susana villaran 40Jans Erik Cavero Cárdenas
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La consulta de revocatoria en Lima Metropolitana desnuda una serie de interrogantes. La primera, acaso la más importante, se refiere al destino de la institución. Algunos políticos y analistas,  bajo el argumento de su peligrosidad para la democracia, están a favor de consumar su defunción. Otros, por el contrario, creen que lo mejor es mantener la revocatoria introduciendo una serie de enmiendas que corrija algunos vacíos de la Ley de Participación y Control Ciudadano.

El discurso contra de la revocatoria, que pone el énfasis en la paralización de obras y de la propia gestión pública, resulta estratégica electoralmente, pero débil empíricamente. No hay evidencia empírica que corrobore paralización de la gestión ante un cambio de gobierno, menos aún tratándose de políticas de Estado, que – dada su peculiar naturaleza – trascienden a un gobierno. Bajo este argumento, la figura de la vacancia sería tan funesta como la revocatoria. De otro lado, la generación de mayor gasto al erario  tras una elección es un argumento bastante simplista.
 
Mejor argumento es aquél que se centra en la inestabilidad de un gobierno post revocatoria, como de hecho se ha generado en Lima tras ser revocados 19 regidores del Oficialismo. Sin embargo, lo peligroso para el sistema político no son los gobiernos inestables, cuya funcionalidad puede corregirse a través de consensos y pactos políticos, sino los gobiernos malos, aquellos que no están aptos para gobernar. Por lo tanto, la revocatoria como un instrumento en el que el pueblo soberano decide quién o quiénes son sus representantes es una institución perfectamente legítima.
 
La alusión a una imaginaria peligrosidad para la democracia amerita preguntarse ¿qué democracia? Ciertamente, para los liberales y herederos de la revolución burguesa, resulta peligrosa no sólo la revocatoria, sino además el referéndum, la iniciativa legislativa popular, la rendición de cuentas, los presupuestos participativos, y otras formas de democracia participativa que tienden a empoderar a los ciudadanos, y por las que ha batallado históricamente la izquierda peruana. No es cierto que la revocatoria sea el arma de los perdedores para tumbarse a quien fue elegido, pues una cosa es el interés de los promotores, y otra distinta lo que reflejan las ánforas.
 
Los resultados del proceso auguran un gobierno municipal en el que Villarán va a requerir consensos con otras organizaciones políticas. El nuevo Concejo Metropolitano, no el transitorio, será variopinto, existiendo la necesidad de un pacto de cogobierno en base a políticas públicas que pongan por delante el desarrollo de Lima. ¿Pacto con quién? Lo más probable es que Susana vire hacia la derecha del espectro político y consume alianzas con las organizaciones que apostaron por el NO. ¿Y la izquierda? La izquierda debe seguir dedicándose a fortalecer su organización y construir nuevos liderazgos para ser alternativa de gobierno.
 
Se dice que la Ley Orgánica de Municipalidades es “alcaldista”, razón por la que Villarán no sentirá la partida de su primer cuerpo de concejales. Este argumento minusvalora el peso político de un verdadero concejo municipal. ¿Qué pasaría si el Concejo no aprueba una concesión?, ¿qué impacto político tendría la no aprobación del presupuesto institucional?, ¿cuál sería la suerte de los documentos de gestión?, ¿y el destino de los planes de desarrollo, planes estratégicos e institucionales?
 
Los regidores sí importan, más aún cuando el gobierno edil es acompañado por concejales adecuadamente preparados y políticamente representativos, situación que no ocurrió con Villarán, rodeada de colaboradores bien intencionados. Recordemos que en más de una ocasión 2 ó 3 regidores de oposición eran más, en discurso y/o propuestas, que 21 regidores oficialistas. Los regidores de Villarán no hubieran sido revocados si hubieran sido líderes distritales o dirigentes sociales altamente representativos. Lamentablemente, los partidos siguen postulando a los ahijados, a la cúpula,  a los compadres, al amigo, sin importar la calidad de sus candidatos.
 
Tan prematuro resulta anticipar la razón del voto cruzado en Lima, como determinar si la izquierda se ha fortalecido. Sobre lo primero,  me resisto a creer que se haya tratado de un electorado bastante informado y objetivo, consciente del voto cruzado; sobre lo segundo, no estoy tan convencido de que la izquierda haya capitalizado el triunfo del NO, más aún cuando los distritos populares han votado por el SÍ. La pregunta es ¿cómo será la elección de las 20 regidurías? Si es por lista cerrada y en base a cifra repartidora, se quiebra el principio que otorga mayoría automática al partido que gana una alcaldía. A nivel local, en el Perú, no se elige al Legislativo, sino a la cabeza del Ejecutivo. Los regidores entran por arrastre, dependiendo de la votación obtenida por sus organizaciones políticas. Para el 50%+1 del concejo edil no opera el sistema proporcional, sino el de mayoría; para el saldo, opera la cifra repartidora.
 
Finalmente, ¿será Villarán nuevamente la alternativa para la reelección el 2014? Si el contexto político no cambia, Susana perdería la elección, salvo que —de aquí en adelante—  incremente su legitimidad social en base a un buen gobierno. Pero cuidado, un contrincante más peligroso que Castañeda es Alex Kouri. En términos de moral pública, decencia política, anticorrupción, los 2 son contraproducentes para la gobernabilidad de Lima Metropolitana, pero uno más que el otro.