¡Que la Iglesia pague impuestos!
por Herbert Mujica Rojas
He tratado, años atrás, personalmente, a la hoy ministra Susana Pinilla. Es sumamente bella, culta, políglota, fácil de palabra, ágil de ideas. ¿Qué puede haberle ocurrido como para proponer que la Iglesia se entrometa, una vez más, en un reparto de canastas de alimentos que se hace de madrugada desde su ministerio? Es probable que tanta exposición mediática, haber pasado a tercer o cuarto plano en su carrera presidencial, desplazada por otra de sus colegas en el mismo gabinete, hayan mellado las virtudes de Susana. No de otro modo se explica la desbarrancada ostentosa y sin atenuantes que exhibe la titular del portafolio de la Mujer.
¿Y qué tienen que hacer los de la Iglesia Católica en el asunto? Antes sería de lo más interesante saber ¿qué Congreso ha ratificado el tratado internacional que, entre gallos y medianoche, impuso, en julio de 1979, el gobierno militar de Morales Bermúdez y que clavó al Estado peruano la responsabilidad de mantener a una cáfila gigantesca de ociosos improductivos y de perdonarles los impuestos que paga el resto de peruanos? ¿en qué fecha, hora y día y quiénes fueron los responsables de haber "ratificado" el Concordato entre Perú y el Estado Vaticano?
Si no hay esa precisión ¿se atreverá el desdoroso Establo actual a discutir, derogar y tirar a la basura un elemento de clarísima y perversa discriminación contra el resto de Iglesias no católicas porque sólo se refiere a ésta? ¿con qué derecho se exime del pago de impuestos a una congregación religiosa si, por definición constitucional, Perú es un Estado laico? El Perú no debe mantener a ninguna secta o grupo religioso, del signo que fuere o de las mentiras que propague. Así tenga 500 años y así haya venido en el grupo de la conquista que a sangre y fuego impulsó el porquerizo de Trujillo de Extremadura, Francisco Pizarro. El signo de opresión, la biblia, libro que los indígenas incas no entendían, llegó con la avanzada blanca, barbada e imperialista de los españoles. Muy bien, la historia así lo cuenta.
Por tanto ¿qué pretende, entonces, la ministra Pinilla cuando invoca a que la Iglesia Católica se inmiscuya en la repartija que de alimentos hace su ministerio? ¿procura, acaso, bulas en el siglo XXI? Debiera saber que esos timos son muy viejos y ya no se pueden vender u otorgar para santificar nada de nada. El asistencialismo de que es testigo el país entero, desde el ministerio de la Mujer, no puede aspirar a carta blanca sólo por el hecho de embudinar a los no pagantes de impuestos de la Iglesia Católica.
Los cretinos de la llamada oposición política, en lugar de combatir, este asistencialismo que nos hace acordar las peores épocas del Estado regalón, sólo atinan a "denunciar" que los favorecidos pertenecen al Partido Aprista. Si eso fuera cierto, entonces, la brutalidad habría invadido al ministerio de la Mujer, asunto que nos negamos a aceptar. Pero, en lugar de impugnar un sistema desacreditado, las vacas mugen y los caballos relinchan. A las ideas o barbaridades que así pretenden llamarse, se las combate categórica y firmemente con acciones políticas de enorme y creativa imaginación. Cierto que pedirle esas virtudes a unos políticos animales, es demasiado.
Primero que la Iglesia Católica arregle sus cuentas pendientes con el fisco peruano. Que se le cobre todo lo que adeuda y no debe seguir permitiéndose esta discriminación en que una confesión religiosa está exenta de tributar como sí lo hace el resto de los peruanos. Luego de eso, ya veremos. Y haría bien la ministra Pinilla en calibrar bien qué es lo que hace. A menos que haya decidido apartarse de la carrera presidencial. En nuestros días, ya está muy atrás de sus colegas. Y esto, la va a hundir más. Mucho más.
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