Rafael Romero
Seamos sinceros, hay mucho diagnóstico, mucho palabreo, y abundan los sesudos especialistas en la educación peruana. Los caviares y seudo académicos están en el Consejo Nacional de Educación, en el Foro Educativo y pululan en los cenáculos ministeriales sin decirles la verdad a los padres de familia ni mostrarles la realidad a los alumnos. La educación pública y privada fracasa, y lo hace estrepitosamente.
Las instituciones educativas cada año dejan en el abandono a miles de escolares, no son capaces de educarlos en valores, tampoco atienden sus problemas en el aula y menos les inculcan el hábito de la lectura, el amor al arte o las humanidades. Se evidencia por parte del actual sistema pedagógico peruano una fatiga que arrastra a directivos, profesores y alumnos, todo agravado por el diario atentado a la inclusión educativa. Los colegios se lavan las manos y les dicen a los padres que deben llevar a sus estresados hijos al psicólogo y luego éste los deriva al psiquiatra. Jamás saldremos de este círculo vicioso de estrés escolar si es que no entendemos que para hacer tortillas hay que romper huevos.
Es más, en medio de esto, de la boca para afuera, muchos ponderan los beneficios de la educación en Finlandia, pero no adoptan decisiones presupuestarias ni operativas para aplicarla a nuestra educación. Por eso ya no podemos perder más tiempo, sobre todo cuando la alternativa está al alcance de la mano. ¿Y cuál es esa salida? Está en adoptar la pedagogía Waldorf para la educación pública, como política de Estado. Esta metodología desarrolla al ser humano en su integridad y lo inmunizará, por ejemplo, frente los daños que genera la televisión basura, los videojuegos y la tecnología virtual que golpea prematuramente a niños y adolescentes.
En síntesis, la pedagogía Waldorf tiene su base en las investigaciones del filósofo austríaco Rudolf Steiner (1861-1925), fundador de la antroposofía, que vinculan el aprendizaje en estricta coherencia con el desarrollo humano y las etapas que tiene la persona desde la niñez, como individualidad de espíritu, alma y cuerpo, tomado como aliados a la familia para lograr en el educando una mente y cuerpo sanos, a la alimentación adecuada y a una vida por la convivencia pacífica.
La Unesco apoya y promueve esta pedagogía que ya se imparte en 90 países, destacando en Finlandia, Alemania, Irlanda y Australia. De manera que, frente al fracaso de la educación tradicional, Perú debería adoptarla como su nueva alternativa en la enseñanza pública, dados los resultados comprobados en las naciones referidas.
Expreso, 30.11.2014