Ubaldo TejadaPor Ubaldo Tejada Guerrero*

“En general, los partidos políticos ganan las elecciones nacionales, pero no gobiernan. Gobierna el Presidente con su elenco tecnocrático, que puede tener vinculación o no con el partido triunfador. El Ejecutivo, con independencia del partido, tiene la iniciativa, y los parlamentarios del mismo partido se subordinan a las posiciones del ejecutivo” (“Panorama político latinoamericano” – Alberto Curiel).

Estamos convencidos de que puede y debe realizarse una profunda transformación en el Perú, sin renuncia al patrimonio singular que hemos heredado. Dejemos a los pueblos sin historia, y a los hombres sin utopías, que dicen que la patria de los pobres, es la misma patria de los ricos. Seamos los ciudadanos, capaces de conquistar el derecho a la democracia real y la ciudadanía plena.

Frente al Estado oficial de espaldas a las necesidades del ciudadano del Estado real, la participación debe convertirse en un asunto obligado en los ámbitos de promoción del desarrollo, los procesos de gobernabilidad y la planificación e intervención en la política pública, para exigir mayores de niveles de democratización, transparencia  y rendición de cuentas.

Pertenecemos a una generación a la que nada nuevo se nos ha planteado hasta ahora. Partidos caducos y hombres agotados, no pueden ya movilizar el entusiasmo de una generación, en busca alternativas nuevas, sencillamente porque nos se puede hacer vino nuevo en odres viejos.

La realidad nacional requiere de un programa de seria construcción política propia, para que disfrazadas soluciones políticas extranjeras, no hagan de la ciudadanía y la democracia, vertientes sin rumbo, sin ideología, sin doctrina; sino, sistemas políticos ejemplares en la historia y así acabar con una república ya agotada, que urge un nuevo curso.

Iniciemos una propuesta ciudadana, para enfrentar el porvenir con un propio esquema político, con la seguridad de que el camino que emprendemos; y en la certidumbre, que a lo largo de este difícil transitar, se nos han de sumar muchos ciudadanos que alienten un coincidente afán, cual es el cambiar el rostro del Perú, que es el rostro del ciudadano migrante de las ciudades, de los ciudadanos, del ande y la selva, de los informales, de nuestra  cara multiétnica y multicultural, que es el retrato de nosotros, que hasta ahora no se refleja en el Perú oficial.

El Estado neoliberal en el Perú, lejos de haber resuelto las tensiones, sigue aplicando desde el 5 de abril de 1,992, programas económicos y paquetes reactivadores ortodoxos, y de una nueva clientela de lobistas, caciques, narcotraficantes y mercaderes de la política cuyos problemas estructurales de fondo en este siglo XXI, exponen a los ciudadanos a un nuevo curso de desborde permanente, con modelos que fracasan en otros continentes.

Observamos que ésta nueva sociedad nacional emergente, es una democracia precaria, una ciudadanía incipiente, donde no existe el líder, ni la ciudadanía organizada, sino caudillos y caciques, gobernantes sin ideología, ni partidos con bases organizadas, discordes con las expectativas de los ciudadanos, y sin capacidad de gobernabilidad. Éste es el drama del desencuentro no resuelto hasta el 2,014: encontrar nuevos liderazgos éticamente creíbles y moralmente equipados con valores para distinguir entre el bien y el mal.

Al hablar de libertad económica, nuestros neoliberales criollos, lo entienden como la minimización de controles superiores del Estado, anulando su rol o sencillamente desapareciéndolo frente a la inseguridad ciudadana, la corrupción y el narcotráfico.

El Perú del 2,014, sigue siendo un país pobre, con grandes desigualdades, con grandes bolsones de pobreza derivados al paliativo de los programas sociales, producto de la expansión sostenida de las naciones desarrolladas en su acción imperialista, que nos han convertido en una nación periférica o patio trasero, que necesita ser supervisada por el FMI, OMC, o el BID, las cuales implementan políticas públicas desde la tríada Ministerio de Economía (MEF), Banco Central de Reserva (BCR) y SUNAT a favor de las grandes empresas transnacionales con la venia del ADEX, SIN o CONFIEP, y con grandes ausentes las instituciones de la sociedad civil.

Conviene marcar claramente, que el solo crecimiento económico, es cualitativamente diferente del desarrollo, que ha reducido al Perú a un conjunto de índices estadísticos, que permiten dibujar un perfil socio-económico muy útil para el control macroeconómico del imperio del poder.

Así hoy nuestro Perú deviene en una cultura débil e inorgánica sujeta a modelos externos, que obligan a una costosa e ideológica nociva importación del saber, así vamos entendiendo como la política económica del Presidente Ollanta Humala, sigue generando términos de intercambio, perjudiciales e inestabilidad de precios crónica, de los escasos bienes que producimos.

Recordemos, que en el Perú, los intentos de crear una “infraestructura de investigación científica y tecnológica” poco hicieron por el desarrollo real del país, porque se ignoró algo sustancial, que en nuestro país no existe, como si los hay en los países desarrollados, los mecanismos de mercado que permitan una efectiva comercialización del conocimiento tecnológico generado internamente. En otras palabras, se puso énfasis en la “oferta” de tecnología sin tener en cuenta la necesaria relación entre ésta y la demanda de conocimiento tecnológico que hacen las unidades productivas. Hoy agudizadas con la débil presencia de nuestro proceso de industrialización nacional, producto del modelo neoliberal hacia afuera, hacia las élites desarrolladas.

El Perú actual sigue premiando la impunidad, amparándose en la inmunidad política en diferentes niveles: institucionales, locales, regionales y nacionales; convirtiendo a los ciudadanos en seres humanos de segunda clase y los que sirven al gran capital en primera clase, así se produce la desintegración, de la sociedad civil, con un profundo divorcio de las elites de dirigentes y privilegiados en una fuerte exclusión generalizada.

Se hace necesario debilitar los mecanismos burocráticos, autoritarios, todo lo que signifique corrupción y arbitrariedad en el uso de los recursos asignados, ello supone fortalecer los mecanismos democráticos y participativos, no permitiendo su utilización partidaria o familiar, a fin de impulsar una verdadera planificación local, regional y nacional.

La conclusión de ésta primera parte, es que como consecuencia desde el punto de vista político-jurídico, encontramos una marcada concentración del poder, comenzando por la apropiación privada del Perú, inoperancia de la institucionalización formal, y lo que es mas grave la “inestabilidad política” de todos los estamentos del Estado, que lo incapacitan para enfrentar el flagelo de la inseguridad ciudadana, el narcotráfico y la corrupción.

Pero es el hombre es el eje en la edificación de democracia real y ciudadanía plena, es y será el elemento esencial eterno e invariable en el proceso universal, como fuente creadora y sujeto de la mano de obra, y por tanto partícipe, directa e indirectamente, de todas las interrelaciones hombre-medio; proceso geo-histórico del acontecer humano, el único que no puede cosificarse para ser objeto de estudio.
 
*Analista Global