Por Alan Fairlie Reinoso
El mes de abril ha sido prolífico en cumbres y giras, y el gobierno peruano ha sido muy claro en sus preferencias aunque no tanto en sus objetivos.
Cumbre energética
Desarrollada en Caracas, su Declaración Final llama a una eliminación de las asimetrías energéticas de la región, administrando mejor el superávit de los países andinos para cubrir el déficit de los del cono sur, y se ha creado un organismo coordinador de ministros de energía. Pero, se dio una decisión trascendental: la creación de UNASUR, en reemplazo de la Comunidad Sudamericana de Naciones. Ecuador logró no solo la sede del organismo, sino también la propuesta del primer secretario general. Se dijo por sus mentores que había que avanzar más allá del comercio, y que esa había sido la limitación de organismos regionales e iniciativas preexistentes.
Eso no es exacto. Por lo menos en teoría, la Comunidad Andina es multidimensional y su abandonado diseño estratégico desarrollaba un conjunto de ejes que justamente buscaban desarancelizar el proceso de integración. Lo mismo ocurre con los objetivos y mecanismos planteados por la Comunidad Sudamericana de Naciones que además había sido la continuidad de las cumbres sudamericanas que impulsó Brasil. Parece más bien un cambio de sigla, antes que un cambio cualitativo respecto a lo que se había venido planteando y desarrollando anteriormente. Claro está, es un gran triunfo político para el presidente Chávez y sus aliados sudamericanos. Pero, lo fundamental hubiera sido reforzar la convergencia y la integración sudamericana a partir de los mecanismos existentes.
En esta importante reunión se dieron un conjunto de diálogos bilaterales, de las que una vez más estuvo ausente el Presidente peruano, sistemático grave error que está llevando a un menor protagonismo del país en el ámbito regional y la identificación plena y casi excluyente con el eje que propicia Estados Unidos (García tampoco asistió a la cumbre
eurolatinoamericana). No asistió a Caracas, pero envió una afectuosa carta personal a la presidenta chilena ratificando -como si nada hubiera ocurrido desde entonces- todas las promesas que le hiciera en su visita a Chile. No participamos de la iniciativa de países exportadores de gas sudamericano, pero sí estamos dispuestos a venderle gas no electricidad- a Chile que ahora habla de asimetrías y la necesidad de compensarlas (cuando lo afectan), pero que se niega en el caso de la relación bilateral con el Perú a definir una relación que las elimine discutiendo y solucionando además los problemas pendientes.
Giras presidenciales
A la pasada gira de Bush por América Latina, le siguió la de Chávez en una eficaz respuesta política. A las propuestas de TLC y la cooperación compasiva planteada por Bush, Chávez respondió con las iniciativas del ALBA referidas a las misiones de salud, educación, empresas mixtas, la cooperación energética y proyectos de apoyo productivo. En la batalla de ideas parece haberle ido mejor a Chávez.
Luego de estas movidas, la presidenta chilena viajó a Colombia, México y otros países de centro américa, afianzando el eje pro-Washington. Lula fue a tranquilizar a Uruguay antes de la llegada de Bush para salvaguardar el MERCOSUR, y después impulsó la alianza del etanol con Estados Unidos, buscando aminorar luego la controversia en ese tema con Venezuela.
Después de la cumbre energética, Lula volvió a viajar esta vez a Chile y Argentina, buscando afianzar su posición luego del protagonismo venezolano. A Chile fue con una nutrida delegación ministerial, que busca hacer más densa la relación bilateral no solo en el plano económico-comercial, sino de la cooperación. Mientras, acá la alianza estratégica con el Brasil avanza a paso de tortuga.
El presidente García aparte de la visita a Chile, casi como disculpándose por la que primero hizo a Brasil, viajó a Colombia (en medio de su polémica con Venezuela y Ecuador, así como de las acusaciones de vínculos del gobierno con los paramilitares). Luego, accediendo a la intensa presión de los apologistas locales del TLC, finalmente viajó a Estados Unidos para sumarse a los lobbies, emisarios y ministros, que fueron a pedir por el TLC y lanzar loas al modelo de libre mercado e inversión.
En suma, giras proWashington y ausencias en reuniones que promueven la integración regional. Subordinación con el gigante del norte y el vecino del sur, constituye el claro mensaje político del actual gobierno, que entra en contradicción con la histórica tradición de Cancillería y de su propio partido.