evangelicos 30 jul 2010La presentación pública de un grupo de líderes de confesión evangélica, que han decidido expresar su posición, en tanto ciudadanos, en contra de la revocatoria a la gestión municipal de alcaldesa Susana Villarán, ha vuelto a colocar en el tapete, los dos enfoques completamente distintos entre sí, sobre la democracia, que existen en el seno de la comunidad evangélica. Esta realidad exige pensar seriamente en los desafíos que es necesario encarar para que, además de ciudadanos del “reino de Dios”, los evangélicos sean mejores ciudadanos en sus marcos temporales de misión. ¿Cuáles son estos desafíos? Planteo los siguientes:

     1.   En una democracia, todos los ciudadanos, cualquiera sea su opción religiosa, su preferencia política,   su   posición   social   o  su   trasfondo    cultural,   tienen el  mismo     valor  como     seres humanos y los mismos derechos. Nadie debería ser discriminado, marginado o excluido por ninguna razón, sea esta de índole política, religiosa, cultural, social o económica. Al Estado  y   a   las  autoridades      les  compete      cumplir,   respetar    y   hacer   respetar,    este   principio constitucional.

     2.   Una democracia no es igual y no tiene nada parecido a una dictadura civil, militar o religiosa. La verdad no se impone de arriba hacia abajo y nadie tiene que ser perseguido por expresar en voz alta su opinión política, su opción religiosa o su militancia partidaria. La verdad que cada uno tiene y defiende con pasión, se comparte, se debate, se analiza, se asume y se           propaga, con respeto y con tolerancia, sin difamar y sin destruir la honra de quien piensa           diferente.

     3.   La convivencia democrática exige y espera que todos los ciudadanos, varones y mujeres de todas   las   edades, valoren   y   respeten   al  prójimo,   traten   a   todos   como  iguales   ante   la   ley, busquen      activamente      el  bien  común,    sean    artífices  de   la  paz  social,   luchen   contra    la corrupción, apuesten por la justicia social, velen por los derechos de todos los excluidos y tengan   como   horizonte   la   reconciliación   nacional   antes   que   sus  particulares,  y  a   veces mezquinos, intereses.

     4.   Para   fortalecer   la   democracia,   además   de   un   sistema   de   partidos   fuertes   y   estables,   se requiere     de   políticos   honestos     y de    cristianos,   que   asumiendo      su   ciudadanía     plena, fiscalicen a las autoridades elegidas democráticamente, exijan rendición de cuentas, velen por   el   buen   uso   de   los   fondos   públicos   y   demanden   transparencia   en   la   gestión   de   los funcionarios públicos y de las autoridades.

     5.   En una democracia, todos los ciudadanos, y esto incluye a los pastores evangélicos, tienen el deber de exponer públicamente su punto de vista, en el campo de la acción política, sobre todo cuando está en juego o en cuestión la verdad y la justicia. En ese sentido, la opinión y de cada ciudadano y ciudadana no solo debe ser respetado, sino también afirmado en un           clima   en   el   que   el   agravio,  el  insulto   y   la   difamación   no   tengan   lugar.  La   ética   cristiana suponen,   entre   otras   cosas,   la   afirmación  de   la   tolerancia,   que   exige   respeto   al   prójimo.
          Precisamente, el respeto al prójimo se hace visible en la convivencia pacífica y civilizada con quien no piensa ni opina igual que nosotros.

6.  En una democracia, a diferencia de las dictaduras, se tienen instrumentos de control. Uno de los instrumentos de control democrático es la revocatoria de las autoridades. La aplicación         de   este   instrumento  democrático    exige,   sin  embargo,   razonabilidad   tanto  en  sus         motivaciones    como   en  sus  procedimientos,   teniendo  como   norte  el  bien común  y   la         consolidación  de la democracia.  Los electores debemos tener en cuenta,  además, que la         experiencia de los últimos años, enseña que muchos procesos de revocatoria han debilitado         a la democracia y han culminado en un despilfarro de los recursos de todos los peruanos.

Lima, 30 de enero de 2013

Darío A. López Rodríguez
    DNI 08967286

(A las personas que difundan este  artículo  se les  pide que dejen constancia que se trata de  una opinión personal del autor que para nada compromete a la Iglesia de Dios del Perú de la cual es su Obispo Nacional y a la institución representativa de los evangélicos de la cual es el Presidente de su Consejo Directivo).