Por Victor Mejia Franco (1)
Cuando se creía que el TLC con los Estados Unidos, el acto de traición más serio jamás cometido por gobierno alguno ya estaba casi por concluirse, luego de la infidelidad de Alan que prometió no firmarlo pero que lo hizo casi tan pronto como subió al poder, faltando sólo la firma del gobierno americano, he aquí que inesperadamente, como una luz al final del túnel, surge la posibilidad de anularlo, si el Pleno de nuestro Congreso rechaza la infeliz addenda preparada bajo la responsabilidad de la señora Ministra de Comercio.
Nosotros los peruanos tendremos la última posibilidad de poner nuestro grito en el cielo entre mañana martes 26 y pasado mañana miércoles 27 de Junio, día anunciado para que el Pleno del Congreso decida la suerte de los peruanos con este tristemente célebre Tratado del Lobo y el Cordero (TLC). Nunca se vio irresponsabilidad mayor en un equipo de gobierno, nunca una ignorancia tan impúdica sobre un tema tan de fondo como la soberanía alimentaria de nuestra patria, entre otros, que compromete la vida y el futuro de 26 millones de peruanos y de sus descendientes.
Todos los llamados a la cordura, todas las invocaciones de los diferentes gremios afectados, la inmensa pobreza de la mayoría de nuestras poblaciones a lo largo y ancho del país, nada, absolutamente nada ha logrado llamar a reflexión a los gonfaloneros de intereses mezquinos de los gremios exportadores y los defensores del “libre comercio”, y su consecuencia directa en nuestro caso, la “libre miseria”.
Nuestro pueblo, inerme, después de haber sido inducido a votar por representantes del neoliberalismo por tercera vez consecutiva, deberá soportar, aún sin conocer sus aviesos alcances, este Tratado, cuyos términos se han venido ocultando sistemáticamente, para evitar debates públicos en las universidades, partidos políticos, gremios laborales, colegios profesionales, etc; y críticas de personas entendidas pero dispuestas a protestar frente al abuso, la arbitrariedad y la estulticia.
Así hemos llegado al fin de Junio, y aquí tenemos frente a nosotros la última oportunidad de hablar fuerte y claro. O nos dejamos ganar por la indolencia, el dejar hacer, “a ver qué pasa”, o, nos acordamos de golpe que podríamos salir a las calles para hacer oír nuestra voz e impedir la consumación de este TLC. El peor error que podríamos cometer es no hacer nada, pensando que es muy poco lo que podemos hacer. Pero es bastante, aquí y ahora, antes que sea demasiado tarde.
Lima, 25 de Junio de 2007.