Por Gustavo Espinoza M. (*)


Bien sabemos que la Constitución vigente —la espúrea Carta Magna dictada por Alberto Fujimori y aprobada a través de una consulta falseada— no lo permite. Tampoco la anterior, la de 1979, que la mayoría de peruanos considera mejor.


Por eso, hablar de la posibilidad de un Referéndum Revocatorio como una salida al entrampamiento del proceso político peruano, podría resultar iluso o, en todo caso, impracticable.

De todos modos, vale la pena especular con la posibilidad, cobijando la idea de que, en efecto, algo así podría abrir un nuevo escenario al país y a sus problemas.

Después de todo, ha sido planteado como tema del debate por el líder opositor Ollanta Humala, pero además fluye como un interrogante natural en una circunstancia en la que el descontento se generaliza y la población busca caminos de salida a una crisis que torna al Perú poco menos que un territorio ingobernable.

Lo primero que hay que recordar es que en el vecino del altiplano, el referéndum revocatorio fue una figura ideada por los enemigos del proceso de cambios que allí se vive.

Ellos abrigaron la ilusión que, por esa vía, podrían deshacerse de Evo Morales y su gestión gubernativa.

Y —de alguna manera— retrotraer la historia hacia la vieja escuela de la "rosca" boliviana, simplemente célebre por su truhanería, y su voracidad sin límite.

Fue Evo el que recogió el guante y aceptó audazmente que el procedimiento fuera acogido, con la condición que se hiciera extensivo a todas las autoridades elegidas en el área del Poder Ejecutivo, es decir, a los Presidentes de los gobiernos Regionales, es decir, los gobernadores que tienen función de decisión en las capitales de los departamentos de Bolivia. Y así fue.

La consulta arrojó un resultado muy sugerente. Evo alcanzó una doble victoria.

No solamente por que logró obtener un apoyo mayor que lo previsto, superando el 60% de la aceptación ciudadana; sino que, además, obtuvo respaldo mayoritario en su país, para que su proyecto de cambios no solamente no se detenga, sino que continúe.

Así ocurrió en Pando, Cochabamba, Oruro y Potosí, además de La Paz. En algunas de esas localidades, los Prefectos de la Oposición fueron ratificados, pero no obstante, la mayoría ciudadana votó por el Sí al proceso impulsado por Evo.
El Presidente Boliviano salió airoso, entonces, sin grandes problemas y la derecha sintió el golpe al extremo que perdió a uno de sus adalides -Manfred Reyes, de Cochabamba- y debió admitir su repliegue en otras regiones.

Los otros, los Prefectos ratificados, podrán decir que gozan de apoyo en sus circunscripciones, pero deberán reconocer que sus propios electores, en buena medida se sintieron identificados con los cambios que impulsa Evo.

Y es que, en realidad, más que la derecha boliviana, la que perdió fue la que —fuera de Bolivia— se jugó entera contra el gobierno de Evo pensando en la posibilidad de desestabilizarlo y dar al traste con su rica experiencia de lucha.

"Tumbar al Indio" no fue, sin duda sólo una consigna en el interior del territorio boliviano. Fue también una suerte de "voz de orden" que vino desde Washington, pero que se nutrió en Bogotá y en Lima.

Ese fue el deseo de George W. Bush —Señor de Horca y Cuchillo de nuestro continente—, y de Alvaro Uribe, el fascista mayor de Colombia. Pero también de Alan García, que abrió una aldeana guerrita de hostilidades contra Evo, pensando debilitar su imagen en el escenario continental.

García, y la derecha peruana, sufrieron entonces un duro contraste el pasado domingo 10 de agosto, cuando los resultados de las ánforas, consolidaron al Presidente Boliviano y trajeron por los suelos los planes impulsados contra él.

Por eso, a las 4 de la tarde del domingo 10, nos enteramos de los resultados del Referéndum por Telesur; porque las "cadenas nacionales" hicieron eco al silencio de la CNN.

Y es por eso que, independientemente que fuera legalmente posible, o no, en nuestro país un Referéndum Revocatorio; cabe preguntarse en nuestro medio, ¿qué ocurriría aquí, si hubiera una consulta similar al del país hermano?

Por lo pronto, García tiene hoy el 73%, pero no de aceptación, sino de repudio.

En una consulta así, sería revocado de inmediato.

Pero también lo serían la mayoría de los Presidentes de los Gobiernos Regionales, que viven soñando con la posibilidad de "entenderse" con el Ejecutivo con el que disputan migajas.

La opinión pública no tendría reparo alguno en demandar un nuevo proceso eleccionario para dotarse de nuevas autoridades.

Si el referéndum se ampliara, por ejemplo, a la esfera del Poder Legislativo, y los parlamentarios fueran sometidos a una consulta de este tipo, seguramente que sobrarían los dedos de la mano para contar a quienes sobrevivieran a esa coyuntura.

Y si por ella pasaran los alcaldes y las autoridades ediles, el sismo del pasado 15 de agosto repetiría largamente sus efectos, solo que, esta vez, a nivel nacional.

Y es que ocurre que el descontento es muy grande, y la insatisfacción no se neutraliza con simples reajustes.

En un país como el nuestro, en el que ninguno de los Ministros supera el modesto 30% de aceptación ciudadana, no quedaría títere con cabeza, en el caso de imponerse una consulta como la planteada.

Si quienes aquí tienen en sus manos las riendas del Poder, fueran tan generosos y comprensivos, como lo fue Evo en el Altiplano; García y los suyos estarían listos para irse con su música a otra parte. (fin)


(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. www.nuestra-bandera.com