Por Oscar Silva Valladares*
La prensa internacional ha resaltado hace algunas horas un comentario del presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan respecto a que navegantes musulmanes descubrieron la América más de 300 años antes de Colón.
Esta afirmación, que carece en absoluto de respaldo histórico, no por eso debe ser descartada por ser ridícula. Al contrario, nos debe llevar a una reflexión y a cierta alarma, particularmente en América Latina.
El Islam es una religión que cree en el derecho de preeminencia y en la división del mundo humano en dos áreas fundamentales, la creyente (es decir la musulmana) y la no creyente. Los tratadistas musulmanes están convencidos que su mundo creyente (el llamado Dar al Islam) es y lo deberá ser siempre así, pese a accidentes históricos que hubieren trocado esos territorios en, lo que ellos llaman, tierra de infieles. Esto explica la añoranza y obsesión (no solo árabe sino musulmana en general) por el sur de España, Al Andaluz, tierra que fuera conquistada por ellos en el año 711 y perdida definitivamente en 1492.
Esta creencia islámica sobre la división del mundo pone en perspectiva la afirmación de Erdogan sobre la pretendida llegada de musulmanes a América. Si América fue descubierta por musulmanes, entonces América fue musulmana antes de ser cristianizada y, por tanto, el Islam tiene derechos anteriores sobre estas tierras pese al hecho, que no pasaría desde esa perspectiva de ser un mero accidente, de una falta de presencia islámica importante en el hemisferio hasta ahora.
El que el comentario venga de donde viene, es decir del líder turco máximo, es también significativo desde un punto de vista político. El imperio otomano, el antecesor de la moderna Turquía, fue la vanguardia en la conquista y asimilación de millones de europeos y asiáticos bajo la sombra del Islam. La voz de Turquía se escucha en nuestros días, ya que este país tiene un papel geopolítico relevante no solo en el contexto de los conflictos del Medio Oriente, pero también dentro de los planes de la OTAN (ironía histórica, ya que la razón de ser de la OTAN es contener a Rusia, el adalid del mundo cristiano ortodoxo y que siempre se consideró como la heredera de Constantinopla). Turquía y la Arabia Saudita son los pilares del mundo islámico sunita; uno con la influencia de haber sido imperio y estar ahora en alianza con Occidente y el otro por poseer poder financiero.
Si creemos en una América Latina con un destino histórico ligado a nuestra tradición judeo-cristiana y occidental, los comentarios de Erdogan son preocupantes.
El Islam es una religión expansionista (en lo cual, admitamos, no se diferencia del cristianismo) que se encuentra ya en todo el globo con excepción de una presencia aún incipiente en América. Luego de haber alcanzado núcleos importantes en Asia, África, Europa y Australia, América es la última frontera a conquistar y América Latina sería, sin duda, presa más fácil que la América anglosajona.
Aunque superficialmente parezca absurdo, América Latina tiene características históricas y sociales que desbaratan cualquier opinión conformista de que esta región es inexpugnable a una religión aparentemente ajena a su identidad e idiosincrasia. Algunas de nuestras creencias tienen características que acomodan la cultura islámica: el machismo, el papel secundario asignado a la mujer y el fatalismo innato son algunas de estas similitudes.
Que la afirmación de Erdogan haya sido hecha en el contexto de un proyecto para construir una mezquita en Cuba tiene también su explicación. Por supuesto ésta no sería la primera mezquita en la región, pero Cuba es el único país oficialmente ateo en el hemisferio y eso la hace más inmune a la reacción que, naturalmente, grupos cristianos harían en otros países del continente frente a un proyecto semejante. Cuba tiene también muchos lazos históricos con el mundo árabe, como se puede apreciar cuando uno camina por el Paseo Martí en La Habana, plagada de clubes y asociaciones cubano-árabes. Hay también, como siempre sucede, un ángulo comercial; en mayo pasado pude distinguir en el Hotel Saratoga de La Habana a una significativa delegación de jeques de Abu Dabi en busca de oportunidades de inversión, visita disfrazada bajo un manto turístico para evitar obviamente dificultades con Estados Unidos debido al bloqueo económico a Cuba.
En un mundo globalizado en el cual se pretende que existe la tolerancia religiosa (aunque las noticias del Medio Oriente nos demuestran cada día una realidad brutalmente opuesta), no es fácil escoger las mejores armas que nos permitieran contener de manera efectiva una presencia islámica en América Latina. No esperemos ninguna iniciativa de nuestros gobiernos, la mayoría de ellos con visión miope enfocada de manera limitada en el crecimiento económico en el próximo trimestre y que sólo ven en el Golfo Pérsico (o Arábigo) dólares aparentemente contantes y sonantes. Solamente una comprensión cabal a nivel individual y colectivo puede hacernos ver el problema potencial que existe. Tenemos suficientes dificultades de identidad para darnos el lujo de agregar a ellas futuros conflictos de naturaleza religiosa.
© Oscar Silva Valladares
*Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., 19.11.2014
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