En días recientes ha trascendido una desavenencia entre el alcalde del distrito limeño La Molina con los jefes policiales y policías subalternos. Cada una de las partes da su versión de los hechos. Los policías parecen sentirse ofendidos por lo que consideran un desplante del alcalde, mientras éste dice que sólo se trata de interpretaciones diferentes sobre lo que sucedió en un desfile cívico de ese distrito. Sobre este caso particular, no opinamos en favor ni en contra de alguna de las partes, no conocemos el problema a fondo; pero sí señalaremos que este caso permite sacar a la superficie un serio problema de seguridad ciudadana.
Mal desde el comienzo
El origen del Serenazgo como elemento de la seguridad ciudadana surgió cuando la población y los vecinos de los diferentes distritos de la ciudad vieron que la Policía no estaba en condiciones de ofrecer una adecuada protección ante la incontrolada proliferación de actos delictivos: robos, secuestros, violaciones, etc., etc. Recordamos que la reacción inicial de la Policía Nacional del Perú (PNP) fue casi de rechazo; algunos policías sostenían que el Serenazgo usurpaba funciones propias de la PNP, lo cual causó disgusto en la población porque quienes decían eso —los policías— no estaban en condiciones de cumplir su deber, por limitaciones presupuestales, por falta de personal, por falta de autos patrulleros, etc. Para el común de la gente se presentaba el cuadro del que no hace ni deja hacer.
Con el correr del tiempo se alcanzó ciertos arreglos que permitieron, hasta cierto punto, lograr la colaboración entre la PNP y el Serenazgo. Pero aquí empiezan las malas interpretaciones del problema y las malas soluciones.
La mala solución
Aun cuando los policías tenían razón en lo concerniente a la defensa de su campo de acción, de sus atribuciones, no se pudo —o no se quiso— ver el planteamiento correcto de la situación. Los policías rechazaban todo aquello que pareciese invasión de sus fueros y lograron un “arreglo” que a todas luces es negativo. Consistió en que las camionetas del Serenazgo circularan contando con un policía que acompañaba a los serenos… pero pagado. ¡O sea que los vecinos colaboran con la PNP y con el ministerio del Interior y encima tenían —y tienen— que pagar! Y hay algo más grave aún: como para la PNP el trabajo en el Serenazgo es considerado algo aparte de sus funciones, se ha establecido la norma de que sean policías en su día de descanso quienes formen parte de la tripulación de los vehículos del Serenazgo. Se ha desnaturalizado tanto el trabajo de los policías, que, además de cobrar indebidamente, no descansan. Esto es malo e inhumano.
Las cosas en su sitio
La PNP y el ministerio del Interior deben entender que los vehículos que ponen a su servicio las municipalidades constituyen una colaboración, no una competencia; en otras palabras, se trata de que la municipalidad proporciona a la PNP los vehículos que le hacen falta; por tanto, un miembro de la policía igual está cumpliendo su deber por el que se le paga al subir a un patrullero de su institución o al acompañar a los serenos en sus vehículos municipales. ¿Por qué se les va a pagar, si patrullar las calles es su trabajo? ¿Acaso se les manda pintar paredes, regar jardines o hacer labores de oficina? Nada de eso: la comunidad, representada por el concejo, desea verlos cumpliendo su deber, para lo cual les proporcionan vehículos que su institución (la PNP) no tiene.
Aspectos económicos
No faltan quienes afirman que al tener bajos sueldos, los policías deben procurarse otros ingresos. Sí, pero si se da eso, que lo hagan con empresas particulares; con las municipalidades el servicio debe ser sin pago, puesto que la PNP y el ministerio del Interior deben agradecer que los concejos pongan a su disposición vehículos y personal para que puedan cumplir su misión.
Como no somos políticos ni tenemos compromisos, debemos hablar claramente. El Perú es un país pobre y lo seguirá siendo varias generaciones. Tal como está organizada la sociedad en sus estructuras económicas, empresariales, laborales y legales, se necesita que haya una gran masa de personas desempleadas, con el fin de mantener una situación de precariedad laboral que permita pagar bajos salarios (“cholo barato”). Evidentemente, los policías proceden de la masa de desocupados que crea nuestro sistema social para lograr sus objetivos a bajo costo. Tanto la empresa privada como el sector público procuran pagar lo menos posible. Y esto deben entenderlo los policías: a la Policía se entra para seguir siendo pobre, porque es preferible ser pobre y tener un bajo sueldo que estar desempleado; nadie entra a la Policía para tener una buena vida; entran porque no tienen algo mejor.
Con lo mal que están las cosas en el Perú, ese bajo sueldo de los policías es la envidia de cientos de miles de desempleados. Que los policías merecen ganar más es cierto; pero no es posible, son parte de la mano de obra precaria que el sistema político-social necesita y crea. ¿Qué se puede hacer? Por lo menos lograr que los policías tengan días de descanso, y que no los usen para trabajar más. Para esto, el gobierno, que tanto pregona la bonanza económica en que vivimos, está en la obligación de formar más policías; si hoy hay —digamos— unos 130 000, debe haber no menos de 230 000. Entonces, aunque no se les pague más —porque ya se sabe en qué país estamos— debe haber más policías en las calles, para que con las rotaciones correspondientes, haya más policías que descansen. En lo que concierne al Serenazgo, sería más fácil hacer entender al policía que la tarea con la municipalidad no es un trabajo extra, es parte de su trabajo con una institución (la municipalidad) que suple las necesidades de la PNP mediante vehículos, personal y medios de comunicación (radio).
Y eso de trabajar los días libres tiene una mala consecuencia: ¿cómo puede trabajar bien una persona que no descansa? Esto explica la conocida lentitud o desinterés de muchos policías que no actúan con la presteza necesaria ante los requerimientos de la población. ¿Cómo van a poder hacerlo si el día anterior han trabajado en lugar de descansar? Y como parte del sinceramiento —¡ah, el sinceramiento!— a los jóvenes postulantes a la Policía se les debe explicar con toda claridad que ganarán un bajo sueldo y dejarán de ser desempleados (que es peor), y que sus hijos tendrán pocas posibilidades de estudiar bien. ¡Pero esta mala situación laboral con todo y eso es preferible al desempleo!