Gerardo Alcántara Salazar
Jugando con las apariencias, con aquello que aparece y parece ser el ser, pero que, en definitiva, sólo es lo aparente, lo que nuestros sentidos perciben; dos “expertos”, quieren convencernos, sólo porque empíricamente esa es la verdad: que la raíz, la causa principal y no sólo eso, sino la única causa de lo mal que anda la educación peruana son los maestros del Perú.
Esto lo dice un “experto” y el otro “experto” complementa sus aporías, planteando que él conoce una solución mágica, una pócima, que se le ocurre elemental: repletar los planteles del país con genios, probablemente, graduados en Harvard, nombrados mediante escrupulosos concursos de selección. Nada menos que pagándoles un elevadísimo sueldo, compatible con sus grandes calificaciones: unos cien euros al mes, que es lo que paga el estado peruano, la novena parte de lo que iban ganando nuestros campesinos para trabajar en la agricultura española, libre de pasaje, seguros, alojamiento y alimentación, y más o menos la décimo quinta parte de lo que gana en Europa un camarero, o mozo de restaurante como se les denomina en el Perú. Todo esto antes que empiece la crisis capitalista global. La clase política, los empresarios, la iglesia, todos los que están interesados en hacer del país una potencia, a tan “elevado” precio, se lo han creído, alabado, aplaudido y legitimado. Pero, obviamente, si los planteamientos de Luis Piscoya tuviesen éxito, muy pronto habríamos tenido profesores mejores que los finlandeses y alumnos que rindan exámenes mejor que los de Finlandia, que son los que ocupan en el primer lugar según las evaluaciones realizadas por PISA.
Debe quedar claro que estos planteamientos fueron hechos como rechazo al aumento de haberes que había prometido y finalmente ejecutó el presidente Alejandro Toledo, quien, como había prometido, duplicó los sueldos que venían percibiendo los profesores del Perú, no solamente en términos monetarios sino de capacidad adquisitiva; y aún así, esos ingresos que se pagan a los maestros peruanos son vergonzosos.
Piscoya es profesor de Lógica y epistemología y se presenta como Consultor para América Latina y el Caribe de la UNESCO; y el otro “experto” es Nicolás Lynch, profesor de Sociología, que fuera ministro de educación, cesado a consecuencia de la movilización del Sindicato Único de Educadores del Perú (SUTEP) contra él; y en la actualidad se desempeña como Embajador del Perú en Argentina. Ambos son profesores de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, una de las más antiguas de América, aunque Piscoya no cree en méritos gerontocráticos. Llama poderosamente la atención que los dos coincidan en no tomar en cuenta algo tan evidente, cómo el factor económico juega un rol fundamental en la educación. Piscoya es de aquellos profesionales que considera que la epistemología casi produce milagros en el cerebro de la gente y él se cree no solamente epistemólogo sino un gran epistemólogo, aunque en realidad es buen divulgador y no se le conoce aporte personal a la epistemología. ¿Por qué no acepta, entonces, que el problema es más profundo, que existen otras variables que determinan la diferencia cultural entre nuestros educandos y los que viven en los países desarrollados?
Lo que los “expertos” no quieren entender.
Los estudiantes del segundo y primer mundo tienen ventajas comparativas para aprender más y mejor que los estudiantes del tercer mundo. Como disponen de recursos económicos tienen la posibilidad de viajar internacionalmente, incluyendo a países de otros continentes. Esta experiencia les permite, entre otras cosas, comprender las diferencias de horario, de clima, economía, cultura, cambio monetario, comprar sus billetes de viaje mediante internet, sin recurrir necesariamente a las agencias de turismo. Se entrenan, si lo desean, en la compra de billetes low cost, alquiler de habitaciones también por internet en los hoteles, pago mediante tarjetas de crédito, al arreglar su equipaje lo hacen considerando el clima del país al que desean viajar; lo averiguan por internet. Los jóvenes norteamericanos que desean aprender español viajan sin ninguna dificultad a México o España. Lo mismo hacen los jóvenes de países del primer y segundo mundo que hablan otros idiomas. Los jóvenes españoles que quieren aprender inglés suelen viajar a Inglaterra. Otros métodos y otras ventajas que tienen los jóvenes de países desarrollados. Aprenden mejor porque disponen de recursos económicos. Cuando salen de sus países entienden bien el cambio monetario, la obtención de dinero que tienen en su país de origen desde los cajeros automáticos que encuentran en el país al que han viajado. Obtienen ese dinero en la moneda del país visitado sin tener en cuenta la moneda que usan en su país de origen.
Esto les permite entender mejor la economía y también la tecnología del momento. Comprender también la tecnología porque pueden comprar máquinas fotográficas ahora totalmente digitalizadas, que funcionan como computadores. Al viajar aprenden geografía, culturas diversas, sistemas políticos, diferencias religiosas, de lengua, arte culinario. Ganan destreza en utilizar los medios de transporte, los aeropuertos, aduanas. Un joven turista puede salir a las 14 horas desde el aeropuerto de Madrid y llegar el mismo día a las 19 horas al Perú, a pesar de que el viaje demora 12 horas. Regresará a las 7 de la noche desde el aeropuerto Jorge Chávez y llegar a las 14 horas y no a las 7 de la mañana, en un viaje de retorno que también es de 12 horas. Eso le lleva a comprender perfectamente la diferencia de los usos horarios. Sabrá que entre España y Perú hay 7 horas de diferencia y entre Perú y Portugal solamente 6 horas de diferencia, porque en los países ibéricos amanece antes que en Perú. Si el viajero es español se sorprenderá que en Perú anochezca a las 18 horas cuando en España desaparece el brillo solar a las 22 horas en verano.
El joven viajero recibirá información profusa sobre los lugares que visita, tomará fotos, filmará, conocerá de manera directa esos lugares históricos que nuestros jóvenes tercermundistas se esfuerzan en imaginar y comprender, para luego aprender. El entorno país, continente y el entorna familiar, así como el vecindario son factores que inciden mucho en el aprendizaje. Si en el entorno hay grandes empresarios, intelectuales, diplomáticos, el joven tendrá una ventaja comparativa para aprender ciertas temáticas.
Por tanto el profesorado puede tener una cuota de responsabilidad en la baja calidad del aprendizaje escolar, pero no toda la responsabilidad. El SUTEP tiene obviamente alguna responsabilidad pero no toda la responsabilidad como se ha hecho creer. Si en Perú la sociedad tuviera la calidad de vida que existen en el primer y segundo mundo, la gente estaría pensando en comprar, en viajar, disfrutar de la vida; y no tendría tiempo alguno, ni la menor intención de “crear conflictos”. Los maestros como un alto porcentaje de la sociedad peruana está convulsionada por la precaria política económica y porque los políticos para ganar las elecciones les mienten y les crean falsas expectativas. En este caso Lynch es un maestro, un perfecto maquiavélico, se presenta como hombre de izquierda, actualmente incluso trabajando para el gobierno peruano se pronuncia ya a favor de “la gran transformación” que promocionan los grupos ultraizquierdistas.
Un maestro estaba ganando menos de 150 euros y con el aumento del gobierno de Toledo está por 200 euros. Mientras los jóvenes del primer y segundo mundo aprenden mucho viajando, los maestros con los sueldos precarios luchan por sobrevivir. Un camarero, un mozo o moza que atiendo en los restaurantes gana entre mil y mil 500 euros al mes. Puede vivir obviamente muchos mejor que nuestros maestros, sin menosprecio de los camareros entre los cuales hay muchos profesionales y estudiantes universitarios. Un gasfitero o técnico electricista puede ganar unos tres mil euros. Al culpar a los maestros de la crisis de la educación peruana se los ofende doblemente. Uno porque se los humilla económicamente y luego por que se los culpa, se los coloca en condición de delincuentes, se los lapida y se los enfrenta a la sociedad. Como es de conocimiento público, los españoles —antes de la crisis— estaban contratando a nuestros campesinos para las labores agrícolas pagándoles 900 euros al mes, libre de vivienda y alimento. Esto que sirva para que el profesor de epistemología y el de sociología desciendan del mundo de las palabras al mundo real. Los maestros finlandeses y los del segundo y primer mundo ganan lo suficiente para vivir, comprar libros, toda la variedad de materiales para el aprendizaje y si quieren conocer la historia romana viajen a Roma, ven todas la reliquias existentes, visiten museos, monumentos y ciudades históricas y pueden intercambiar información con sus alumnos sobre lo que saben. Que piensen, por ejemplo, de dónde salió la erudición de Huntington expuesta en su libro "El choque de civilizaciones". ¿Solamente porque ha leído libros? No; sobre todo porque ha viajado profusamente por el mundo y de primera mano ha visto paisajes físicos y culturales. Además deben pensar cuánto invierten los países desarrollados en investigación. Y sus catedráticos no se limitan a repetir textos extranjeros, sino que son genuinos creadores, de modo que hay muchos sabios galardonados el Premio Nobel entre sus catedráticos.
Piscoya debería pensar, por ejemplo, cómo es que pese a ser inteligente se quedó como simple divulgador de filosofía, sin que nadie le reconozca aporte personal alguno. Y Lynch debería exhibir lo novedoso y grandilocuente de su tesis doctoral en una institución norteamericana sin pergaminos, por lo cual no figura en Ranking de las quinientas mejores universidades del mundo, aunque sea en el último lugar de este ranking. Nuestros expertos peruanos, demostrando ser expertos tercermundistas, independientemente de cuáles sean sus propósitos reales, al responsabilizar a los maestros como únicos responsables de la evidente crisis educativa en el Perú, sin tomar en cuenta las bases estructurales de la sociedad peruana, las políticas gubernamentales, los papeles de los funcionarios del Ministerio de Educación, las instituciones no universitarias que son las que mayoritariamente forman profesores, con evidentes criterios de formar alfabetizadores para sociedades agropecuario-artesanales, y oponiéndose abiertamente a mejoras salariales, queriéndolo o sin quererlo, forman parte de quienes practican la cultura de la estigmatización a los sectores populares. Es evidente que los profesores que se ubican académicamente por encima del estándar académico, abandonan la enseñanza en los niveles primario y secundario, como rechazo a ese doble estigma que se cierne sobre los educadores: la precariedad económica que practica con ellos el Estado y el estigma que se han encargado de fabricar contra ellos un exministro de educación y alguien que se presenta como consultor de la UNESCO.
Insatisfactorio estándar de la educación peruana
Empezaré por señalar los problemas centrales que tiene la educación peruana partiendo de evidencias expuestas por organismos internacionales, cuya competencia e imparcialidad son dignas de tomar en cuenta. En esta ponencia veremos el que corresponde a la educación básica, apoyándome en el diagnóstico de PISA.
Estándar de la educación básica
Como si de pronto se despertaran de un soporífero sueño a causa de los informes de PISA sobre el estándar académico de nuestros escolares y del informe de la Universidad de Shangai sobre el infra desarrollado estado de nuestras universidades, por fin empiezan a preocuparse nuestros “expertos” del Ministerio de Educación, conjuntamente con las burocracias y la “clase política”, por algo que era tan evidente —nuestro pésimo estándar educativo—, puesto que Perú exhibe como mérito ser exportador de materias primas, marginalidad que se reflejaba incluso en la hegemonía económico—empresarial de Chile en nuestro territorio, éxito del vecino país del sur que no se quiere asociar con el conocimiento y por tanto con la Educación.
En efecto, según The Programme for International Student Assessment (PISA), en una escala de I a V, Perú se ubica en grupo I que es el de menor estándar académico. Mientras Finlandia es el país de más alto desempeño, Perú es el de más bajo rendimiento “en la escala combinada de aptitud para la lectura”. Vale decir, en cuanto a la capacidad de comprender lo que se lee, habilidad para localizar información, interpretar textos y poder reflexionar y hacer comentarios sobre ellos. poder reflexionar y hacer comentarios sobre ellos3. Si en promedio los estudiantes peruanos se encuentran en la antípoda de la excelencia académica, cuando menos, como desviación estándar, deberíamos tener una élite cuantitativamente respetable que se ubicara en los niveles de más alto rendimiento, vale decir en la escala V, aunque sea en un pequeño porcentaje, pero significativo, que alcanzara los estándares de los estudiantes de la Organización para la cooperación y el desarrollo económico (OCDE). Si “en promedio, el 10 por ciento de los estudiantes de los países miembros de la OCDE alcanzan este nivel”, “en los países no miembros de la OCDE la proporción varía desde el 10 por ciento en Hong Kong—China hasta el 0,1 por ciento o menos en Albania, Indonesia, Antigua República Yugoslava de Macedonia y Perú”. Dicho de otro modo, por cada cien estudiantes de la OCDE y de Hong Kong—China que alcanzan el nivel V, solamente un peruano alcanza ese nivel. El informe PISA enfatiza que “más del 50 por ciento de la población escolar en Albania, Brasil, Indonesia, Antigua República Yugoslava de Macedonia y Perú se ubican en el Nivel 1 o por debajo, indicando que, en el mejor de los casos, sólo pueden manejar las tareas más básicas de lectura”. de lectura”5. Y, por supuesto, el desempeño de nuestros estudiantes en Matemática, no es menos desastroso: “Los estudiantes de Hong Kong—China, Japón y Corea obtuvieron las más altas puntuaciones medias en la formación matemática. El promedio de puntuación más baja fue el de Perú”. Japón y Corea son potencias mundiales en Economía y China, será la primera gran potencia mundial dentro de pocas décadas, y actualmente es el país del más alto crecimiento económico.
Soluciones planteadas por nuestros “expertos” alucinantes
Las soluciones al problema serían: 1) Eliminar al sindicato único de trabajadores en la educación del Perú, SUTEP, culpable de sostener, malévolamente, la educación arcaica, según Lynch; y 2) nombrar profesores según rigurosos concursos de selección, según Piscoya. ¡Muy fácil e impresionante!, ¿no? Nicolás Lynch desde su época de estudiante estuvo comprometido en disputas con militantes de Patria Roja, en su condición de militante de Vanguardia Revolucionaria, luego denominado Partido Unificado Mariateguista (PUM). En la Izquierda, que luego se denominó unida, incluso en su momento de mayor aceptación por las masas imperó no la unidad, sino el canibalismo interno. A principios del 2000, Lynch fue encargado del Ministerio de Educación y tuvo confrontaciones muy fuertes con el SUTEP, instrumento sindical a través del cual actúa Patria Roja. Su corta duración como ministro se lo atribuyó a ese sindicato y al partido que le da dirección política. Como evidencia de que el canibalismo en la izquierda continúa, o como revancha, o bien como ambas cosas, el 2004 publicó un folleto en el cual responsabiliza al SUTEP de lo mal que anda la educación peruana. Encuentra una causa, una sola, a los problemas de la educación peruana.
“Ahora que parece haber una renovada preocupación por la educación peruana –sostiene-, habiéndose incluso declarado en emergencia, llama la atención lo descaminado de las propuestas de políticos y expertos para encarar la crisis. La mayoría de los que toman la palabra pretenden enfocar el asunto, como pareciera lógico, desde una perspectiva pedagógica, y agregan, en el mejor de los casos, la necesidad de mayores recursos presupuestales para el sector. Pero el problema principal de la educación no es hoy pedagógico ni económico, sino ideológico y político. Lo he dicho muchas veces: aunque se doblara de inmediato el presupuesto para el sector, si no se combate y se derrota el dominio ideológico y político de aquellos que no quieren que la educación cambie, poco se podrá lograr”.
No dice en qué consiste la educación arcaica, solamente dice que hay un pensamiento arcaico, que es el maoísmo del SUTEP y Patria Roja. Tampoco demuestra la propuesta arcaica, maoísta del SUTEP, ni dice en ninguna parte de su folleto, cómo es ni cómo debería ser la educación peruana ni el rol que debería jugar el estado, salvo aniquilar económicamente, más de lo que ya están los maestros, porque, so pretexto de repetir las ideas de un presunto funcionario fujimorista, a quien no nombra, y bajo la sombra de ese innombrado personaje diga que invertir en educación es botar el dinero por un barril sin fondo, enfatizando de manera categórica, que el problema de la educación peruana no es económico, sino única y exclusivamente ideológico y político. En resumen la causa única de lo pésimo que está educación peruana es la existencia del SUTEP y la solución no es económica sino exclusivamente ideológica y política. No dice, finalmente, si está a favor o en contra del estado de la educación peruana actual, como que tampoco dice qué de bueno o de malo, qué de encomiable o criticable tiene la educación peruana, qué debe mantenerse o transformase, si debe mantenerse como está, cambiarse parcialmente, totalmente, sólo le interesa culpar a lo que él denomina “pensamiento arcaico en la educación peruana”, encarnada en el SUTEP; vale decir, fuera del SUTEP, nada de arcaico hay o quizá lo del SUTEP sea lo más arcaico. Era necesario que lo diga, porque, puede tener razón en cuanto ofrece un perfil sobre el SUTEP y sus líderes, pero el pensamiento arcaico que tienen esos líderes no es la educación peruana en sí misma y al sostener férreamente que el problema no es económico, que el estado no debe incrementar el presupuesto en educación está reclamando el amordazamiento de los líderes del SUTEP y de aquellos que eventualmente puedan estar comprometidos con Patria Roja, sino a la totalidad de los maestros. Debe haberle dolido mucho, para escribir su folleto, que el presidente Toledo doblara el haber de los maestros, aun cuando, después de todo, fuesen pírricos.
Afirma, eso sí, que el problema no es pedagógico ni económico sino ideológico y político, dicho de otro modo, quiere permanecer eternamente en las pugnas que mantenía como militante universitario de Vanguardia Revolucionaria, convertida luego en Partido Unificado Mariateguista (PUM), contra los militantes del FER de Patria Roja, cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Como en realidad la educación en sí misma no le interesa, no dice nada sobre PLANCAD, ni sobre la manera cómo el gobierno quiere “salvar” la educación, porque todo se reduce a destruir al SUTEP, habiendo presentado como el máximo exponente de las luchas anti magisteriales, este hombre de “izquierda moderada” y derrotado candidato al parlamento en la lista del “revolucionario” Javier Diez Canseco. Muerto el SUTEP, mágicamente el problema estará resuelto; sin pensar en pedagogía ni en economía, tendremos una educación con maestros que sepan tanto como los maestros finlandeses y estudiantes que rindan como rinden los estudiantes finlandeses, o quizá coreanos, o chinos o norteamericanos. Mirando fríamente, en Lynch más que un planteamiento hay una obsesión, que lo llevó, con apoyo mediático y puesto al servicio del gobierno aprista (que sucedió al de Toledo), a hacer creer que lo mal que se encuentra la educación depende de una sola causa, el demonio SUTEP, cuyos líderes tienen, por lo demás un perfil que facilitan darle crédito a Lynch. Realizó, como él plantea un juego exclusivamente político. El destino del país, le importa nada.
Sostiene también, refiriéndose al SUTEP: “Esta posición es particularmente dura en lo que corresponde a políticas de calidad referidas al magisterio, ya que estas suponen criterios meritocráticos en la organización de la carrera docente”. Por fin, ¿el problema de la educación es solamente ideológico y político o es también Meritocrático? ¿Y podemos hablar de selección meritocrática sin pensar en lo económico? ¿Y cuán meritocrática desearía que fuera la educación peruana? ¿Meritocrática con o sin adecuada correspondencia con los haberes? ¿O acaso está pensando en tener profesionales muy buenos con salarios muy bajos? ¿Dónde piensa encontrarlos? ¿Cuántos quiere conseguir en esas condiciones? ¿Podrá ser uno de los candidatos para trabajar en esa situación? ¿Dónde ha visto meritocracia que conduzca a la pauperización económica del profesional excelente? ¿En un país civilizado o en uno tribal? ¿Imagina profesionales altamente calificados con haberes precarios, felices y condescendientes? ¿Quieren así combatir ideológica y políticamente a un sindicato, o realimentarlo, crear condiciones estructurales más bien para que deserten y se pasen a movimientos fundamentalistas como el de SL, que ahora actúa tras la fachada del MOVADEC?
“La debacle izquierdista de finales de la década de 1980 y la dictadura posterior al 5 de abril de 1992, arrinconaron aún más a esta izquierda confrontacional, y al maoísmo como parte de ella, pero no los terminan. Sobreviven principalmente en el aparato educativo, en el que sigue siendo más claro que en otras partes el abandono del Estado y el desprecio de las élites dominantes por el resto de la sociedad”.
¿Cómo debe enfrentarse este “abandono del Estado y el desprecio de las élites dominantes por el resto de la sociedad”? ¿Ideológica y políticamente, pero no económicamente? ¿La política y la ideología guardan total autonomía con respecto de la economía? No oculta, este presunto anti fujimorista, su simpatía con las medidas de Fujimori. Tratando de las expectativas de mejora salarial, quien no cree que el problema de la educación sea también económico, dice: “No puedo olvidar en este punto la respuesta que obtuve, ya en el gobierno de Alejandro Toledo, de un alto funcionario del Ministerio de Economía y Finanzas que venía del régimen fujimorista, cuando me señaló que en su ministerio eran reticentes a conceder mayor presupuesto al sector educación porque era como echar dinero en un barril sin fondo”.
Toledo, sin embargo, aunque no haya resuelto el problema educativo peruano, pasará a la historia, por ser el único presidente que en su gobierno, no existiendo ya sino moderada inflación, duplicó el sueldo de los profesores, elevándolo, sin embargo, por motivos obviamente de imposibilidad financiera, a un poco más de 200 euros al mes. Ese incremento no resuelve el problema, no provocará cambios trascendentales, pero es una valiosa señal. Como lo anunció en su campaña, para Alan García el incremento de los irrisorios haberes del magisterio y de los catedráticos eran sobrecostos y bombas de tiempo. Y Lynch se entregó con cuerpo y alma a satanizar al SUTEP, subordinándose al ministro aprista de educación, señalando al Sindicato único de trabajadores de la Educación Peruana –SUTEP- no solamente como culpable, sino como el único culpable de la debacle de la educación peruana.
Tratando de ser razonable, Lynch repite un slogan archiconocido por la hipocresía que conlleva:
“Para progresar en la educación peruana y convertirla en un mecanismo de igualdad e integración social, debemos terminar con las dos caras de la misma moneda: la exclusión omnipotente que practican los de arriba y el grito ideologizado que le responde desde un movimiento social signado por la frustración y la pobreza”.
Frase retórica. Y solamente retórica, para un auditorio huachafo.
¿Si el problema no es económico de qué exclusión habla Lynch? Si el asunto no es económico, ¿de qué “pobreza” habla? ¿Le interesa realmente que haya alguna consideración con los maestros o más bien, bajo ese pretexto quiere agredirlos más al decir que su reclamo es “el grito ideologizado que le responde un movimiento social signado por la frustración y la pobreza”? Y no es que Lynch, realmente, pertenezca al mundo de los ricos, puesto que es un profesor universitario, víctima de la “exclusión omnipotente”, con la sola excepción del tiempo en que fue ministro y el SUTEP le obligó a volver a la realidad -su realidad-, que no quiere admitir; y ahora tiene haberes de embajador. A no ser que tenga una mentalidad primitiva, que desconozca la movilidad social imperante en el mundo capitalista, y crea aún existe el régimen de castas y que él aun siendo un simple profesor universitario pertenece a una clase superior. No digamos tampoco que no tiene algún acierto, como cuando Acusa al SUTEP de haberse opuesto a las reformas de Velasco, pero exagera cuando afirma que también se opuso a la meritocracia, tomando como fundamento justificatorio el argumento de José Carlos Mariátegui, quien en el capítulo “El proceso a la instrucción pública”, correspondiente a Siete ensayos de la educación peruana, plantea que no es posible democratizar el país sin democratizar su economía y en consecuencia su superestructura. Si por meritocracia se entiende la prelación que tienen los mejor preparados, ¿ha existido, realmente, algún gobierno en el Perú que haya preferido a los mejores, soslayando el clientelaje y la militancia partidaria?
¿Aflora la tendencia nazi en la aporía de Lynch? ¿Por qué Piscoya no le dio lecciones de lógica?
Veamos cómo Lynch poco a poco va sacando lo más siniestro que esconde detrás de su fachada socialista. ¿No esconde, realmente, su alma social nacionalista?
“A primera vista pareciera sorprendente que un sector tan importante como la educación haya sido abandonado por el Estado y por los partidos democráticos a una tendencia radical y autoritaria como el maoísmo. Ello solo se explica por el desinterés que históricamente las élites peruanas han mostrado hacia la educación pública. El desinterés se vuelve flagrante cuando el sistema se masifica e intenta educar no solo a los sectores medios y altos, sino a la mayoría de la población étnica y socialmente distinta de aquellos que tienen el control de la mayor parte de los recursos públicos y privados del país”.
¿De qué “partidos democráticos” habla Lynch, si dice que tales son “élites” que “históricamente” “han mostrado” “desinterés” “hacia la educación pública”? Ese desinterés de los “partidos democráticos” no ha sido casual, excepcional, sino “históricamente”, vale decir siempre. Ve “democráticos” a esos partidos porque su “desinterés se vuelve flagrante cuando el sistema se masifica e intenta educar no solo a los sectores medios y altos, sino a la mayoría de la población étnica y socialmente distinta de aquellos que tienen el control de la mayor parte de los recursos públicos y privados del país”. De antología, realmente. Su aparente protesta es realmente una justificación del statu quo. Es protesta contra esos partidos democráticos por permitir la masificación de la educación y, permitiendo del tal modo, “educar no solo a los sectores medios y altos, sino a la mayoría de la población étnica y socialmente distinta de aquellos que tienen el control de la mayor parte de los recursos públicos y privados del país”.
La confrontación se va definiendo no como muchos quisieran entre un socialista democrático, simpatizante del ala radical del partido que llevó al comandante Humala a la presidencia de la república, sino de un nazi enfrentado a los maoístas. Como es su costumbre se vale de la ambigüedad. Utiliza los conceptos “partidos democráticos” como significantes sin decirnos el significado que él les atribuye, de modo que “democracia” deviene en un conceptos intencionalmente vago. Aunque podría escandalizarse si avanzamos en la deconstrucción de sus discurso, implícitamente está afirmando que la democracia no es general, sino de casta o clase social, sobre todo de casta, vale decir correspondiente a las clases sociales vigentes en las sociedades preindustriales, porque en las que ya existe industria las élites económicas que están por encima de las élites políticas quieren educación universal, procurando la más universal y más avanzada, debido a que les interesa tener científicos, técnicos y, de modo general, una población calificada para apuntar el progreso sostenido de sus empresas, en un mundo competitivo como el capitalista y porque, asimismo, la población cuanto más instruida tendrá mejores ingresos para poder comprar lo que los empresas producen para vender. Esto es lo que se llama mercado interior. En las sociedades preindustriales la economía basada en la agricultura y la ganadería, complementada con la caza, pesca y tala de bosques se caracteriza por la reproducción simple, o sea en escalas casi idénticas todos los años. Gastar en educación en esta clase de países es visto como un derroche, porque los trabajadores todo lo que pueden ofrecer es su fuerza física. Cuando más progresa un país la fuerza física es reemplazada por la fuerza mental. Esta fuerza mental es un derivado de la educación. Por tanto no es una condescendencia de las élites sino una decisión racional, por convenir también a sus intereses. Esto explica también por qué en los países industrializados los salarios son más elevados que en los menos desarrollados y por qué la gente tiende a migrar en busca de trabajo a los más industrializados. “El desinterés se vuelve flagrante”, expresa, por aceptar la educación masiva como evidencia de la hegemonía de elites primitivas, preindustriales.
“Es importante señalar –agrega- que se trata de un movimiento social que, a pesar de su deterioro, sobrevive a la aguda crisis del sindicalismo que se dio a finales de la década de 1980, en especial a la casi desaparición de los gremios de empleados públicos como producto del despido masivo de trabajadores estatales en los inicios de la década de 1990. Esta fuerza está dada por las características del sector que brinda un servicio indispensable como es la educación pública, por el perfil del docente que lo hace consciente de sus derechos, por la magnitud del cuerpo de profesores que se multiplica aceleradamente, por el deterioro de las condiciones de trabajo y por la trayectoria de lucha del magisterio en respuesta a la situación señalada”.
Qué lástima para Lynch, porque de no sobrevivir el SUTEP, quizá él habría sobrevivido más tiempo como ministro. ¿”Por qué no lo destruyeron?, se queja en interlínea. Pero el gremio magisterial sobrevivió, porque es fuerte, sostiene, explicando: “Esta fuerza está dada por las características del sector que brinda un servicio indispensable como es la educación pública, por el perfil del docente que lo hace consciente de sus derechos, por la magnitud del cuerpo de profesores que se multiplica aceleradamente, por el deterioro de las condiciones de trabajo y por la trayectoria de lucha del magisterio en respuesta a la situación señalada”.
Una verdadera desgracia para Lynch que el magisterio tenga esos atributos que le permitieron estar vivo. Esas particularidades son las fortalezas del magisterio, las debilidades de Lynch y provocan la rabia de quienes se sienten como él afectados.
Jacques Derrida demostró cómo los autores suelen contradecirse. En este caso de Lynch son clamorosamente evidentes las aporías que abundan en su folleto. Cita a Chiroque Chunga, en cuanto este autor sostiene que el magisterio, en número viene creciendo explosivamente y los sueldos se van reduciendo a pequeñas fracciones, desde 1965:
“Al mismo tiempo, el sueldo de los docentes empezó a deteriorarse aceleradamente y ya no alcanzó para cubrir sus necesidades elementales. La remuneración total se redujo a la tercera parte entre 1965 y 1999 y el poder adquisitivo de esta a la sexta parte entre 1965 y la actualidad (CHiroque Chunga 2003)”.
¿Cómo entender está reducción de la capacidad adquisitiva a la sexta parte, de 1965 al 2003, dato que recoge y acepta Lynch? ¿Se trata de un hecho ideológico y no económico? ¿Habrá que darle solución política pero no económica? ¿Quién que tenga inteligencia normal podría aceptar esta aporía? ¿Qué influye en qué? ¿La economía en la política o la política en la economía, en la realidad concreta de la que se está tratando? Habiendo admitido el deterioro sistemático de la capacidad adquisitiva del magisterio, Lynch parece virar y ponerse comprensivo con los reclamos magisteriales.
Lynch, a través de su folleto, demuestra cómo algunas personas pueden vivir envueltos en dilemas hamletianos, planteando aporías, diciendo y contradiciéndose en una pelea casi interminable consigo mismos. Habiendo planteado tajantemente que el problema del magisterio y de la vigencia de un movimiento sindical es solamente ideológico y político y no económico, no puede dejar de reconocer que el factor más fuerte, junto al cretinismo de los técnicos tercermundistas que plagan nuestros ministerios, hacen de la “democracia” una tozuda ininteligencia:
“Tal actitud del gobierno de no resolver el problema, no solo por su pobreza inherente sino por no darle a la educación y a los maestros la importancia que debieran tener para poder lograr el desarrollo del país, se le da al movimiento magisterial un argumento de fondo, que propicia, sobre todo en los momentos de hegemonía maoísta, gran simpatía entre la población. Se trata de un Estado que responde más a lealtades ancestrales, clasistas y coloniales, y que a pesar de los vientos democratizadores se resiste a asumir como reflejo propio la responsabilidad por las personas supuestamente bajo su autoridad. Por ello, frente al problema magisterial combina la indiferencia con la improvisación y no llega a aparecer, más allá de no contar con los recursos materiales, como seriamente interesado en encontrar un camino de solución. No puedo olvidar en este punto la respuesta que obtuve, ya en el gobierno de Alejandro Toledo, de un alto funcionario del Ministerio de Economía y Finanzas que venía del régimen fujimorista, cuando me señaló que en su ministerio eran reticentes a conceder mayor presupuesto al sector educación porque era como echar dinero en un barril sin fondo”.
Continuando con la retahíla de aporías o paradojas, nos dice ahora que en el Perú no hay democracia, sino solamente “vientos democratizadores” y que el Estado real que tenemos “responde más a lealtades ancestrales, clasistas y coloniales”, expresión que no solo suscribiría con gusto Patria Roja sino Sendero Luminosa de Abimael Guzmán, autodenominado “la cuarta espada de la revolución mundial”; y por tanto MOVADEF. Ahora culpa a los gobiernos “democráticos” de “no darle a la educación y a los maestros la importancia que debieran tener para poder lograr el desarrollo del país”. Le aterra, además que el magisterio cuente con “gran simpatía entre la población”.
Esto sobrepasa los límites de las paradojas y se aproxima a la locura. Tratando nuevamente de desconocer el problema económico que subyace en los reclamos de los profesores, dice que ellos actúan impelidos por mitos como el de Inkarrí.
Vale preguntar, ¿qué harían estos líderes con sus mitos si no tuvieran seguidores? ¿Los seguidores realmente participan de sus mitos, o les interesa mejorar sus ingresos? Los maestros que venían ganando unos 100 euros, ¿siguen a esos líderes fundamentalmente por principios ideológicos y políticos o porque esos dirigentes tienen mañana para presentarse como los defensores de sus intereses económicos? ¿Qué evidencia existe de que las bases siguen a esos líderes por motivos ideológicos y políticos y no económicos? ¿Es tan radical la conducta de la masa de profesores, a quienes no les interesa lo económico sino lo político y lo ideológico? ¿Qué evidencia existe de que están realmente ideologizados y politizados? ¿Si están tan fuertemente ideologizados y politizados por qué a la hora de votar en las elecciones para renovar autoridades del gobierno central, en los sucesivos momentos votaron por Acción Popular, Apra, Fujimori o Toledo y últimamente por Ollanta Humala?¿No será que esto de ver el poder omnipotente de la política y la ideología de Patria Roja en el magisterio es un fantasma o una paranoia? ¿Qué evidencia tiene Lynch de que el fenómeno SUTEP es un acontecimiento ideológico y político y no más bien psicológico y adhesión en función a identidad de intereses económicos y reivindicativos frente a la marginación y el estigma? El mismo se contradice cuando sostiene que el referido movimiento sindical subyace el mito, concretamente el mito de inkarrí. ¿Mito de inkarrí =maoísmo? ¿Tiene algún fundamento o lo sostiene solamente porque algunos antropólogos creen en la fuerza reivindicativa de este mito? ¿Cuál es su evidencia? ¿Corresponde a esos mitos que los seguidores del SUTEP orienten sus votos, según la coyuntura, a favor de Acción Popular (derecha), de Perú Posible (derecha neoliberal), Cambio 90 de Fujimori (derecha neoliberal) o del APRA (socialdemocracia tirando ahora a la derecha) y no del camarada Diez Canseco (izquierda), en cuya lista Lynch fue desairado candidato al parlamento al igual que su líder lo fue a la presidencia de la República? Curiosamente Javier Diez Canseco ha obtenido siempre más votos que los candidatos de Patria Roja, cada vez que ha postulado al parlamento, cuando lo obvio sería, si lo expuesto por Lynch fuera cierto que más bien hubiese sido al revés. ¿Por qué en las elecciones del 2011, fue elegido Diez Canseco y no algún militante de Patria Roja, como que tampoco fue elegido el sempiterno candidato perdedor Lynch? Es cierto que entre tantas elecciones uno que otro militante de Patria Roja, ha sido elegido congresista, pero eso no refleja el peso electoral de Patria Roja si se orientara como una posición política. Por el contrario, siempre fue más votado Diez Canseco que cualquier candidato de Patria Roja, partido enclavado en la cúpula del SUTEP. Esta observación tiene sentido porque Diez Canseco milita en un partido de izquierda opuesto al de los líderes del Sindicato Único de Trabajadores en la Educación Peruana, SUTEP, en el mismo partido de Lynch.
Piscoya contra Lynch en un mundo de ensueño
Piscoya fue empleado de Lynch, cuando este fue ministro de educación, pero mientras Lynch afirma que la culpa de todos los males la tienen los maoístas líderes del SUTEP, Piscoya, tratando de enaltecer a Lynch, considera que el problema radica en la arbitraria selección de los docentes, quienes ingresan valiéndose de métodos irregulares, o mediante procesos de evaluación erróneos. En ese contexto culpa también al SUTEP, pero le asigna solamente una pequeña cuota de culpa de la “educación arcaica”. Según Lynch prácticamente, habría que dividir la historia en dos partes, antes y después del SUTEP. Si la educación arcaica empieza con el SUTEP, se desprende que antes de que este organismo sindical pervirtiera la educación teníamos una educación moderna. Pero Luis Piscoya, profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, sostiene que el problema central radica en nombrar a los profesores mediante concurso público, o en obviarlo:
“En efecto, —sostiene Piscoya— todo el proceso de nombramiento que excluye el concurso público, sobre la base de calificaciones académicas y profesionales de los candidatos, está en riesgo permanente de recurrir a otros criterios parcializados como factores de decisión. Estos varían desde la consanguinidad cercana con alguna autoridad, militancia sindical, el parentesco o amistad con las cúpulas sindicales, las relacionales amicales con la autoridad y la filiación política o religiosa, hasta la retribución del nombramiento con favores sexuales o con el pago de sumas que son equivalentes a una proporción variable de las remuneraciones mensuales que percibirá el nombrado”.
En base a la experiencia que tuvo al haber dirigido en el 2002 un proceso de selección docente, mediante concurso de méritos sostiene:
“De lo dicho anteriormente se deduce claramente que la decisión de convocar a un concurso público, con la aplicación de pruebas de suficiencia profesional por áreas de especialidad para cubrir aproximadamente 30 mil vacantes en el sistema educativo nacional, tuvo consecuencias que afectaron severamente el statu quo”.
El “statu quo” es, pues, la educación arcaica que menciona Lynch. Mientras para Lynch la solución es política e ideológica, para Piscoya se resuelve aplicando procesos de selección mediante concursos públicos bien implementados, a la manera que él sugiere. Claro que para tomar esta clase de selección debe haber una decisión política, pero ¿de quién? ¿Del gobierno o del SUTEP? ¿O es tan débil el gobierno frente al SUTEP que a lo mejor se opone al concurso público? El año 2002, según nos relata, dirigió un concurso público para nombrar a 30 mil profesores. En base a esa experiencia señala, hipotéticamente, las consecuencias que traen consigo la aplicación de pruebas de selección correctamente elaboradas: “La primera consecuencia está constituida por la pérdida de poder de decisión de los Directores de las Unidades de los Servicios Educativos locales (Actualmente UGEL) y de sus colaboradores para distribuir nombramientos en función de sus preferencias e intereses personales o de grupo. En segundo lugar perdieron un poder de decisión análogo las dirigencias sindicales que funcionaban como grupo de presión sobre las autoridades centrales y locales para conseguir nombramientos favorables a los docentes con los que mantenían vínculos de parentesco, militancia o amistad. En tercer lugar perdieron poder para recomendar nombramientos directamente o mediante tarjetas los congresistas, los altos funcionarios del sector educación y sus similares de todas las esferas de gobierno. En cuarto lugar, se debilitó transitoriamente el poder de contratar o nombrar los docentes de su preferencia, que poseen los sectores de la iglesia católica que detentan, con un estatuto especial, la dirección y administración de numerosos colegios de la República que funcionan con presupuesto del Estado pero que tienen prerrogativas similares a las de un centro educativo privado”.
¿Dónde empieza el problema, entonces? ¿En la selección de docentes como sostiene Piscoya o en el activismo del SUTEP? Piscoya cree que mediante el concurso que él dirigió logró restar poder a varias instituciones, pero ¿prueba que esos poderes son los culpables de la mala educación en el país? No lo hace abiertamente pero de facto rechaza los planteamientos de Lynch. ¿Tiene alguna evidencia de que de esa manera mejorará radicalmente el estándar de la educación? ¿Cree que las influencias que destaca incidieron en la designación exclusiva o mayoría de malos profesores y que los excelentes fueron excluidos? Tampoco lo sostiene tajantemente, pero implícitamente lo afirma. ¿Podría probar matemáticamente que los funcionarios de las UGELs, los dirigentes sindicales, los curas de la iglesia, etc., etc., solamente seleccionaron a los peores profesores? Nombrar a centenares de miles profesores, a través de los cuestionados métodos por Piscoya ¿dio origen a que seleccionaran exclusiva o mayoritariamente, a malos profesores, dejando de lado, siempre y en todos los casos a los mejores? Como profesor de lógica y aficionado a las matemáticas sabe obviamente de la ley de los grandes números, según la cual los recomendados serían de los más variados estándares que ofrecería una imagen de lo que en definitiva son los educadores que trabajan para el ministerio de Educación. ¿O es que mediante concursos públicos y quitándole poder a todo el mundo podría incorporar a excelencias graduadas en las universidades de Harvard o Michigan? Claro que estas preguntas son exageradas, pero tienen la intención de preparar ya al lector para concluir racionalmente sobre las verdaderas causas del estado calamitoso de la educación peruana.
Aunque no demuestra cuánto poder perdió cada una de las instituciones supuestamente involucradas en la selección de profesores, ¿esa pérdida de poder garantiza ya el comienzo de la excelencia académica, o algo parecido, en la educación peruana? O, ¿todo lo que interesaba era enfrentarse con los poderosos, tal vez por motivos éticos?
Piscoya nos cuenta qué problemas encontró al realizar la evaluación de los maestros que dirigió él el 2002, al tener que aplicar un reglamento que encontró ya elaborado. Expresa, entre otras cosas, que en ese reglamento se advierte una tendencia gerontocrática, vale decir, la intención de privilegiar de manera exagerada la edad avanzada como mérito, y no la calificación académica para alcanzar un nombramiento:
“La primera limitación es que el puntaje obtenido en las pruebas, de acuerdo con el art. 15 del reglamento (D:SA: 065-2000-ED), sólo pesaba el 40% del puntaje total. Esto presuponía una ponderación mayor que la correspondiente a las pruebas en un 20% a favor del currículum vitae y la entrevista personal (ambos pesaban un 60%: 40% para el currículum vitae y el 20% para la entrevista), lo que le daba una seria ventaja a los docentes mayores de 40 años que podían acumular un puntaje importante por asistencia a foros y participar en actividades organizadas por el Ministerio de Educación, por el sindicato de docentes (SUTEP), por la Derrama Magisterial, por municipalidades, clubes distritales y entidades barriales, factores que acreditan en el mejor de los casos, sentido de colaboración pero no competencia cognoscitiva y pedagógica”.
Admitiendo como cierta la versión de Piscoya, si la selección se realizara siempre con los criterios expuestos por él, ¿tendríamos, realmente un magisterio acorde a las exigencias de la era de la globalización? Piscoya debería tener en consideración el perfil de los profesores que forman tanto los institutos como las universidades, quiénes y con qué criterios se los forma, porque de entre ellos van salir los seleccionados. Así como medicina o ingeniería son carreras profesionales por las que apuestan quienes están más dispuestos a poner en juego la plenitud de su inteligencia y de sus esfuerzos, educación es una carrera profesional que funciona como una especie de premio consuelo para estudiantes que desean las cosas rápidas y sin el menos desgaste de energías. Piscoya actúa obcecadamente y con mucha candidez, a pesar de la robusta inteligencia que cree tener. No se puede ignorar que los estudiantes no solamente se la juegan por ideales, sino que paralelamente toman nota del prestigio de la carrera profesional. Y Educación es la cenicienta de todas por la pésima remuneración que tradicionalmente han percibido los profesores y el estigma de quienes ejercen el poder. Si alguna vez cambiaran las reglas, con toda seguridad educación sería elegida por los estudiantes que tienen grandes ambiciones, porque no solamente de aplausos vive el ser humano, con la salvedad que quienes menos ganan en el país, ganan adicionalmente el estigma en vez de loas y como se verá eso no es estimulante. Piscoya agrega:
“Esta hipervaloración del currículum vitae y de la entrevista personal ha perjudicado severamente a los docentes jóvenes y ha favorecido a quienes tienen quince años de servicios, o más, debido a que estos docentes, pese a tener puntajes bajísimos en las pruebas de suficiencia profesional, han logrado ocupar vacantes debido a la ventaja obtenida sobre los más jóvenes gracias a sus puntajes en currículum vitae y entrevista”.
Piscoya, el profesor de Lógica, cree probar válidamente recurriendo a una hipótesis, que las toma como pruebas: “Una hipótesis para explicar esta desacertada decisión reglamentaria es conjeturar que fue tomada bajo la presión de los sindicatos tradicionales y centralistas que cuentan a sus militantes más fiables, en mayor medida, entre los docentes más antiguos”.
Luego de realizar la deconstrucción de ambos enfoques, se advierte que existen dos soluciones posibles para tener una educación moderna y excelente: 1) Eliminar al SUTEP, según Lynch; 2) nombrar profesores según rigurosos concursos de selección, según Piscoya. Por uno de estos dos caminos, o por los dos, solucionaríamos el problema y tendríamos profesores con la calidad de los profesores de Finlandia y estudiantes que tendrían rendimientos similares a los alumnos finlandeses. Piscoya intenta coincidir con Lynch, en el sentido de que de todas maneras la transformación primordial de la educación peruana pasaría inevitablemente por la eliminación radical del SUTEP; si se tiene en cuenta que este organismo sindical se opone a la mesiánica solución de la educación peruana vía impecables concursos de selección de profesores. Quien no coincida con Lynch podría pasar por defensor del SUTEP y quien no coincida con Piscoya podría parecer un defensor del statu quo. Piscoya y Lynch suponen que implementando sus criterios tendremos ya, inevitablemente, maestros de primera calidad a precio de cien o 100 euros mensuales, porque según Lynch el problema no es económico, sino ideológico y político. ¿No sería acertado pensar que el SUTEP mismo es un síntoma? ¿En un país que arriba al estado de bienestar o se aproxima a él sería posible la vigencia de sindicatos como SUTEP? En la España previa a la actual crisis económica global ¿habría tenido algún éxito un sindicato magisterial como el peruano? ¿Habría tenido adherentes un sindicato presuntamente marxista-maoista, o algo afín? Habría que hacer otra pregunta, volviendo al Perú, ¿sería posible ver a eminencias grises sometiéndose a los exámenes de Piscoya por 100 euros al mes? ¿Y si el Perú fuera un país industrializado, con una pujante burguesía, la clase política, en representación de su empresariado, admitiría tener la peor educación, poniendo en peligro la hegemonía de sus empresas que tendrían como soporte el conocimiento de punta? ¿Piscoya y Lynch aceptarían convertirse en los maravillosos profesores de aula por 100 euros al mes? ¿O creen que pueden encontrar excelencias académicas que sean al mismo tiempo cándidos profesionales, por el honor de ser nombrados mediante concurso público incuestionable en virtudes técnicas y en calidades académicas? ¿Piscoya mismo sería un adecuado candidato para seleccionar eminencias que no sean simples profesionales tercermundistas?
¿Creen que los profesionales lúcidos carecen de autoestima o, en todo caso, de expectativas económicas? ¿O es que el profesor de lógica tiene en mente la conjetura que a los eminentes educadores les bastaría que les halaguen adjetivándoles de apósteles de la educación para trabajar por 100 euros al mes? ¿Si Piscoya y Lynch aceptaran tan honoríficos nombramientos, con 100 euros seguirían manteniendo el estándar académico que ellos creen tener? No pregunto si lo desearían, ¿podrían lograrlo? ¿O es que sentirían una presión existencial que los descendería hasta quedar convertidos, cada uno, en uno más de los profesores peruanos y casi por la fuerza de alguna invisible ley social llevada a militar y quizá hasta intentar posición de dominio en el SUTEP? ¿Podemos tener la absoluta certeza de que no terminarían pregonando la lucha armada? Piscoya, el profesor de Lógica, piensa atraer masas de sabios de 100 euros al mes, gracias a exámenes en los que se superarían criterios gerontocráticos, pedagogistas, quitando poder a los funcionarios de las UGEL, a los partidos políticos, a los parlamentarios, a los sindicatos de profesores, a los curas y a los chantajistas sexuales. ¿Piensa o más bien sueña? Claro que hay también lógica en el contexto de los sueños, como los hay en el de las novelas. ¿Cuántos sabios y genios supone Piscoya que están dispuestos a trabajar en el magisterio por 100 euros al mes o por 400? A Piscoya le gusta la estadística, por tanto entiende de correlaciones, ¿o cree que las variables “calidad profesional” y “expectativas económicas” son definitivamente independientes? ¿O acaso piensa que debe haber equidad en los exámenes pero no en las remuneraciones? Interesante manera de hacernos saber cómo razona un profesor de lógica. ¿No será que en la mente del profesor de lógica se confunden los conceptos “pensar” y “desear”, tanto como “pensar” y soñar?
Lo que Piscoya y Lynch no quieren ver
Piscoya es profesor de Lógica y epistemología y Lynch se desempeña como profesor de Sociología. Ambos en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la más antigua de América, aunque Piscoya no cree en méritos gerontocráticos, como hemos visto. Llama poderosamente la atención que los dos coincidan en no tomar en cuenta algo tan evidente, cómo que el factor económico juega un rol fundamental en la educación. Piscoya es de aquellos profesionales que considera que la epistemología casi produce milagros en el cerebro de la gente y él se cree no solamente epistemólogo sino un gran epistemólogo. ¿Por qué no acepta, entonces, que el problema es más profundo, que existen otras variables que determinan la diferencia cultural entre nuestros educandos y los que viven en los países del primer y segundo mundo? Los estudiantes del segundo y primer mundo tienen ventajas comparativas para aprender más y mejor que los estudiantes del tercer mundo, como lo he expuesto en la parte introductoria de esta ponencia.
Aquí en nuestro país tenemos no solamente maestros sutepistas frustrados, sino educadores frustrados en todos los niveles. Es muy difundida la versión de que Piscoya tiene una autoimagen sobredimensionada como profesional. ¿En qué librería importante, fuera del Perú, podemos encontrar un libro suyo, aunque fuera uno solo? Lamentablemente ni las librerías peruanas venden sus libros. Piscoya funciona como autor, editor y canillita de sus libros. Y no es porque no sea inteligente ni le falte ganas de escribir un buen libro, sucede que tiene que ganarse la vida dictando cursos en cuanta universidad se le abre un camino, porque el sueldo miserable que paga el Estado no le alcanza para vivir como ciudadano de clase media. Eso es también frustración. ¿Realmente alcanzará el status del profesional de clase media? De tanto trabajar quizá su sueldo se acerque al que ganan los profesionales que tienen un solo empleo, que trabajan, solamente lo necesario. De tanto trabajar no parecería ya un ciudadano de clase media, sino algo menos. En ese contexto sólo la vanidad puede llevar a ver en los sutepistas, algo así como unos miserables y no ver la paja en el propio ojo.
Educación, meritocracia y valor agregado
Piscoya y Lynch se presentan como abanderados de la educación meritocrática. ¿Qué entienden por meritocracia? Este concepto se vuelve —luego de ver cómo argumentan— en un concepto totalmente ambiguo, polisémico, arbitrario, o por decir lo menos, relativo. ¿Meritocracia en el contexto de un mundo moderno, con una economía moderna, o en el contexto de un mundo arcaico, al que dicen combatir? Cuando Lynch fue ministro de Educación el sueldo de los profesores fue de unos 100 euros al mes, un haber que mantiene a los educadores peruanos en la precariedad absoluta. Es el haber inferior al que percibían, como él mismo lo ha reconocido, la sexta parte, de lo que ganaban los educadores en el contexto de una primitiva sociedad semifeudal, con predominio de un mundo agropecuario artesanal en lo productivo y de le existencia del gamonalismo, vale decir, del feudalismo andino, superado hace mucho tiempo en los países modernos, por lo cual son, precisamente modernos. El magisterio formado para educar en el Perú hasta 1965 correspondía al criterio de educar en un escenario con una población que en un 70% era campesina, agrícola primitiva y artesanal. Se debía educar a esa población para que no fuera analfabeta, lo cual implicaba aprender a leer en el primer nivel, del que habla PISA y saber graficar su firma. En esa época no se hablaba de meritocracia en la selección de maestros y ellos ganaban seis veces lo que el Estado peruano paga hoy a los educadores del mismo nivel, proporción que ganan también ahora los catedráticos, incluyendo a Piscoya y Lynch. ¿Puede haber política educativa meritocrática, con la reducción paulatina de los haberes? El presidente Toledo destituyó a Lynch del Ministerio de Educación y luego duplicó los magros haberes de los maestros, con lo cual ni siquiera se equiparó los sueldos que tenían los preceptores hasta 1965, pero fue una interesante señal, aunque para Alan García, a favor de cuya campaña se unió Lynch en contra del magisterio sostuvo que al haber mejorado en el algo el haber de los maestros, su predecesor le había dejado sobrecostos y bombas de tiempo. Por meritocracia hoy, en la era del conocimiento y de la globalización, hay que entender la formación de educadores compatibles con las necesidades científicas, técnicas y económicas de la hora actual, con las tendencias hacia la revolución permanente en esos tres campos. Eso se traduce en el incremento de la productividad, a diferencia de mantener una economía basada en la exportación de minerales y otras materias primas. La economía moderna se caracteriza por el alto contenido de valor agregado, vale decir, de conocimiento, y no en una economía basada en la extracción de recursos naturales y en el uso de la fuerza física de los hombres, como si fuesen animales. La actual se caracteriza por la sustitución de la fuerza física por la mental, que no es otra cosa que en la revaloración de la educación. Eso implica, obviamente, el reconocimiento del factor mental. Si no nos ubicamos en el contexto del mundo actual, en sus logros, que son los logros del conocimientos y, por la tanto, de la educación ¿de qué “meritocracia” hablamos? Son, por tanto, inseparables, las variables de educación y economía del conocimiento. La educación produce conocimiento, dice como aplicarlo, se traduce en economía y ésta en capacidad adquisitiva, o sea en altos salarios. Así funciona el mundo moderno, dejando de lado triviales lamentos de monjerío, como “exclusión” y conceptos afines, que suenan a lástima, caridad y Medioevo. En resumen, Lynch supone que bastaría que desapareciera el Sindicato Único de la Educación Peruana, SUTEP, para que mágicamente el Perú tenga educación moderna, tan competitiva como las mejores del mundo. En cambio Piscoya plantea que la solución radica en seleccionar profesores mediante rigurosos concursos. Da por hecho que profesionales altamente calificados existen en el país y que todo depende de tomar la decisión. Piscoya no piensa que esos brillantes profesionales si acaso existen en el mercado tendrían sus pretensiones en cuanto a salarios. Cuando Piscoya y Lynch escribieron, el primero un libro y el segundo un folleto, los educadores de los niveles primarios y secundarios, así como también los de inicial, tenían sueldos que entonces no superan los doscientos dólares. Con el aumento que realizó el Presidente Alejandro Toledo y la revaluación que viene experimentando la moneda peruana, en la actualidad los sueldos de los referidos educadores se aproximan a los quinientos dólares. Pero, hay que considerar que el alquilar de un departamento —o piso como lo denominan en España—, nada especial, con los servicios básicos en urbanizaciones de clase C, no cuesta menos de cuatrocientos dólares. Claro que antes del ya mencionado aumento y el incremento de la capacidad adquisitiva de la moneda peruana, fue tremendamente utópico pensar en grandes profesionales, por muy “meritorios” que sean los concursos. Pero lo menos sensato resulta la propuesta de Lynch de no hacer ni el menor aumento si es que previamente no se aniquila al SUTEP. Y más sorprende propuesta aun si consideramos que estos primeros días del mes de agosto del año 2012, a ocho de la publicación de la propuesta de Lynch, la ministra de Educación, Dra. Salas, anuncia que está en marcha una nueva Ley de Educación, en la que se contempla al SUTEP como parte de los jurados de selección de profesores. Lynch y la ministra Salas pertenecen al mismo partido político que gobierna actualmente el Perú, con la presidencia del comandante Ollanta Humala Tasso.
Expertos alucinantes, ¿o no?