Por Herbert Mujica Rojas
Aún no es extraditado, porque el juez pertinente no se ha pronunciado, Kenya Fujimori, y el cúmulo de idioteces que se anticipan y vierten sobre el caso es inmenso y palurdo. Los medios de prensa, presos de una mediocridad abisal, caen en el juego (¿o lo hacen adrede porque así conviene al entorno?) y publican boberías de calibre superlativo.
Dice el señor Ismael Vega, representante de Amnistía Internacional que “Es una ironía y resulta ofensivo, es una bofetada para las víctimas de las violaciones a los derechos humanos en el gobierno de Fujimori que este personaje cumpla arresto domiciliario con todas las comodidades del mundo". ¿Pretende la luminaria intelectual y jurídica que habla por las expresiones de este señor que a Kenya le engrilleten, lo flagelen y lo escupan? Aún no hay pronunciamiento o veredicto, que así se llama, del juez competente, pero a ciertos intereses conviene avivar el fuego y odio contra el nipón que fue presidente del Perú.
Los miedos de comunicación consignan hoy que la señora Keiko Fujimori, confía en que sea pasajero lo que ocurre con su padre. Sin duda que así será. Lo más probable es que se confirme la extradición entonces deberá volver al Perú y ser encarcelado (hábitat natural) y juzgado. La pregunta es ¿por causa de qué se convierte un caso de tribunales en novela de facetas, dimes y diretes de quienes tienen intereses muy por encima de la justa indignación de quienes fueron víctimas de ese régimen delincuencial? Sin Fujimori, tras las rejas o en el exilio dorado, buena parte de ciertas pandillas se queda sin pretexto, sin dólares para sus talleres y folletitos y pierden la posibilidad de seguir jugando a partidos políticos sin grey ni votos de ninguna especie, pero convertidos, por la fábrica mediática, en supremos jueces intocables de la moral pública que ellos violan desde el primer momento al emitir condenas que carecen del debido proceso.
Como si fuera necesario decirlo, el presidente García Pérez “garantiza” un juicio imparcial a Kenya Fujimori. Sobre esto se ha hablado poco. Y ciertamente no han dicho esta boca es mía, los lenguaraces profesionales. ¿Por causa de qué ocurre esto? El disparate que significa que un jefe de Estado tenga que salir a la televisión para, según él, “garantizar” lo que de suyo debía ser claro, inobjetable y sobreentendido, llama la atención. ¿Entonces, es cierto lo que afirman los fujimoristas que no hay garantías para un debido proceso? Sí que es una ironía que los más grandes monreros de la fe pública, que hicieron tabla rasa de todos los derechos ¡precisamente! a través del corrupto Poder Judicial, los fujimoristas, hoy invoquen la limpieza que ellos jamás podrían exhibir porque sus currículas son más bien prontuarios. Pero en Perú todo es al revés, un jefe de Estado tiene que anunciar al mundo que su país “dará” tratamiento equilibrado a un probable extraditado. ¿No suena ridículo aquello, innecesario y baladí, atentatorio contra la propia y genuina democracia semejante esperpento?
Las pasiones deben dar paso a serenos llamados e invocaciones para que la justicia, cuando sea convocada, haga lo que deba hacer. El periodismo tiene que declinar la estulticia que caracteriza su pobreza informativa. La inteligencia debe imponerse. Unos pobres infelices han logrado embutir al país que son sólo los casos de injustificables muertes las ocurridas durante el fujimorato, las causas por las que hay que condenar al nipón. Sin embargo, nadie quiere hablar u obliteran hacerlo, en torno a la destrucción moral del patrimonio histórico del Perú vía concesiones y privatizaciones onerosas y entreguistas; a través de la destrucción del yo peruano vía una globalización salvaje entregada a tecnócratas irascibles y vendepatrias como muchos de los que están en el gabinete del señor Alan García. ¡De eso ni chis ni mus! ¿Porqué colegas de la prensa y “analistas” miles, que hay debajo de cada piedra del territorio patrio?
Un país no se construye con disparates ni con prensa mediocre y pusilánime vendida a la publicidad que pagan ―o silencian― los grandes consorcios. En cambio, así sí es fácil destruirlo. La prueba está a ojos vista: Perú.
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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