El Apra en su víspera
Por César Lévano
Jorge del Castillo no tiene remedio. Ayer ofreció una conferencia de prensa en la cual, con toda frescura, se afirmó que la corrupción bajo el régimen aprista fue obra de funcionarios, no del partido.
Lo que pasa es que esos funcionarios, empezando por Alan García y Jorge del Castillo, eran apristas. “¡Qué curioso! ¡Qué rara coincidencia!”, escribió Ionesco.
Del Castillo resulta ahora el maestro de ceremonias del próximo Día de la Fraternidad, el homenaje anual de los apristas a Víctor Raúl Haya de la Torre. Ese hecho indica cuán caída de cuadros está el APRA. Los organizadores del acto debieron recordar que el año pasado, en la celebración del Día de la Fraternidad en Trujillo, Del Castillo fue sonoramente pifiado.
Trujillo es la tierra natal de Haya. Allí surgió el grupo intelectual del que formaban parte Haya, César Vallejo, Antenor Orrego, Alcides Spelucín, Macedonio de la Torre y otros. Como relataremos próximamente en este diario, el joven Haya y toda la pléyade trujillana se enriqueció en el contacto con los anarquistas de la capital norteña: el negro Julio Reynaga, proveniente del Callao, y los luchadores obreros Manuel “Búfalo” Barreto y Manuel Arévalo, entre otros.
El 6 de junio de 1946, apenas instaurada la democracia en el Perú, dijo Haya en la Asamblea Nacional de Sindicatos Apristas:
“Obreros fueron los que desde los años precursores de las Universidades Populares González Prada dieron aliento y respaldo a este resurgir del Perú social que hoy vemos orgánicamente concretado en un Partido poderoso. Obreros fueron los que el 23 de Mayo de 1923 se unieron a los estudiantes y sellaron con sangre de sacrificio aquella gran unión y aquel gran frente que era ya anuncio precursor del Frente Aprista de los Trabajadores Manuales e Intelectuales”.
Dijo más adelante, en el mismo discurso:
“Ese es el secreto vital de la fuerza de este movimiento; esa es su modulación social. Ese es su esencial contenido obrerista; ese es su gran derrotero histórico, del que no pueden abdicar y que ni ha de ser jamás desviado, porque es dictado del corazón de nuestras masas, y mandato de la conciencia de nuestro pueblo”.
La realidad es que, en su segundo periodo presidencial, Alan García aplicó una política antiobrera. Sabido es que convocó a Palacio a renegados de la Federación de Trabajadores en Construcción Civil, para programar la destrucción de ese organismo, creando sindicatos paralelos y recurriendo al asesinato para debilitarlo. A los malhechores se les prometió el apoyo del Estado. En adelante, obras estatales –y privadas– les serían otorgadas.
El proyecto no prosperó, porque los “obreros” reclutados no sabían ni siquiera alinear ladrillos. Pero siguieron y siguen matando.
Por obra de García y Del Castillo el APRA ya no es un partido poderoso.
La Primera.