Por Ubaldo Tejada Guerrero*
La crisis financiera global neoliberal, agudiza un contexto caracterizado desde el siglo XXI, por el fin del pensamiento único y la necesidad de reponer el debate en torno al desarrollo humano y la construcción de nuevos paradigmas sobre la relación Estado desbordado y Sociedad Civil nacional emergente.
La ideología neoliberal, no sólo ataca la imagen del Estado, destruye la institucionalidad democrática, sino que también a través de la forma de vivir derivada de la economía mundializada, hace pesar sobre los ciudadanos la amenaza sorda de la represión y un desprecio constante por su opinión. Se les consulta muy pocas veces y estas consultas están desviadas por aquellos que controlan los medios de comunicación.
En América Latina, la democracia enfrenta serias dificultades, allí donde no existen partidos políticos consolidados que asuman la tarea de agregación y representación de los intereses de la sociedad, y que no cuentan con programas que permitan superar los problemas para enfrentar los desafíos sociales de los nuevos indignados de la sociedad civil emergente.
En el Perú después de la violencia senderista, según analistas se viene configurando en el siglo XXI, un nuevo panorama violentista, institucionalizado en cifras cada vez más alarmantes de inseguridad ciudadana, donde las formas legales de participación ciudadana, son un apéndice a veces molesto para la burocracia estatal y los grandes poderes económicos mas concentrados en el crecimiento económico, que en el desarrollo humano.
Nunca en la historia del Perú republicano, los carriles de economía neoliberal (Macroeconomía) y las políticas públicas (Acuerdo Nacional), estuvieron tan distanciados, y en algunos casos corriendo en carriles contrarios.
En el Perú, hoy más que nunca, es momento de indagar acerca de la configuración de la sociedad civil y sus organizaciones, a la luz de los cambios ocurridos entre 1,940-1,980, y en particular en los procesos críticos de los primero años del siglo XXI. Es urgente dar una respuesta desde el Estado a la nueva sociedad nacional emergente ya empoderada en las grandes ciudades del Perú, cuyo componente joven migrante es mayormente informal en la PEA.
La sociedad civil emergente, va entendiendo que un reparto mejor de la riqueza sin socialización del poder político, no representa un gran cambio y puede llevar incluso a un cierto paternalismo asistencial, que perjudica la afirmación de la autonomía de los individuos y de las organizaciones de base de la sociedad como entes productivos.
Tampoco socializar la política sin tocar la riqueza que es generada por los trabajadores, puede desanimar a los que se dedican a dignificar la política en los marcos democráticos, y puede producir por consiguiente un repliegue progresivo de las personas a la esfera de su vida privada.
La sociedad civil emergente, se ha convertido en objeto de estudio e interés desde hace más de dos décadas, tanto para el mundo académico, como para el Estado (como agente central de las políticas públicas) y los diversos espacios sociales multiculturales y multiétnicos.
La incapacidad de los partidos políticos en el Perú, ha incidido en la naturaleza, la estructura y el funcionamiento del Estado, en la índole y los resultados de sus intervenciones y de su planificación, y lo que es peor han exhibido una mínima preocupación efectiva y operante para el desarrollo económico, mas bien son la principal motivación para el alejamiento de sus propias bases militantes, y mucho mas lejos del Perú profundo, siendo a veces sólo viejas cúpulas.
En este período hemos visto la emergencia de numerosas organizaciones y movimientos sociales en torno de temáticas tan diversas como derechos humanos, la cuestión social, medio ambiente, seguridad ciudadana, discapacidad, Estado laico, defensa de derechos de distintas minorías, desarrollo local y tantas otras realidades, que no pasan por normas burocráticas.
La extensa lista nos habla de un nuevo enfoque de las ciencias sociales, de iniciar urgente un período de transformaciones, de una concepción nueva acerca de la resolución de las distintas problemáticas; autónomamente o en articulación con el Estado u otros actores, conocer los modos en que las organizaciones de la sociedad civil intervienen en las diversas políticas públicas, tanto a nivel local como nacional, de la necesidad de brindarles herramientas de trabajo para la gestión y seguimiento de programas y proyectos de incidencia en sus reales necesidades; y de la necesidad de empoderar a la sociedad civil como actor de su destino.
Parte de esa nueva sociedad civil emergente, lo podemos observar en los últimos cuatro procesos electorales en el Perú, donde la consolidación de “nuevos” movimientos, y partidos regionales, profundiza la crisis de los partidos políticos nacionales, de su representatividad y de su falta de arraigo con los problemas concretos de un Estado desbordado y una sociedad nacional emergente indignada en busca de representación política.
CONCLUSIÓNES
Primero, será función del nuevo Estado, asegurar una mayor participación ciudadana, reorientando las políticas públicas de modo que impliquen la construcción de canales de participación ciudadana con el Estado. Tarea dura por la grave corrupción y la necesaria reforma constitucional, que haga realidad una verdadera participación e inclusión social.
Segundo, las instituciones de la sociedad civil deben incorporarse a la acción política, recuperando su función de servicio social, y fortalecedora de la precariedad democrática e institucional del Estado, especialmente de los partidos políticos a partir de 1,992.
Tercero, debe dejarse claro, que debemos impedir que en el proceso de transferencia de responsabilidades del Estado a la sociedad, la institución estatal se desembarace de sus obligaciones en relación con la satisfacción de las necesidades colectivas, de una parte; y, por otro lado, que el Estado al promover la participación social, no termine por pretender manipular y acallar los reclamos y exigencias sociales, sin que se puedan ver resultados palpables en relación con la mejora de las condiciones de vida y el disfrute del bienestar social.
Cuarto, el desafío que concierne al Estado, es el cambio de enfoque en sus relaciones con la sociedad civil emergente. En vez de pretender que ésta se acerque a él creándole canales institucionales en función de sus objetivos y necesidades, es intentar invertir el paradigma buscando apoyar a la sociedad civil, en el marco de la preservación de su autonomía institucional, de manera de no enajenar su capacidad para negociar libremente las mejores opciones que pueden contribuir a su desarrollo.
Quinto, gestión de la sociedad civil es democratizar radicalmente la democracia, crear nuevos mecanismos que den salida a los intereses de la mayoría de la población, y construir nuevas instituciones, por la reforma o por la ruptura, que permitan que las decisiones sobre el futuro sean decisiones siempre compartidas entre el Estado y la sociedad nacional emergente.
Sexto, la juventud debe ser y consolidarse como una fuerza social y política innovadora, transformadora organizada, activa y esclarecida. El Perú requiere más que nunca, del actor juvenil el cual será determinante; para ello es necesario, buscar y construir un cambio generacional en la política local, regional y nacional, como sustento de nuevas formas de participación popular a través de la sociedad civil emergente.
Séptimo, urgente necesidad de formar cuadros políticos y administrativos, con clara visión sobre los fines, las prioridades y los medios; de lucidez ideológica-política y de eficiencia técnica; con devoción por el interés de la sociedad nacional y de las regiones; y de voluntad inquebrantable de llevar a cabo las tareas requeridas, desde el llano y el poder.
*Analista Global
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