Alan Garcia 223Por Herbert Mujica Rojas

Leo, no sin enorme extrañeza, que se llevó a cabo un evento mediante el cual se escrudriñó el fallo del juecesito Hugo Velásquez sobre el ex presidente Alan García Pérez. En la lista de oradores encontré el nombre de algunos abogados que han emitido tardíamente condena sobre este asunto tramposo que involucra al megalómano de marras.

 Ninguno de aquellos estudió, analizó, enjuició y postuló un cuadro orgánico de ideas respecto de la controversia planteada por los amparos de Alan. Tampoco polemizó en vivo ni contribuyó al esclarecimiento del intríngulis con potentes razones jurídicas o penales. Cuando todo está consumado es fácil oficiar los responsos y las lamentaciones. Pero cuando las papas quemaban era el momento de hacerse del reto y de encarar la problemática.

El único que no fue invitado a emitir opinión autorizada fue el notable penalista Guillermo Olivera Díaz quien sí discutió personalmente hasta en dos oportunidades en una radio local con los rentados picapleitos alanistas y a quienes aplicó una paliza que los debe haber dejado adoloridos. No sólo eso, publiqué en la Red Voltaire, desde hace meses, artículos jurídicos con riqueza penal en que el doctor Olivera Díaz diseccionaba los brulotes alanistas, los desmenuzaba y aterrizaba al nivel de adefesios que no otra cosa eran.

Olivera Díaz protagoniza un claro mandato desde las redes sociales hacia los medios impresos que toman parcial o completamente sus argumentos que cual mandobles atacan los potros de bárbaros Atilas, haciendo patente el rol pedagógico que todos los que escriben en las redes debieran tener como meta y ambición fundamentales. En Voltaire son casi 600 artículos escritos en algo más de un lustro por el punzante abogado.

¿Cómo puede explicarse que al autor de no pocas de las conclusiones que toman prestadas sin reconocer la paternidad de las mismas los que intervinieron en el evento, no hubiese sido convocado a la cita? La envidia y cicatería, males atávicos y genéticos del ADN social peruano, pueden ser algunas de las sinrazones. La miopía propia de la mediocridad, otra. ¿Que se olvidaron de avisarle o llamarle? ¡Pamplinas!

Como hemos dicho en múltiples ocasiones, el desmán orgánico y reaccionario que impulsa el alanismo delincuencial no sólo ataca a un grupo de la sociedad civil peruana: la ataca aviesamente de modo total y corroe al país. El alanismo procura impunidad para que su fautor principal, el que nunca ha trabajado en su vida pero que gasta como millonario, postule por tercera vez a la presidencia. Para esos gángsteres, la presidencia es una boya y sirve para esquilmar el aparato del Estado y robarse cuanto encuentren en su camino. Al modo de las langostas, los facinerosos depredan el cuerpo social para encumbrar al patrón del mal.

¿Por causa de qué alguien como Olivera Díaz, cuya exégesis al esclarecimiento público, jurídico y penal, han resultado, hasta hoy, luz vigorosa y certera, debe pagar con la obliteración ajena, su mérito cívico? A nadie se pide que esté de acuerdo con lo que escribe, pero silenciarlo sí constituye una aberrante mueca de la miseria humana que a diestra y siniestra campea en Perú.

Al enriquecimiento del debate ha contribuido en no poco el doctor Olivera Díaz. Entonces ¿los gnomos sienten el deber de ignorarle en todos los idiomas para que su ascensión a las cumbres falsas de la fama efímera, sea más veloz? Quien crece sobre arenas movedizas y fraudes, sabe bien que su destino, a la larga o a la corta, es hundirse en el lodo.

Ha admonizado con reiterada pasión el doctor Olivera Díaz que cualquier apelación, del Congreso o de Perico de los Palotes, del fallo último sobre Alan García Pérez, será rechazado de oficio porque esta etapa ya culminó su existencia. Sin embargo hay voces algo desorientadas capaces de alentar yerros de esta índole. En lenguaje periodístico se dice que está advirtiendo contra patinadas, pero los burros se sienten felices de encontrar a otros más ignaros y seguidores de sus imposturas. ¡Miseria humana!

Algo muy modesto tócame en la incorporación del doctor Guillermo Olivera Díaz en la Red Voltaire. Nos unen lazos y fe comunes en la justicia social, en la prevalencia de la condición humana de los ciudadanos, en el respeto a los derechos cívicos, en la condena no negociable de las monras y los robos y, a veces, las grescas por los titulares, son mayúsculas señas que apisonan un camino de victoria y de amistad basada en un aprecio mutuo fraterno. El es un notable jurista y el caso mío es el de un simple periodista aficionado a la constancia del buen humor y la paciencia aunque siempre con las faltriqueras anémicas del vil metal.

Cuando una prensa cómplice pretende sombrear y pasar por alto los delitos de un claro estafador rechoncho, hay personalidades capaces de alzarse sobre las olas agresivas para hacernos oír su voz y sabiduría. El doctor Guillermo Olivera Díaz es una de ellas.

Señal de Alerta, 22-9-2014
http://www.voltairenet.org/article185361.html?var_mode=recalcul