ollanta humala 84Por Raúl Wiener


Al presidente pro-témpore de Unasur están a punto de prohibirle estar presente en el acto de asunción formal de la presidencia por Nicolás Maduro en Venezuela. De esta manera lo que ha empezado como un intento de rebelión doméstica contra los ajustados resultados electorales del domingo se le quiere convertir en una crisis del sistema de integración sudamericana y de paso en un desafío de la autoridad de Ollanta Humala que hasta aquí trató de evadir cualquier enfrentamiento serio con sus adversarios políticos.

La derecha peruana, en sus diversas expresiones, sostiene que no se puede avalar con la presencia de LA PRIMERA autoridad del país unas elecciones “cuestionadas”. Pero son cuestionadas porque el perdedor no quiere reconocerlas no solo en el dictamen de los órganos electorales sino en los procedimientos de auditoría que eran parte de las reglas del juego. Por lo tanto el famoso “cuestionamiento” significa un desconocimiento adicional del árbitro y una imposibilidad de solución al problema creado que no sea por la vía de la fuerza.
 
Dándose cuenta de lo que esto puede significar, el secretario general de la OEA se ha movido de su posición inicial, de apoyar el pedido público de la oposición venezolana para recontar los votos, a la aceptación del resultado. Por cierto que a esta conclusión se llega apenas se descubre que este mecanismo no estaba dentro de lo previsto en el proceso que se organiza por el sistema de voto electrónico que no es revisable por el procedimiento de recuento de votos físicos.
 
Tampoco el tema del “fraude” ha merecido evidencias concretas. Ha bastado que se diga y nada más. Y la prueba es que el resultado es indudablemente estrecho. Pero las estimaciones previas a la elección anunciaban un triunfo más holgado de Maduro que el que finalmente se produjo. En consecuencia nadie entiende cómo los que tienen supuesto control sobre las cifras no se dieron un margen mayor que evitara discusiones.
 
El dato de la estrechez de la elección refleja un retroceso en el poder chavista en su hora más difícil y una primera oportunidad para la derecha venezolana para pelear con mayores posibilidades las siguientes elecciones.
 
Pero evidentemente había aquí un plan armado para el escenario que anticipaban las dos partes en el que la oposición volvía a fracasar y aumentaba la desazón de sus bases que ya no podían echar la culpa al carisma de Chávez.
 
Ahora Capriles está ubicado en un equilibrio muy difícil que consiste en estar a la cabeza de la rebelión e intentar a la vez salvar su futuro político. Para salvarse requiere que le lancen varios salvavidas, uno de ellos es forzar el aislamiento internacional de Maduro, que es lo que se busca con la presión para que Humala se quede en Lima.

La Primera, Jueves 18 de abril del 2013