escoba estrellas apristasPor Eduardo González Viaña

Apenas llegado a la patria, del aeropuerto Lima-Callao volé al de Trujillo una semana antes en las elecciones municipales. Me contaron allí algunas anécdotas sobre la campaña que se estaba desarrollando.

Según una de ellas, el candidato aprista a la alcaldía provincial de Trujillo se había presentado en un salón universitario colmado de estudiantes de esa agrupación. Luego de su discurso dijo que estaba dispuesto a contestar las preguntas que se le hicieran. Un joven levantó el brazo:

—Compañero, dígame: ¿qué significan las siglas del APRA?

—Las siglas, las siglas… Bueno, al compañero jefe le gustaban los juegos de palabras. No se olviden que fue el que inventó la palabra Trilce para su amigo, el poeta César Vallejo. Trilce no tiene significado alguno. APRA no significa nada.

Con dolor, debemos admitir que el ahora derrotado candidato tenía razón. Las cifras obtenidas en los comicios muestran el descalabro de un gran partido. Incluso, Trujillo que fue la cuna, es ahora la sepultura de una esperanza.

Los votos obtenidos por Enrique Cornejo en Lima no lo fueron para la agrupación que representaba. Lo fueron a pesar de la misma y con gran pesar de Alan García, el hombre que capitanea este naufragio.

Al igual que Cornejo, hay otros excelentes dirigentes y militantes que podrían haber hecho un gran papel en las elecciones, pero que fueron ninguneados por el comando oficial. Ya lo habían sido en los gobiernos anteriores de García, quien todo el tiempo prefirió quitarse de encima a los militantes puros y sinceros, y borrar del partido que estaba refundando todo símbolo o señal de la vieja agrupación revolucionaria.

Si Víctor Raúl Haya de la Torre tuvo un enemigo, ese fue García. Su formidable vanidad no le permitía compartir la gloria con el fundador. Además, las antiguas ideas revolucionarias y las románticas historias del heroísmo de los compañeros le iban mal con el disfraz de estadista carnoso, serio y moderno que ansiaba presentar ante los dueños del país y las corporaciones extranjeras.

Durante el segundo gobierno de García -no del APRA, insisto- se acuñó una denominación que todavía sirve para justificar la prolongada imposición neoliberal que padecemos. Se puso el sambenito de “antisistema” a toda persona o partido que se opusiera al recorte de los derechos laborales, la sospechosa privatización de todas las empresas estatales y a la entrega sin condiciones de nuestros recursos mineros.

“Antisistema” es una chapa peligrosa que sirve para que una supuesta democracia se convierta en una real tiranía neoliberal. Antisistema y anti minero son calificaciones a las que se puede añadir fácilmente el apellido “terrorista”. De esa manera, cualquier disidente puede sufrir cárcel de forma expeditiva y sin muchas justificaciones judiciales.

La facción que comanda al viejo partido olvida que durante décadas el aprismo fue la reserva moral del país. Sin aspirar a ser alcaldes ni representantes, millares de peruanos alzaron el pañuelo blanco y proclamaron los principios del partido para después sufrir la cárcel, la pobreza, la persecución y las ejecuciones sin juicio como única compensación por su entrega a una causa de libertad y justicia.

Como alguna vez lo he sostenido, eso no es historia pasada. Muchos de los compañeros ajenos a la facción de Alan García creen que la catástrofe actual del partido no es solo electoral, sino ética.

Por eso han fundado el Partido del Pueblo y están reclutando militantes en uno y otro lado del país. Suyas son las antiguas banderas del aprismo y, sobre todo, el retorno a esa extraordinaria leyenda de heroísmo y moral que fue su partido.

Luis Alberto Salgado, Augusto Valqui Malpica, Enrique Cox Cassinelli y Raúl Haya de la Torre se encuentran entre sus dirigentes. Tanto su propia acción como sus apellidos demuestran su ancestro histórico.

—No, compañero -le respondieron al candidato a la alcaldía Provincial de Trujillo-. APRA significa Alianza Popular Revolucionaria Americana.
Al parecer, los nuevos dirigentes del aprismo, fracción garciísta, no tienen mucho conocimiento de la historia. Según me han contado, el candidato respondió:

—¿Revolucionaria? Eso debe ser un invento de los comunistas, de los antisistema.
 
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