Justicia notificadora (y muy acosadora)


por Herbert Mujica Rojas


¿Qué ocurre cuando la justicia que debieran impartir magistrados probos y embebidos del equilibrio que supone su cargo, se pone al servicio de las empresas corruptas y se convierte en vil negocio culpable que paga el mejor postor, el que pone más presión vía sus dólares, favores o conveniencias y deviene en martillo acosador de los inculpados que a veces terminan con sus huesos en la cárcel? ¡Cualquier cosa, menos un Estado en que el Derecho resguarda la justicia! Por el contrario, es tierra de nadie, selva comprable, burdel en que prima el olor lacerante del dinero sucio.


Con una aceleración que envidiarían Fittipaldi o Fangio conozco de un juzgado que practica la velocidad de los prodigiosos en cualquier pista de carrera. ¿Para administrar la sensatez  a que tienen derecho los ciudadanos que pagan impuestos para sufragar tareas importantes como las que se llevan a cabo en el Poder Judicial? ¡No, no es así! Se trata de satisfacer la sed de venganza que tienen el gerentito cuasi analfabeto de una empresa cuyo capital apenas si frisaba los US$ 3 mil dólares cuando se hizo de la concesión del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez y la angurria de abogángsteres que cobran decenas de miles de dólares y que están "muy preocupados" porque se les escapa la presa.

El asunto es muy simple. Si las empresas por quítame estas pajas judicializan los casos y persiguen, como vemos, a periodistas, consiguen varios objetivos a la vez. El primero y más importante: meter miedo, inocular terror entre los que aún no han cruzado el Rubicón denunciante. A otros los compran con publicidad y dólares o euros fáciles. Al resto, a los rebeldes (que son muy pocos) los ponen en vereda con juicios y con perros de presa, genuinos y criminales mercenarios al servicio de estos actos perversos. La idea es condenar y evitar que los periodistas sigan denunciando y cuestionando. Como no hay respuestas entonces hay que "empapelar" literalmente a los iconoclastas.

Un libro, manual le llamo yo, ¡Estafa al Perú! ¡Cómo robarse aeropuertos y vivir sin problemas! http://www.voltairenet.org/article148321.html plantea denuncias que se refieren a las cuatro addendas mañosamente empujadas por la concesionaria; a la no construcción de la segunda pista; al mal uso para sí mismos del aval del Estado peruano ante bancos norteamericanos y alemanes en una operación por el orden de US$ 125 millones de dólares. Y lejos de contestar y aclarar lo que fuere inexacto o falso, la respuesta camina por el vulgar, despreciable y sucia vereda de la judicialización penal por difamación agravada. Todos los caminos conducen a la corrupción dicen los delincuentes, por tanto, hay que castigar a los insolentes y si se les puede meter a la cárcel, el caso de la señora Magaly Medina ya creó el precedente tan esperado.

Para que esta putrefacción funcione la premisa madre discurre por la existencia de jueces funcionales, simpáticos, acríticos, que acojan adefesios bajo la forma de denuncias. Cuando se les pide acumulación porque son dos los juicios, deniegan el asunto, merced a una ceguera cuestionable, el tema obtiene ribetes pestíferos. La consigna es política: encerrar o callar al denunciado y para eso hay que emplear "todo el peso" de la ley. De manera que una vez muerto o mudo el perro, se acaba la rabia porque no hay quien ladre o persista escribiendo. ¿Cómo los jueces, a vista y paciencia del resto de la sociedad, pueden darse el lujo de aceptar esta clase de adefesios? Los resultados están a la vista: ¿hay quien crea en el Poder Judicial del Perú? Cuando a alguien le preguntan por un juez, de inmediato, cuasi como un resorte, asalta la duda sobre su idoneidad y los porcentajes son aplastantes y de público conocimiento. ¿Hay en Perú jueces idóneos? Sin duda que los hay y a mucha honra. Pero de los otros odiosos, mediocres, inmorales, rufianes, delincuentes, también. Y esos ahuyentan cualquier buen juicio cívico.

Como parte de un deber periodístico indeclinable he denunciado a los que resulten responsables del tremendo daño que el incremento del narcotráfico está protagonizando en el Aeropuerto Jorge Chávez que es una auténtica coladera. ¿Será que las prisas de hoy responden a que necesitan callar, cuanto antes, al periodista?

¡Qué pena pues! Pero la preocupación es para los cancerberos en los tribunales, para los abogángsteres a la carta y para todos aquellos que silencian merced a su cobardía el abuso impresionante que se hace con los casos judiciales. ¿Hasta cuándo seguirán callando quienes tienen que hablar y defender los derechos humanos arrasados por los cacos? ¿Justicia? Aquí esa palabra es hueca y un simple adefesio.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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