Esperanza para millones de niños
María López Paniagua (*)
El número de niños que mueren en el mundo antes de cumplir cinco años ha bajado de 13 a 8 millones al año. Esto supone casi 14.000 muertes menos al día gracias a acciones conjuntas entre diversas ONG, donaciones privadas y políticas de los gobiernos de los países más empobrecidos. La ayuda bien dirigida, el desarrollo solidario y las buenas políticas pueden y deben ir de la mano.
Los daños sufridos por malnutrición, causantes de gran parte de estas muertes, han disminuido del 45 al 28%, como también lo han hecho los casos de infección por VIH en menores. Los niños más afectados por el hambre son los que viven en zonas rurales o pertenecen a grupos sociales o étnicos marginales, al igual que los que residen en zonas afectadas por conflictos. Casi un 70% de los países con las mortalidades más altas de niños han atravesado conflictos armados en las últimas dos décadas.
Manos Unidas ha recibido el Premio FAO 2012 por sus 52 años de actividad y numerosas campañas contra el hambre en el mundo. La malnutrición y el hambre causan más de un tercio de las muertes infantiles en el mundo. Así, uno de los objetivos principales de esta organización era reducir la moralidad infantil mediante la concienciación de la población española y la financiación de varios proyectos en Asia, África, América y Oceanía.
Muchas de estas ayudas se destinan cada vez más a vacunas y nacimientos prematuros. Ya son 131 los países que ofrecen una cobertura básica de vacunas a más del 90% de sus niños gracias a diversos proyectos. En cuanto a los nacimientos prematuros, hace escasas décadas el porcentaje de neonatos que sobrevivían a un parto prematuro era muy bajo. De los 15 millones de bebés que nacen de manera prematura cada año en el mundo más de un millón de ellos fallecen a causa de complicaciones derivadas. De esa cifra, los expertos han calculado que el 75% podría sobrevivir gracias a tratamientos simples y económicos, al igual que medidas preventivas. La mayoría, el 60%, ocurren al sur de Asia y en el África subsahariana, donde se centran los proyectos actuales.
Sin embargo, este avance no es algo que se deba de manera exclusiva a las grandes ONG ni a las donaciones de privados. El papel de los gobiernos nacionales es muy importante, su compromiso con una inversión social inteligente y humana, junto con el crecimiento económico o factores tecnológicos han resultado determinantes. Como ejemplos de medidas que han resultado ser efectivas encontramos las políticas de protección de familias que han tomado muchos ejecutivos, como por ejemplo las que intentan reducir las desigualdades salariales entre hombres y mujeres, al igual que de acceso a puestos de trabajo. También las mejoras en el acceso al agua y a prácticas higiénicas renovadas siguen dando frutos en casi todos los ámbitos.
La escolarización también ha experimentado una mejoría. A pesar de los pronósticos de que la recesión económica podría provocar una generación perdida de niños sin escolarizar, lo cierto es que las cifras son esperanzadoras. Aunque 72 millones de menores en el mundo siguen sin escolarizar el aumento de niños que pueden ir a preescolar es mayor en países empobrecidos que en países ricos, un 40% frente a un 13%. Además, los adolescentes en edad de cursar secundaria que no están escolarizados han descendido en un 21%. Con una inversión superior a la de otras regiones, los países africanos son los que más han sentido esta mejoría.
Es inaceptable que en un mundo con recursos, tecnología y medios suficientes mueran al año 7 millones y medio de niños menores de 5 años por enfermedades prevenibles, y otros 67 millones no puedan ejercer su derecho a una educación mínima. Otros pueden acceder a una educación de tan baja calidad que a menudo falla a la hora de procurarles una alfabetización básica. Una cooperación e inversión en estos sectores clave debería ser un imperativo ético para todo país que defienda los derechos humanos.
(*) Periodista
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