y amigota, con excepciones, no lo haga notar, es un asunto común, una raya más al tigre en la acrítica y mercenaria prensa nacional. Que no se ataque los grandes negociados so pretexto del progreso económico del Perú, es tradición. Más no por ello, una realidad que no deba cambiarse con suma urgencia. ¡Pero no a costa de la muerte de inocentes! Y nótese: ¡nunca los generales de cuatro paredes, los mariscales de escritorio o los almirantes de tina, figuran entre los caídos! Ellos, más bien, son los que salen a los miedos de información, siguen ganando sus mensualidades como si nada ocurriera y siempre cuentan con amigos que les ayudarán a disimular cómo tiran las piedras y esconden las manos! ¡Sinverguenzas!
Los dirigentes en primera fila y a proteger la vida de los protestantes. ¡Y no hay pretexto que valga frente a estos reclamos de suyo justos, impecables, simples!
Lea www.redvoltaire.net
hcmujica.blogspot.com
Skype: hmujica
Dos son las condiciones fundamentales e irrecusables en las marchas. La primera: que los dirigentes convocantes, bajo promesa pública y sin ningún pretexto admisible, estén en primera fila, al frente de sus dirigidos. Segunda: que todos los que salen a marchar y protestar, vuelvan al final de la jornada, a sus casas, sanos y salvos. Si hay detenidos, los equipos legales tienen el imperativo deber de evitar el ensañamiento policial. Claro que si los apresados lo son en posesión de armas de fuego o artefactos extraños, esta circunstancia debe ser exhaustivamente investigada y determinada para yugular la creación de chivos expiatorios.
Por tanto, las muertes por violencia, de uno u otro lado, no se justifican y son de las peores aberraciones abominables que puedan existir en cualquier protesta. En Perú hay manadas de mercenarios elucubrando, via el ataque sañudo a las fuerzas del orden, la ocurrencia de víctimas. Ni la policía puede tener facultades criminales pero tampoco los protestantes pueden creerse en el derecho de hacer cuanto les venga en gana.
Razonemos con claridad: cuando algunos desadaptados destrozan pistas, postes, dependencias públicas o privadas, hay la perversa opinión que con ello se ataca al gobierno. ¡Error impresionante! Lo único que se hace es ocasionar daño al Estado que tendrá que reponer lo destruido. ¿Y con qué dinero? Con el que tributa el sufrido pueblo peruano, por tanto, a más daño, más perjuicio para el bolsillo del hombre común de la calle. Sabido es que a los grandotes importa un bledo que esto ocurra porque ¡o no pagan impuestos o los escamotean vía asesores contables ladrones que se encargan de manejar sus papeles! En esto son especialistas las organizaciones de nuevos gángsteres que tienen ¡doble contabilidad! y por eso defienden sus secretos rateriles.
Los protestantes tienen la obligación ineludible de exigir que sus líderes, conduzcan las marchas y que encaucen el esfuerzo constructivo y democrático cívico por las avenidas de la vida. ¡No puede existir, siquiera la premisa de muertos porque no estamos en guerra civil y la policía o las fuerzas armadas están integradas por hombres y mujeres del pueblo, también!
Es evidente que un gobierno que lanza leyes, que recula, que a posteriori deja la potestad de su aplicación a los gobiernos regionales, no hace sino protagonizar un ridículo estentóreo. Que la prensa complaciente y amigota, con excepciones, no lo haga notar, es un asunto común, una raya más al tigre en la acrítica y mercenaria prensa nacional. Que no se ataque los grandes negociados so pretexto del progreso económico del Perú, es tradición. Más no por ello, una realidad que no deba cambiarse con suma urgencia. ¡Pero no a costa de la muerte de inocentes! Y nótese: ¡nunca los generales de cuatro paredes, los mariscales de escritorio o los almirantes de tina, figuran entre los caídos! Ellos, más bien, son los que salen a los miedos de información, siguen ganando sus mensualidades como si nada ocurriera y siempre cuentan con amigos que les ayudarán a disimular cómo tiran las piedras y esconden las manos! ¡Sinverguenzas!
Los dirigentes en primera fila y a proteger la vida de los protestantes. ¡Y no hay pretexto que valga frente a estos reclamos de suyo justos, impecables, simples!
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