Reflexiones sobre inducción y clima laboral
Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
Cuando somos incorporados a un puesto de trabajo pasamos por un momento substancial en nuestro desenvolvimiento profesional y requerimos de cierto tiempo con el propósito de conocer todos los pormenores de las labores, disposiciones y funciones para adecuarnos a la compañía.
Es comprensible que los primeros días sean de entrenamiento e introducción. Las empresas organizadas cuentan con procedimientos establecidos para hacer dinámica y ágil esta etapa destinada a asegurar que el colaborador se sienta cómodo y posea los medios propicios para asumir su desempeño.
Según precisa Ana María Gubbins, gerente del Great Place to Work (entidad que evalúa las mejores prácticas en el ambiente laboral): “…Es importante conseguir que el trabajador perciba una atmósfera familiar en donde todos se sientan cómodos entre sí y don de se reconozca y respete la individualidad de las personas que ahí trabajan”. Gubbins plantea diversas propuestas para lograr la inserción del empleado: “Invitarlo a almorzar en su primer día de trabajo, esperarlo desde el primer día con todas las herramientas y equipos necesarios para empezar su labor (teléfono, usuario de correo, fotocheck, entre otros) y hacerlo pasar por un programa de inducción y orientación en la empresa a la que llega”.
La proximidad con el trabajador se construye en el caminar y compartir de la actividad laboral. Es un proceso de mutuo acercamiento en el que ambas partes se van conociendo y forjando —en función de actitudes, gestos, estímulos, etc.— un vínculo duradero, confiable y en que confluyen intereses y realizaciones comunes. Al respecto coincido con lo manifestado por Carlos Ariel Naranjo, gerente general de Red de Energía del Perú, en su artículo “El trato diario”: “…Al igual que las más importantes relaciones en la vida, la relación con nuestros colaboradores se construye lentamente cada día. Es como plantar y cuidar un jardín: las plantas se nutren del cuidado de cada día y así nos responderán”.
Existen compañías en donde la inducción no es considerada en sus reales alcances. Si la persona seleccionada fue la adecuada este proceso facilita poner en práctica sus destrezas y habilidades y, en consecuencia, alcanzará con mayor rapidez los estándares de rendimiento deseado. Se recomienda invertir en mecanismos efectivos orientados a incorporar al colaborador en el funcionamiento de la empresa.
De otra parte, debemos anotar que las instituciones han evolucionado acerca de la trascendencia del recurso humano. Pero, todavía hay mucho de afinar en este ámbito no siempre visto como vinculante en su mejora integral y de sus componentes. Un equipo capacitado, motivado, cohesionado y que goza de un óptimo clima laboral -en donde se respetan sus derechos- tendrá los elementos para volcar sus principales talentos.
El clima laboral está constituido por un conjunto de factores que facilitan o impiden el desenvolvimiento profesional. Este se percibe en gestos tan cotidianos como el trato de los jefes con sus subordinados; las celebraciones internas; los estímulos, reconocimientos y premiaciones a los colaboradores; las políticas de comunicación corporativa; la forma de recoger y canalizar las inquietudes de sus integrantes, etc. Son numerosas las acciones que perfilan la “atmósfera” y debemos darle su valor y, además, analizar su influencia en la fidelidad y rentabilidad del trabajador.
El trato ofrecido al público interno es significativo e influyente para afianzar y estimular los niveles de rendimiento, identificación y formación personal. Hay empresas con la equivocada creencia que cumplir con pagar puntual el sueldo, respetar las normas laborales y dar algunas facilidades a sus trabajadores, es suficiente: Inexacto.
El colaborador pasa en su centro de laborales más de ocho, diez o doce horas al día y la empresa se convierte en una esfera esencial para él. El ser humano requiere saber que existe la oportunidad de trascender. De allí la conveniencia de maximizar sus aportes y, por lo tanto, las compensaciones que espera recibir no solo deben ser económicas, sino emocionales y espirituales. Se sugiere fomentar un entorno en donde cada trabajador “quiera lo que hace”, se sienta ganador y, por lo consiguiente, en permanente evolución y crecimiento.
Las organizaciones exitosas tienen una ventaja competitiva sostenible en el tiempo. Esa superioridad puede ser su recurso humano. Una corporación motivadora tiene aspirantes calificados para cubrir sus vacantes; logra reducir su grado de rotación de personal; cuenta con notables niveles de satisfacción y lealtad de sus clientes; goza de prestigio en el mercado; construye sólidos vínculos de solidaridad y armonía entre sus miembros; estimula nuevas realizaciones; proyecta una visión triunfadora; disminuye sus costos por errores humanos, entre otras ventajas internas y externas.
El profesional que entrega sus aptitudes en sus labores diarias es también un ser con expectativas, anhelos y proyectos que se recomienda alentar para evitar frustraciones que, finalmente, influyan en el progreso individual y empresarial. Recordemos la afirmación del pensador, historiador, escritor y crítico social escocés Thomas Carlyle: “El trabajo es vida”.
(*)Docente, ambientalista, periodista, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/