Jans Erik Cavero Cárdenas; Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Doctrinalmente, la censura ministerial es un instrumento de control político que caracteriza a los regímenes parlamentarios europeos. En los regímenes presidenciales no existen el voto de investidura, la cuestión de confianza, la disolución del Congreso, ni mucho menos la censura. ¿Por qué? Porque el dogma de la separación de poderes impide el control político entre dos poderes que se suponen autónomos, a diferencia del régimen parlamentario en el que el gobierno nace del Parlamento, por tanto debe ser controlado políticamente.
El Perú al igual que otros Estados sudamericanos ha distorsionado su régimen de gobierno. Se trata de un régimen presidencialista que ha incorporado elementos del parlamentarismo. En cualquier caso, el mensaje de un voto de censura es la incompetencia política de quien encabeza un sector ministerial, o del Premier, teniendo como correlato la destitución inmediata del censurado.
Mientras Ollanta Humala se encuentra en Japón y Corea, la gestión desastrosa de las políticas antiterroristas y antinarcóticas en el VRAE le puede costar la censura de sus ministros de interior y defensa. Algunos voceros del gobierno y miembros de la bancada nacionalista están desplegando esfuerzos para evitar la censura, y en el peor de los casos intentar salvar la cabeza de Alberto Otárola, Ministro de Defensa. Otárola tiene una ventaja a su favor: Ser el hermano de quien podría ser próximamente Presidente del Congreso, Freddy Otárola, miembro de la elite nacionalista.
No amerita detallar la ineptitud de Lozada y Otárola al frente de sus sectores, pero la afirmación de Valdés, con el aval de Humala, de mantener intacto el gabinete resulta temeraria, por no decir irresponsable. Personalmente pienso que minimizar los efectos de una censura ministerial resulta gravísimo para la gobernabilidad del país, a no ser que se tenga garantizado a priori los votos necesarios que impidan la censura.
Un voto de censura es el peor castigo que cualquier ministro podría recibir. Pregúntenle a Fernando Rospigliosi, censurado por el caso Ilave. Equivale a una revocación del mandato en los gobiernos subnacionales, al desafuero de un congresista, o –salvando distancias– a la destitución de un magistrado. Por ello resulta usual que cuando un ministro está sometido a un proceso de censura, y existen posibilidades sobre su procedencia, pone su cargo a disposición irrevocablemente.
A mí juicio, el gabinete Valdés atraviesa una crisis que el propio Humala se niega a aceptar. No sólo están en juego las cabezas de Interior y Defensa, sino que hay problemas graves en otros sectores. El caso de Conga en Cajamarca, la problemática de la minería artesanal, además de otros conflictos socio ambientales, aún están latentes, pudiendo agravarse si el Ejecutivo no los gestiona inteligentemente. Me temo que el Ministro de Energía y Minas no está cumpliendo su papel.
Más grave aún es la afirmación de la ex viceministra de Pesquería quien ha desnudado la existencia de grandes lobbies en el sector de la pesca y la incapacidad de José Urquizo Maggia para dirigir su sector. Corrupción, lobby, ineptitud, serían los rasgos característicos del Ministerio de Producción. En el conflicto de Paita se perdieron 2 vidas humanas; sin embargo, Urquizo sigue de ministro, gozando de la confianza política del Presidente de la República. Después de Lozada y Otárola, Urquizo debería ser destituido por Humala o censurado por el Parlamento.
Patricia Majluf no ha dudado en develar una “Caja de Pandora” que los medios de comunicación se resisten a abrir. Lamentablemente, la atención mediática se ha centrado en el VRAE y en los desaciertos de Lozada y Otárola, perdiendo de vista la problemática que subyace a otros portafolios. Sería grato que los hombres de prensa profundicen las investigaciones en el sector producción y en otras entidades, de tal forma que nos proporcionen un análisis estructural del Gabinete Valdés.
A pocas horas de tratarse la censura, seguramente en el Congreso están negociando el voto de uno o más parlamentarios. Todos los grupos parlamentarios tienen un interés particular. No sería extraño que el optimismo de la Oposición respecto a los votos hasta ahora conseguidos pierda brillo durante las próximas horas. Al fin y al cabo, Yehude Simon, en el caso Chehade, es el mejor ejemplo de indisciplina partidaria. Al momento de la votación cualquier cosa puede pasar. En democracias sólidas, la censura sería unánime. Pero, estamos en el Perú.