¡Abogangsterismo a todo vapor!


por Herbert Mujica Rojas

Revelación valiente la que publica Correo, en la pluma de Paola Miranda y por la cual se toma conocimiento que el estudio abogadil de José Ugaz y Luis Vargas Valdivia, patrocina hoy a quienes acusaban, desde las procuradorías, no mucho tiempo atrás. ¡Poderoso señor es don Dinero! ¿Cabe alguna duda? ¡Es decir, no es dura lex, sed lex, sino cuánto hay en la bolsa para sufragar cualquier causa! ¡Qué inmoralidad!


Hay que señalar un asunto que es parte de la corruptela sucia que inunda al Perú. Los que antes, en nombre del Estado, acusaban y zaherían, con adecuado —y muy bien pagado festival mediático, prensa, radios y televisión—, en no pocos casos, se pasaron, en movimiento pendular de 180 grados reales y sinverguenzas, a la otra orilla, pero con conocimientos confidenciales e informaciones que no podían ser posesión de cualquiera porque atentarían ¡precisamente contra el Estado!

El caso señalado por Miranda en Correo y refiriéndose específicamente a César Azabache, no es el único. Recuérdese que Jorge Santisteban de Noriega, ex Defensor del Pueblo, pasó a muy bien rentado abogado de la estafadora Telefónica del Perú. Y antes, Mello Vega, que había sido representante del Estado, también estuvo en la planilla de Telefónica. ¿Por qué se producen estas aberraciones que privilegian sólo el circulante del vil dólar y no la compostura mínima para no ser considerados tránsfugas que saltan del Estado a empresas privadas? Hasta donde se sabe no hay una ley que prohíba semejante aberración.

Los funcionarios de alto nivel del Estado no deberían, por un lapso mínimo de 5 años, migrar a las empresas privadas. ¿Quién garantiza que, a su vez, no revelen datos confidenciales de que antes fueron depositarios públicos y supuestamente reservados? ¿No es de mal gusto, como ocurre con Azabache y el estudio de José Ugaz, que hoy troquen de patrocinados, evidentemente lubricados por el sufragio dolarizado que cotizan esas empresas, así porque sí?

En los últimos años José Ugaz, el procurador del delincuente Kenya Fujimori, gozó de una virtual inmunidad mediática. Todos sus actos eran santificados y puestos de relieve por una prensa cómplice, dispuesta a cubrirle las espaldas. Sus actos, eran morales. Sus presentaciones, dechados de jurisprudencia. Y cuando se les abría juicio o criticaba, quienes lo hacían eran motejados de cualquier cosa.

Cuando los abogángsteres se adueñan de la cosa pública y privada, no hay justicia posible sino aquella que fabrican los dólares que compran a jueces adecuados, periodistas venales, políticos sucios y autoridades metidas hasta el tuétano en el reino de la corrupción que es el Perú, de sur a norte, de este a oeste. Es imposible refutar a González Prada: "El Perú es un organismo enfermo, donde se aplica el dedo, brota el pus".

Si a lo revelado por Correo se aúna el silencio proditor y simpático de políticos conchabados y una burocracia podrida, entonces, se retrata a nuestro país con las verguenzas que ostenta y niveles aterradores de pobreza, no sólo material, sino —y fundamentalmente— moral.

Frente a la circunstancia, por todos conocida, pero rara vez —como en esta feliz ocasión— revelada, se comprueba la inacción condescendiente y la estupidez cándida de que "así es el Perú", no hay sino que preparar los paredones de fusilamiento moral y de escupitajo para los malos elementos. Así tengan defensores de oficio y pagados en los medios de comunicación.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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