Espirituales de la nueva era global

Herminio Otero (*)

En 2040, las ciudades de los países emergentes tendrán unos 3.000 millones de personas más que ahora, de las cuales más de 1.000 millones vivirán con escasez de agua; y se teme que para entonces las grandes ciudades serán inhabitables a consecuencia de la contaminación. La mayoría de la población vivirá amontonada y encajada, sin aire respirable, sin agua y sin espacios verdes; con ruido y contaminación lumínica nos impide contemplar el cielo estrellado.

 

Las condiciones higiénicas y los avances en medicina han permitido el aumento de media de edad, pero en biología se ha introducido el concepto de estrés oxidativo: con el alto índice de contaminantes, los factores pro oxidativos celulares u orgánicos son más numerosos y más fuertes que los antioxidantes. Resultado: generación de cánceres, envejecimiento, hipertiroidismo…

Esta nueva realidad trae consigo una nueva vivencia de lo religioso. El pensamiento ilustrado vaticinaba la desaparición de lo religioso, pero el resultado ha consistido, según resumen de Raúl Berzosa, en “el resurgir de los nuevos fundamentalismos, de las religiones tradicionales, de las nuevas sectas y movimientos religiosos, de las formas seculares de religión y del denominado nuevo signo cultural y nueva sensibilidad espiritual: la Nueva Era (New Age)”, una completa gnosis, o visión integral de la realidad que, instalada en las religiones, no se enfrenta con ellas sino que utiliza su mismo lenguaje, espiritualidad y símbolos pero dándoles un sentido diferente.

La Nueva Era pretende la autorrealización en el encuentro personal con la divinidad y, según palabras de M. Fuss, es la expresión contemporánea de una espiritualidad “vagabunda” con tendencias sincretistas, evolucionistas, ecológicas y milenaristas. En el fondo supone una búsqueda total.

Esta Nueva Era surge en la primera mitad del siglo 20 cuando diversos autores norteamericanos redescubren la religiosidad, cultura y literatura orientales, y se abren a nuevos campos de experimentación de la mente y del espíritu. Ante el desastre de las contiendas mundiales, se buscan nuevos mensajes morales, éticos y religiosos para reconstruir las bases de una nueva humanidad y sociedad. Más tarde, a partir de los años sesenta, va adquiriendo consistencia en su utopía de una fraternidad planetaria y en el ensalzamiento de lo espiritual. A ello contribuyen los movimientos sociales alternativos y la experiencia optimista del desarrollismo, del progreso, de la sociedad del bienestar.

La Nueva Era no tiene un cuerpo doctrinal preciso y homogéneo, pero “encuentra en la dimensión religiosa su mayor florecimiento como expresión de una espiritualidad panteísta, cósmica e inmanente”, además de holística, ecológica, andrógina, mística y global.

La búsqueda de armonía interior aparece en un mundo en el que se ha instalado la incertidumbre. Así lo resume Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista, premio Príncipe de Asturias 2010: “Hoy nuestra única certeza es la incertidumbre”. Y define con el concepto de modernidad líquida los rasgos característicos de nuestra época, en la que todo es inestable: el trabajo, el amor, la política, la amistad, los vínculos humanos… “Todo es provisional. El único largo plazo es uno mismo. Hoy vivimos más bien en tiendas y moteles; ya nadie construye catedrales góticas.”

Para Bauman, este enfoque ya forma parte de la filosofía de vida: hagamos lo que hagamos es de momento, por ahora. Por ello, objetos y personas son bienes de consumo y, como tales, pierden su utilidad una vez usados.

“La felicidad ha pasado de aspiración para todo el género humano a deseo individual. Se trata de una búsqueda impulsada por la insatisfacción en la que el exceso de los bienes de consumo nunca será suficiente.” Así nos convertimos en consumidores consumidos: “Tratamos al mundo como si fuera un contenedor lleno de juguetes con los que jugar a voluntad. Cuando nos aburrimos de ellos, los tiramos y sustituimos por algo nuevo”.

Así es difícil buscar la armonía interior, pues creemos que para todos los problemas siempre hay una solución esperando en la tienda y que se pueden resolver comprando. Por eso, y como reacción, afloran también numerosos movimientos neoespirituales que navegan en este mar de incertidumbres aferrándose como náufragos a cualquier tabla de salvación.

(*) Periodista y escritor