cesar hildebrandt 10César Hildebrandt

Es cierto que Ollanta Humala no se merece mucha consideración porque llegó al gobierno con los votos del cambio y se transformó en un títere del poder económico. Eso es indiscutible.

Pero a lo que asistimos ahora es a una conspiración maleva y callejonera de fujimoristas, neoapristas y prensa concertada para precipitar un vacío de poder y quizá unas elecciones prematuras.

Ver a un delincuente resurgido de las alcantarillas del fujimontesinismo dictar la agenda política y periodística de cada día es algo que hasta en un país como el Perú, donde la política resulta habitualmente vomitiva, sobrepasa todos los límites.

 

El Perú es un país con mal de Alzheimer. Eso explica cómo es que el fujimorismo y el aprismo dictan ahora clases sobre ética, moral parlamentaria y deberes ciudadanos.
Los cachorros de hoy, que adiestran sus pulgares en sus teléfonos, ignoran que apristas y fujimoristas levantaron los imperios mañosos más organizados del Perú del siglo XX y que de esos dos movimientos, aliados orgánicos en 1990, proviene este pus gonzalezpradino que nos contamina.

El primer gobierno de García fue un ensayo general del saqueo que su inmediato sucesor convirtió en programa de gobierno. García se hizo millonario entre 1984 (año de las colectas para su campaña) y 1990, al término de su período, y repitió su faena depredadora cuando el Alzheimer del Perú lo renombró, el 2006, en el puesto que había deshonrado. El robo de Fujimori a las arcas públicas se ha calculado, conservadoramente, en 6,000 millones de dólares. Y su hija Keiko fue receptora de fondos robados a través de una tarjeta de crédito expedientada por Vladimiro Montesinos, al que, en una sola cuenta suiza, se le encontraron 48 millones de dólares.

Los chicos cibernéticos y sideralmente ignorantes de hoy no pueden saber esto. La prensa concertada está muy interesada en no recordarlo. Porque, al fin de cuentas, sus dos candidatos para el 2016 son, precisamente, Alan García y Keiko Fujimori. La derecha apuesta por la corrupción porque sólo en una atmósfera tóxica es posible predicar con éxito el inmovilismo económico y social: el sistema es perfecto, la desigualdad es natural, la injusticia es una difamación de la progresía, el mercado todo lo puede y todo lo corrige y los ricos y muy ricos deberían ser condecorados porque dan trabajo y apuestan al futuro. Amén.

Detrás del delincuente que bucea en líquido mierdoso y que aspira a que todos nos bañemos con él están el fujimorismo vengador, el neoparismo vacío de todo ideal, los grupos de poder que quisieran adelantar el 2016 para estar más tranquilos. Detrás del matón que anuncia tener fotos que no muestra, audios que nadie escuchó, papeles apocalípticos que harán temblar Palacio de Gobierno está la agenda pendiente de la derecha: Conga, la ley Coca Cola, el abaratamiento del salario y el despido, la esterilización de la ley de consulta previa, la reducción aún mayor del papel regulador del Estado, la privatización total del sistema de salud, la chilenización de buena parte de la economía. En suma, el imperio del neoliberalismo peruano su versión Pitecantropus erectus y con Berckemeyer pontificando desde un olimpo de cartón.


Humala creyó que entregándose a la derecha iba a ser bien tratado por su prensa. Tremendo error. Esa prensa lo considera un traidor. Y un traidor puede siempre volver a traicionar. De modo que ahora, cuando la crisis económica aprieta y se requiere ya no un administrador del continuismo sino un ideólogo de "la profundización de las reformas" neoliberales, la derecha, liderada por el fujimorismo y el aprismo, arrincona a lo que queda del régimen y mira el reloj. No vaya a ser que a Humala, en plena desaceleración económica, se le ocurra hacer, por ejemplo, lo que acaba de hacerla coherente señora Bachelet: subir los impuestos a los grandotes para atenuar la desigualdad y terminar con el lucro obsceno de la educación universitaria.

No vaya a ser que recuerde por qué llegó al poder.

Hildebrandt en sus Trece, 24.10.2014