La presentación pública de un grupo de líderes de confesión evangélica, que han decidido expresar su posición, en tanto ciudadanos, en contra de la revocatoria a la gestión municipal de alcaldesa Susana Villarán, ha vuelto a colocar en el tapete, los dos enfoques completamente distintos entre sí, sobre la democracia, que existen en el seno de la comunidad evangélica. Esta realidad exige pensar seriamente en los desafíos que es necesario encarar para que, además de ciudadanos del “reino de Dios”, los evangélicos sean mejores ciudadanos en sus marcos temporales de misión. ¿Cuáles son estos desafíos? Planteo los siguientes:
1. En una democracia, todos los ciudadanos, cualquiera sea su opción religiosa, su preferencia política, su posición social o su trasfondo cultural, tienen el mismo valor como seres humanos y los mismos derechos. Nadie debería ser discriminado, marginado o excluido por ninguna razón, sea esta de índole política, religiosa, cultural, social o económica. Al Estado y a las autoridades les compete cumplir, respetar y hacer respetar, este principio constitucional.
2. Una democracia no es igual y no tiene nada parecido a una dictadura civil, militar o religiosa. La verdad no se impone de arriba hacia abajo y nadie tiene que ser perseguido por expresar en voz alta su opinión política, su opción religiosa o su militancia partidaria. La verdad que cada uno tiene y defiende con pasión, se comparte, se debate, se analiza, se asume y se propaga, con respeto y con tolerancia, sin difamar y sin destruir la honra de quien piensa diferente.
3. La convivencia democrática exige y espera que todos los ciudadanos, varones y mujeres de todas las edades, valoren y respeten al prójimo, traten a todos como iguales ante la ley, busquen activamente el bien común, sean artífices de la paz social, luchen contra la corrupción, apuesten por la justicia social, velen por los derechos de todos los excluidos y tengan como horizonte la reconciliación nacional antes que sus particulares, y a veces mezquinos, intereses.
4. Para fortalecer la democracia, además de un sistema de partidos fuertes y estables, se requiere de políticos honestos y de cristianos, que asumiendo su ciudadanía plena, fiscalicen a las autoridades elegidas democráticamente, exijan rendición de cuentas, velen por el buen uso de los fondos públicos y demanden transparencia en la gestión de los funcionarios públicos y de las autoridades.
5. En una democracia, todos los ciudadanos, y esto incluye a los pastores evangélicos, tienen el deber de exponer públicamente su punto de vista, en el campo de la acción política, sobre todo cuando está en juego o en cuestión la verdad y la justicia. En ese sentido, la opinión y de cada ciudadano y ciudadana no solo debe ser respetado, sino también afirmado en un clima en el que el agravio, el insulto y la difamación no tengan lugar. La ética cristiana suponen, entre otras cosas, la afirmación de la tolerancia, que exige respeto al prójimo.
Precisamente, el respeto al prójimo se hace visible en la convivencia pacífica y civilizada con quien no piensa ni opina igual que nosotros.
6. En una democracia, a diferencia de las dictaduras, se tienen instrumentos de control. Uno de los instrumentos de control democrático es la revocatoria de las autoridades. La aplicación de este instrumento democrático exige, sin embargo, razonabilidad tanto en sus motivaciones como en sus procedimientos, teniendo como norte el bien común y la consolidación de la democracia. Los electores debemos tener en cuenta, además, que la experiencia de los últimos años, enseña que muchos procesos de revocatoria han debilitado a la democracia y han culminado en un despilfarro de los recursos de todos los peruanos.
Lima, 30 de enero de 2013
Darío A. López Rodríguez
DNI 08967286
(A las personas que difundan este artículo se les pide que dejen constancia que se trata de una opinión personal del autor que para nada compromete a la Iglesia de Dios del Perú de la cual es su Obispo Nacional y a la institución representativa de los evangélicos de la cual es el Presidente de su Consejo Directivo).