jovenes mesaPor: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

A pocos días de concluir el 2013 —y luego de estar alejado de los alborotos, consumismos, frivolidades y despropósitos de las celebraciones navideñas— quiero efectuar un recuento de los acontecimientos de estos doce meses y, además, agradecer a quienes han contribuido a colmarme de júbilo.

Para algunos, estos son tiempos de apremios, agasajos, saludos y preparativos; para otros, de reflexión, evaluación y análisis que motivan pensar en las metas conseguidas y reorientar objetivos para el año venidero. En este último grupo mi ubico. Aquí un recuento personal que comparto con usted, amigo lector.

Me propuse omitir mirar el “medio vaso vacío” (no hago referencia a los numerosos happy hour que disfrutó los fines de semana con mi madre de 87 años) cuando no logro alcanzar un determinado anhelo. Aprendí a reconocer el “medio vaso lleno” de cada nueva intención. Eso eleva mi autoestima y me posibilita deducir que en la vida dos más dos no, necesariamente, es cuatro; en las matemáticas si. Hasta hace poco, cuando no obtenía las realizaciones esperadas, evitaba valorar la otra mitad tangible de lo obtenido con un esfuerzo, incluso, muchas veces superior a mis aparentes capacidades.

Confieso haber tenido la inercia de conferir demasiado valor a sucesos nocivos, coyunturales, domésticos y rehuir preciar lo conquistado. Todo acaecimiento suscitado ha traído perennes lecciones que enriquecen mi ascenso moral, cultural y espiritual. El desatino, el improperio, las malas formas, la ausencia de sentido común y otras incontables taras —habituales en sociedades como “perulandia”— no deben impedirme juzgar lo que cada experiencia ofrece, incluso en una eventualidad dolorosa.

La palabra “gracias” la asimilé del ejemplo y la enseñanza constante de mis padres Danilo y Amelia. Samuel Johnson, el afamado poeta inglés, afirmó: “La gratitud es un producto de la cultura; no es fácil hallarla entre la gente basta”. Hoy tiene mayor connotación reconocer ha quienes me ofrecieron adhesiones y acercamientos:

Al Redentor que ilumina e inspira mis determinaciones. En cada adversidad, por más superable que ésta sea, ha estado su compañía. La fortaleza de mi convicción cristiana me ha enseñado a superar, olvidar y perdonar. La vida es un eco que retorna, con igual intensidad, lo otorgado al prójimo.

A mis alumnos, fuente permanente de inspiración. Cada jornada de clase me sumerge en un universo maravilloso de vivencias, anécdotas, conocimientos, entregas y me involucra en una burbuja de claridades y deliberaciones. De otra parte, me permite estar al tanto del parecer de una nueva generación y tener una mirada plural de su pensamiento. Sus disímiles aportes, interrogantes o silencios, me abre la puerta a sus espacios. Un instituto donde laboro tuvo la generosidad de denominarme como “docente destacado”. Indudable aliciente para seguir esparciendo semillas y afirmando convicciones e ideales.

A los medios de prensa que acogen mis aportes periodísticos y a quienes tienen la frecuente paciencia de leerme. Su disposición facilita la difusión de mis artículos, a través de los que exhibo mis disconformidades y agudos puntos de vista. Escribo con la esperanza de participar mis desordenadas meditaciones acerca de una realidad que cada semana me nutre de pródigos temas. Mi inmenso agradecimiento a mi querida amiga Dennis Merino, que tiene la condescendencia de revisar mis borradores, ayudarme con sus oportunas correcciones y buscar un título atractivo. Nos une un genuino apego de 22 años.

A la vida por haberme privilegiado nacer en el territorio de “todas las sangres” y cantera de inspiraciones e impulsos para procurar —con ingenuidad y benévolas intensiones— revertir las contradicciones e infortunios de un escenario complejo. Una nación —a la que Mario Vargas Llosa denomina “el país de las mil caras”— fragmentada, invertebrada, resquebrajada, insolidaria, convulsionada y poseedora de un horizonte que debe impregnarnos de fe. Tengamos presente: Somos la materia prima con la que forjamos los destinos nacionales y, por lo tanto, nos corresponde innovar para superar tan reiterativos males lesivos a nuestro desarrollo.

A las agradables, nobles y estoicas amigas y amigos (mis hermanos adoptivos) que perdonan mis alejamientos, porfías y singularidades. Son testigos de mí existir, acompañan mi biografía y saben que, con mis animadversiones, rabias y apasionamientos, gozan de un espacio vital en mi subsistencia. Agradezco a las amistades con quienes he forjado reciente vínculo. Me hicieron recapacitar, reír, platicar, regocijarme, gastar mi dinero, trasnochar, incrementar mi consumo de licor y apoyaron mis avatares. Con dificultad encuentro, al escribir estas líneas, los términos exactos para describir mi efusivo cariño hacia ellos.

A mi madre, que aviva mi sosiego, mi existir y mi porvenir. Compañera discreta y esencial que discierne, alienta y asiste mi devenir con una paciencia imperturbable. Su incansable estímulo me da renovadas ilusiones. Gracias por haber forjado una relación que, en el atardecer de tu existir, confirma la ausencia de límites en el amor. Su serena y sabia orientación es esencial para intentar comprenderme y concebir al ser humano.

Este período se caracterizó por acciones positivas, encuentros favorables, inquietudes sociales, afectos espontáneos, emociones sentimentales y por alborozos en mi quehacer profesional, intelectual y amical. Abundantes venturas, bendiciones, éxitos y advenimientos en el 2014. Recuerde la sabía sentencia del dramaturgo español Jacinto Benavente: “La vida es como un viaje por mar: hay días de calma y días de borrasca. Lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco”.

(*) Docente, consultor en organización de eventos, protocolo, imagen profesional y etiqueta social. http://wperezruiz.blogspot.com/