Raúl Wiener
“Noté desde un principio, que la relación con él (Figallo) no era fluida y que había ciertas molestias por mis declaraciones”
El exprocurador Salas acepta en su enésima entrevista con los medios de la gran concentración, que lo que le disgustaba al ministro eran sus constantes apariciones públicas y sus declaraciones sobre los diversos casos. Hace unos días marqué este detalle del estilo personal del exprocurador que lo hacía imaginarse enfrentando todo el monstruo de la corrupción apenas levantaba cabeza en alguna denuncia de los medios, cuando estaba siguiendo en realidad la agenda de los grandes medios que deciden a quién perseguir y a quién no.
Por su tono, Salas debe estar creidísimo de que su misión era declarar y anunciar luchas implacables, en las que, es verdad, jugaba un papel secundario. Queriendo sacudirse de la presunción que el APRA pudiera estar moviéndolo junto con la destituida Vilcatoma, el mismísimo Mulder precisó hace muy poco que el lío de los procuradores con el ministro era un asunto del Ejecutivo. ¿Y de dónde más podía ser?
Evidentemente los procuradores no son fiscales, que se presume son defensores de la sociedad, aún frente al Estado, o jueces que deben resolver las controversias y responsabilidades con imparcialidad. Mulder lo tiene muy claro como que es muy consciente que son estas dos últimas instancias infiltradas por sus compañeros, la que los sacan de apuro en muchas oportunidades. Desde el año 2000, cuando Fujimori nombró a Ugaz como procurador ad hoc para el caso Montesinos, ratificado luego por Paniagua (que extendió sus prerrogativas al proceso contra el propio Fujimori), el sistema de procuraduría adquirió un fuerte tinte político.
Eso debe haber influido en Salas para tratar de ser el centro de las investigaciones y persecuciones, a pesar de que nadie ha sido enjuiciado o capturado por lo que digan los procuradores, cuya tarea es opinar y reclamar desde el Estado la cautela de bienes materiales y jurídicos de los que es titular. Más o menos como el papel que tiene la parte civil afectada que también participa de los procesos.
Pero ahora estamos metidos en un enredo, porque tanto Salas como Vilcatoma, están justificando sus actos en nombre de la autonomía. Pero técnicamente es casi imposible ser autónomo de quien te nombra o te retira del cargo porque perdiste su confianza. Y eso, de que las autoridades (ministro o presidente) no deben saber lo que tienen como información reunida u opinar sobre las determinaciones a tomar, es falaz en extremo, porque el procurador no es el conductor del proceso. Por cierto, si un funcionario, percibe una conducta dolosa en alguno de sus superiores, puede denunciarlo y aún acudir a la prueba prohibida, como en el caso de las grabaciones no autorizadas por el otro.
En la crisis actual hay que ver si los procuradores no están terminando por tomar una posición en la disputa de poder que se encuentra abierta.
Diario UNO, 13.12. 2014