El veneno de los trolls

David García Martín (*)

Internet ha democratizado la palabra. Cada día son más las personas que se suman para dar su opinión con comentarios en blogs o en las diferentes redes sociales. Pero a veces, el anonimato, y la falta de herramientas y normativas que regulen este abigarrado babel, convierten un espacio de encuentro e intercambio en una “corrala” o patio de vecindad. Donde todos opinan de todo y el respeto brilla por su ausencia. A veces se puede leer en las redes comentarios inaceptables por su vulgaridad, por su tono amenazante y por su falta de respeto.

 

Estos trolls, como los denomina Timothy Campbell, buscan sembrar la discordia. Hacerse oír a base de gritos en forma de insultos. Depravados que entran en la red para hacer daño a los usuarios, como si detrás de éstos no hubiera personas de carne y hueso, sino meros perfiles que ni sienten ni padecen. Los trolls son como unos hooligans que llegan al campo a insultar, a agredir y si pueden, a reventar el partido.

El periodista español, Iñaki Gabilondo, es uno de los afectados por este ejercicio de sinrazón. No hay día que no se encuentre en su video blog, en el que da su opinión a diario sobre la actualidad, comentarios del calibre de “Iñaki apesta”. La falta de respeto y de argumentos consigue envenenar este espacio para la reflexión y el debate.

Estos trolls no son más que la extensión, a través de las nuevas tecnologías, de personas rencorosas, incapaces de dialogar y formar parte de la pluralidad democrática. Personas amparadas por el anonimato, cargados de complejos, miedos e inquina. Lo que no se atreven a decir en la calle o en la mesa de su casa, lo dicen en la burbuja de su cuarto, como si hablaran a la nada, pero a sabiendas de que tras sus palabras queda un reguero de malicia, resentimiento y cobardía.

Otro caso extremo que da muestra de la irracionalidad y la perversión de estos personajes es el de Eva Hache. La periodista y presentadora española recibió perlas como: “Voy al teatro y te apuñalo delante de todo el mundo”. Esto además de un insulto es una amenaza de muerte.  Gil Pelayo, así se llamaba el perfil tras el que se escondía el acosador, acabó en manos de la Guardia civil.

Abusan de la libertad de expresión para lanzar sus insultos y amenazas, muchos amparándose en dicha libertad, como si todo valiera. Cuando es todo lo contrario. Cuando uno se expresa con libertad en un marco democrático, debe hacerlo también con respeto, porque todas las opiniones caben y forman parte del debate público. Aunque en determinados temas, no se puede olvidar, existen unas voces más expertas que otras.

“El hábitat preferido de estos animalitos son los artículos sobre la inmigración y los derechos de los inmigrantes, en los que se explayan sobre lo mucho que sufren ellos y sus conocidos por la invasión de gente morena y detallan todas las perlas legales que pondrían en marcha para impedirlo (casi todas ellas abolidas tras Nuremberg)”, comenta en su blog Gonzalo Fanjul, asesor en Oxfam Internacional. Lo que da una idea del tipo de perfil que representa a estos trolls que envenenan con sus comentarios la red.

Las faltas de respeto a las normas de comportamiento cívico ponen en peligro la integridad física y psíquica de las personas. Por eso no tiene ningún sentido dejar que esas manifestaciones se muestren en las páginas donde se debería alimentar la discusión y el debate, pero no la descalificación y el insulto. Construir con las palabras es loable, pero destruir por destruir es censurable y denunciable.

(*) Periodista

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