Perú es como un limón exprimido
por Herbert Mujica Rojas
El agotamiento del cuerpo institucional del país es un hecho sin atenuantes. En todo ámbito y quien desee pronunciarse en contrario tendrá que refutar hechos demasiado notorios e incontrastables a pesar de los buenos deseos de quienes no tienen mayor responsabilidad en la peste. Las castas políticas bailan alrededor de audios y vídeos, chismes y correos electrónicos pero carecen de visión geopolítica, de análisis exhaustivo de cómo construir un país para los próximos 100 años y hay la falta de jugo que asemeja al fruto exprimido. Y dos circunstancias antinómicas viven en paralelo sin que ninguna constituya real vía o alternativa: la jubilación total de los protagonistas y la aparición orgánica del relevo generacional que bote a la basura a los fracasados.
¿Está acabado el Perú? ¿no es lo mismo que nos viene ocurriendo desde el mismísimo 28 de julio de 1821, un país capturado por pandillas que se pelean los negociados no para construir una nación sino para afianzar feudos, fabricar glorias y héroes y enriquecerse a como dé lugar? "Tomar a lo serio cosas del Perú" decía Manuel González Prada y hoy más que nunca su sentencia toma ribetes de inconcusa reflexión imbatible. No debiera darnos ninguna alegría semejante realidad porque nos retrata en la pobreza dramática de una entelequia o de un muerto viviente.
La montesinización del Perú, la prevalencia del audio y del vídeo, la cultura epidérmica que destilan intelectuales que se venden al peso o escriben libros para el sistema o artículos pro domo sua con tal de conservar sus becas, estipendios u honores mediáticos, afea, estupidiza, congela lo que necesitaría ser rebeldía, revolución, creación genuina de un nuevo país que requiere, hoy más que nunca, admitir su brutal pobreza organizativa y el fracaso absoluto e irrecusable de las castas políticas que inundan su vida pública.
Visto así el país no es terreno fértil —dirían algunos— para trabajar o vivir. No obstante los apuntes anteriores bien valen algunas reflexiones: ¿es posible la soberanía nacional sin soberanía popular? Es decir ¿puede un país levantar su perspectiva con castas políticas adocenadas y podridas? ¿hay chance de educar, soliviantar y orientar a millones de peruanos que no tienen la más mínima idea de qué es serlo y, mucho menos, de la tarea central a que nos impele la historia y nuestra posición estratégica en Latinoamérica? Los paradigmas involutivos de sociedades silenciosas o ineficientes, son paraderos vergonzosos que tienen que superarse.
Mientras que no nos preguntemos y respondamos valiente y terminantemente ¿qué queremos, cómo lo hacemos y con quiénes contamos? Seguiremos como hasta hoy presos de aventureros pseudoreferentes de nada, engrilletados a dinámicas que mercenarios al servicio del imperialismo sufragan en el país vía tallercitos y fórums gárrulos de impresionante mentira y al servicio del status quo e incapaces de darnos soberanamente una salida o conjunto de caminos para forjar una nación.
Eso prevé, sin hesitación posible, la renuncia voluntaria o el alejamiento definitivo de los ineptos que están hoy y desde hace 35 ó 40 años en la cosa pública. O —y esto es más emocionante— ¡la expulsión vía relevo e inercia inequívoca de estos cretinos y la aparición orgánica de originales y eficientes cuadros que hablen el idioma peruano, para los peruanos y desde los peruanos por un país libre, justo y culto.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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