Por César Lévano
Washington no se conforma con ser el gobierno económico de nuestros países a través del Fondo Monetario Internacional y del Banco mundial. Ahora demuestra una vez más que se considera el máximo poder electoral del hemisferio: por eso desconoce la elección de Nicolás Maduro en Venezuela, y exige, al unísono con su agente Henrique Capriles, que se vuelvan a computar los votos con que los venezolanos expresaron el domingo 14 su voluntad democrática y soberana.
No debería sorprendernos esa actitud. Durante todo el siglo XX y en lo que va del siglo XXI, los Estados Unidos han desconocido elecciones legítimas e impuesto gobernantes, mejor dicho sátrapas asesinos y ladrones como los Trujillo, los Batista, los Pinochet y los Videla.
En 1984, hubo elecciones presidenciales en Panamá. Se enfrentaron Arnulfo Arias y Manuel Noriega. Como recuerda Noam Chomsky en su libro Lo que realmente quiere el Tío Sam, el gobierno de los Estados Unidos sabía que Noriega había estado involucrado en el tráfico de Drogas por lo menos desde 1972, “cuando la administración de Nixon consideró asesinarlo”. Noriega era agente de la CIA, pero fungía también de nacionalista, partidario del general patriota Omar Torrijos. En 1984, Noriega ganó las elecciones mediante fraude y violencia. Washington se hizo el distraído y reconoció a Noriega. En mayo de 1986, la DEA elogió a Noriega por su “política vigorosa contra el tráfico de Drogas”. Después, Noriega cayó en desgracia y terminó en la cárcel por narco.
En setiembre de 1991, un golpe militar auspiciado por Washington derrocó al primer presidente de Haití democráticamente elegido, Jean Bertrand. La dictadura proyanqui mató a miles de demócratas.
En el 2002 urdieron en Venezuela un golpe de ultraderecha que secuestró al Presidente constitucional Hugo Chávez y que fracasó gracias a una potente rebelión de las masas.
En junio de 2009, un golpe parlamentario derechista derrocó al Presidente de Paraguay Fernando Lugo. El domingo próximo se celebran elecciones en ese país. Se juegan allí apuestas geopolíticas. Paraguay es uno de los territorios de la cuenca amazónica y de la cuenca del Guaraní. Peter Koenig señala en su libro Implosion que esta última abarca 1’200,000 kilómetros cuadrados y podría abastecer a la población mundial durante 150 a 200 años con 100 litros de agua por persona y por día. Es un enorme recurso a capturar, a medida que los depósitos de agua fresca se están agotando en el mundo.
Washington no ve con buenos ojos la emergencia de Brasil como potencia mundial. Venezuela y Ecuador (que expulsó la base militar estadounidense de Manta) no cuentan como bases para acción futura del Pentágono.
Como a través de dos siglos, el Tío Sam esgrime, por medio de agentes, el gran garrote de la violencia.
La Primera, Jueves 18 de abril del 2013