Carta de desagravio a César Lévano
Por Eduardo González Viaña
Clemente Palma podría haberse hecho famoso por ser hijo de don Ricardo. Ganó cierta nombradía por escribir algunos cuentos y fungir de crítico literario. Sin embargo, en 1917, redactó una crítica mordaz contra César Vallejo. Sólo, en ese caso acertó. Quiso liquidar al autor de Trilce. Cuando éste ganó la inmortalidad, una ración de la misma le tocó a Clemente, pero por estúpido.
Gabriel González Videla podría ser recordado en los libros de historia por traicionar a quienes lo eligieron y hacer el gobierno más reaccionario en la vida de Chile. Fue, además, el primer presidente del mundo en viajar al Antártida. Todo eso le dio una cierta notoriedad, pero no lo hizo eterno. Su gran acierto consistió en perseguir a Pablo Neruda. La fotografía del gran poeta a caballo en los Andes huyendo de los esbirros de Videla hará eterno al traidor.
Del general Armando Artola se decía que no podía atarse un zapato y mascar un chicle al mismo tiempo y que pensaba que las circulares se envían en sobres redondos. Nada de eso ha persistido en nuestra memoria ingrata. Sin embargo, ¿quién no lo recuerda armando una pila en el colegio Leoncio Prado y quemando en ella miles de ejemplares de La ciudad y los perros?
El donnadie que quiso asesinar a Chabuca Granda en México o el tipo que le dio cuatro balazos en la espalda a John Lennon, un tal Mark Chapman, son otros ejemplos de una interminable lista a la cual hoy ha querido sumarse al rector de San Marcos.
El doctor... ¿cómo se llama?...ha despedido de su puesto en el centro cultural de la Casona de la cuatricentenaria universidad a César Lévano alegando la edad del escritor, periodista y luchador social que algún día tendrá un monumento. ¿Querrá el doctor como se llama aparecer entonces a su diestra?
¿O lo hará el hombre que quedó en su reemplazo, y que debe su puesto a ser joven, mancebo, pollo, zagal, imberbe, tierno... o acaso efebo?
Mi carta es un homenaje y un desagravio a César Lévano, y a todos los que como él deben el honor y la eternidad a sus propios méritos.