La hora de la educación
César Lévano
Los temas de la Educación cubren el horizonte: conflicto de la Universidad Católica, costo de la enseñanza privada, precio de los textos escolares, inicio próximo del año escolar.
Son temas sociales, políticos, que se proyectan en todo el ámbito del desarrollo humano.
Uno de los ángulos es el de la reforma de la Educación. En su flamante libro Apogeo y crisis de la izquierda peruana, Alberto Adrianzén roza el tema, lo roza apenas, al señalar la ausencia en el Perú de un estudio sobre los vínculos entre reforma y revolución.
En el caso de la Educación, sobre la izquierda peruana ha pesado la hipoteca de una interpretación dogmática de la frase de José Carlos Mariátegui en los 7 Ensayos: “No es posible democratizar la enseñanza de un país sin democratizar su economía”.
Muchos dirigentes magisteriales entendieron que primero había que hacer la revolución para después mejorar la enseñanza. Hubo un teórico maoísta que dedujo, por eso, que lo más importante en un maestro no era si tenía los conocimientos adecuados y si sabía enseñar, sino si se portaba como un activista político.
No se habían enterado de la carta que, allá por 1916, Lenin escribió a Inessa Armand, la bella actriz y revolucionaria, en la cual explicaba que el reformismo no consiste en luchar por reformas, sino en limitarse a las reformas, renunciando a los objetivos de cambio radical en la sociedad.
Marx, por supuesto, había apuntalado incluso en Das Kapital, la lucha por la jornada laboral de ocho horas, que constituía -y en el Perú de hoy constituye- una reforma profunda.
En estos días reencontré un texto de 1988 que demuestra, creo, hasta qué punto el dogmatismo empañó la visión y la gramática de muchos maestros. Es un escrito de tres profesores: “resultado de un estudio serio y de un debate amplio” con profesores de La Cantuta y de la maestría de esa universidad.
El trío de pedagogos, de cuyos nombres no quiero acordarme, asevera que los profesionales creen que “la liberación resulta imposible sin trastocar radicalmente las estructuras injustas y sin eliminar el aprovechamiento ilísito (sic) de la plusvalía mientras los obreros y campesinos afirman que la guerra popular es el único camino hacia la transformación revolucionaria”.
¿Se habrán enterado estos maestros de lo que es la plusvalía?
“Salvo el poder, todo es ilusión”, decían pintas senderistas en la etapa de la violencia. Por lo visto, hasta la sintaxis y la ortografía eran una ilusión.
Nuestros tres autores pueden escribir así: “la Constituyente, que fue presidido” (resic); “la dependencia económica más asentuada”; “la enseñanza vuelve a ser controlado y administrado (recontrasic).
Marx había advertido, en unos apuntes que Federico Engels bautizó como Tesis sobre Feurbach: “El educador mismo necesita ser educado”.
La Primera, Jueves 23 de febrero del 2012 | Columna del Director