En forma clara y enérgica, el Dr. Ántero Flores Aráoz ha reafirmado que se venderán áreas de terreno de la Comandancia General del Ejército (CGE). Dice que la plata resultante servirá para mejorar el equipamiento del ejército.
Manifestó, además, que la zona no es apropiada para actividades militares propiamente dichas —entrenamiento, áreas de ejercitación, etc.— sino para los aspectos administrativos o de gestión. Según su planteamiento, para actividades castrenses propiamente dichas están los cuarteles (¡olvida que por buenas razones, los militares, que conocen su oficio, llaman al complejo “Cuartel General del Ejército”!).
Por supuesto que para el encendido espíritu vendedor (léase dilapidador) del gobierno aprista, nada significa la palabra autorizada que se expresó en la carta que la semana pasada dirigieron los ex Comandantes Generales del Ejército, en las que explicaban por qué no se debía vender esos terrenos.
Con mucho brío y clase, el Dr. Flores, para justificar el despojo al Ejército, dice que lo que se piensa vender son áreas no utilizadas por los militares; pero intencionalmente omite decir que los gobiernos nunca dieron al Ejército el dinero necesario para establecer lugares destinados a actividades por ellos definidas. Además, ¿qué quiere el gobierno aprista?, ¿desea que el edificio central de la CGE ocupe un área tugurizada por la proliferación de edificios?, ¿no entiende el Apra que el bloque central del complejo necesita también un perímetro libre?
¿Guíbovich pintado en la pared?
Por la manera de hablar del Dr. Flores, parecería que ya está decidida la venta y que para nada importa la opinión de los ex comandantes generales, porque son peruanos —no son Fortunato Canaán ni empresarios de éxito— y porque son personal en situación de retiro. Entonces, ¿qué decir de los militares en actividad?, ¿no pueden manifestar su disconformidad con una medida que afecta a su institución? La respuesta es que no pueden, excepto el mismo Comandante General del Ejército, Otto Guíbovich.
No se trata de ver al general Guíbovich en un pico a pico con el presidente de la República o con el ministro de Defensa, porque los militares en actividad no son deliberantes. Pero tampoco son robots o zombies ajenos a la realidad y a los valores morales. Lo que incumbe al general Otto Guíbovich es dirigir por escrito al ministro de Defensa una explicación de por qué no debe realizarse la anunciada venta. Si su pedido no es escuchado, lo único digno que le quedaría al general es presentar su carta de renuncia. Será ejemplo a quienes le sucedan para que igual que él no permitan la enajenación del patrimonio de su institución, y será recordado como alguien que hizo respetar los intereses del Ejército. General Guíbovich: más vale perder el cargo o ser expulsado del Ejército que prestarse en silencio a oscuros negociados que otros piensan realizar en desmedro de su alma máter, donde usted se formó como soldado.
Es urgente detener el deterioro material y moral de nuestra fuerza armada. Se percibe que los gobiernos ven a los militares peruanos como a los que sobran en la fiesta. Nuestros tres institutos armados están insuficientemente equipados: el ejército y la marina tienen material de guerra antiguo e insuficiente en cantidad; la fuerza aérea tiene en parte material moderno, pero muy insuficiente en número. El Perú no es Costa Rica, que vive muy bien sin fuerza armada, porque limita al norte con Nicaragua y al Sur con Panamá, países pacíficos que no roban territorio. Pero por desgracia los peruanos tenemos por el Sur un vecino como Chile, que sí roba territorio a quien puede (Argentina, Bolivia y Perú, y si no ha robado tierras a Uruguay o Venezuela es porque no limita con ellos).